martes, 21 de agosto de 2012

SUSURRANTE CALARCÁ. Por Flóbert Zapata Arias


Una ciudad de 75 mil habitantes realiza un festival de literatura-música-audiovisual que se puede contar entre los primeros de Colombia. ¿Cómo es posible  mientras que poderosos centros económicos de la misma región o de otras se enorgullecen de su declive o su esterilidad cultural? Aqui mis impresiones.

FOTO DE MEDIOLADO
En la zona urbana hermosas casas antiguas de la arquitectura de la colonización, como diseñadas y pintadas por un niño libre al que le pidieran ir a otro tiempo, portadoras de placas internas o externas que recuerdan a sus moradores característicos y/o bien a las personas o instituciones que las restauraron y evitaron su ruina. Nuevas construcciones en las afueras o en la campaña (alguna vivienda particular, un hotel,) con el mismo espíritu, sincretismo de ventanas y puertas en las que el metal reemplaza a la tradicional madera o en el que intervienen combinados otros materiales o técnicas de los que no se disponía hace cien años. Toma de conciencia de las posibilidades de un desarrollo que consuene con la declaratoria de algunos municipios del Viejo Caldas y el Valle del Cauca como patrimonio cultural de la humanidad por parte de la Unesco, denominado Paisaje cultural cafetero.
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En la plaza dos bellas estatuas metálicas en pedestales de un hombre y una mujer desnudos, sosteniendo símbolos cafeteros.
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Un empleado de Une con su camiseta roja, también allí su omnipresencia.
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Hermanos perros callejeros durmiendo relajados en la plaza o en las aceras sin que nadie los espante o los agreda. Una señora que saca una bolsa de plástico y recoge la deposición de su pequeño perro mascota.
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Indigentes que por un momento me hacen sentir en Manizales.
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Un vagabundo viejo y feliz de blancos pelo largo y barbas con el que me tomo una foto mientras la gente pasa, se ríe y hace cálidos comentarios: El padre encontró al hijo, ¡Igualitos!, La misma barba y el mismo pelo…
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Ambos de transporte urbano, pasan una buseta y un colectivo pequeño y en sus lomos los logos de las empresas a las que pertenecen: Cacique Calarcá, Coopcacique. Nos hospedan en el paradisíaco Hotel Campestre Karlacá, bautizado así, según leyenda, ante la temporaria revelación de que era este el verdadero nombre del cacique de la tribu pobladora del actual municipio. Calarcá o Karlacá, de todos modos nos encontramos ante uno de esos pocos casos en los que los blancos muestran un poco de pudor ante un pueblo y una cultura que borraron sin impudicia ni piedad de la faz de la tierra. Lo digo con conocimiento de causa porque el pueblo en el que nací se llama Filadelfia, copiado de los desiertos bíblicos del apocalípsis y sus siete iglesias.

CUADRO AL ÓLEO
Justo apenas se ingresa a las dependencias de la envidiable Casa de la  Cultura se observa un cuadro al óleo de una mujer.
−¿Ella quién es? –le pregunto a la vigilante uniformada.
−Lucelly Carcía de Montoya, la que hizo esta Casa de la Cultura.
−¿e bolsillo de ella?
−Con los propios recursos.
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Antes de ingresar, en un jardín lateral a ras de tierra del espacioso zaguán, dos planchas de mármol, vivas como plantas, una sobre los restos de Luis Vidales (1904-1990) y la otra en homenaje a Javier Huérfano (1953-2010), poetas de Calarcá.
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Javiér Huérfano, me contaron, quería a Luis Vidales lo mismo que a un padre, por lo que lo acompaño siempre, regó su memoria con el agua de la gratitud y conservó sus cenizas hasta que fueron trasladadas allí.

DEUDA
Al mundo
le debo
un semen
dos testículos
tres hijos
dos lágrimas
una muerte.
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Luis Vidales fue un comunista poeta más que un poeta comunista, quiere esto decir que cuando escribió versos de combate no tuvo fortuna y que en Suenan timbres, el libro de poesía de su tiempo más querido por los poetas de este tiempo, encontramos la única obra colombiana para la historia de las vanguardias latinoamericanas.  

ENTIERRO
Lluvia sobre los grandes cajones de las casas.
Lluvia. Lluvia. 
Y a lo lejos
el conglomerado de paraguas
mancha en el aire
su pueblito japonés.
A este lo van a enterrar.
Las campanas se le querían caer encima
como sombreros ingleses.
Yo veo el dorso del acontecimiento.
Las levitas
cabeceantes
hacen unos pajarracos
que persiguen al muerto.
Las coronas
–neumáticos de carnaval−
van colgadas del carro como repuestos
por si se le dañan las ruedas.
Pero cuando se vayan las flores
quedarán los aros de las coronas.
Y esta noche
el muerto se pondrá el aro de una corona
−salvavidas−
y se botará al charco que hay que pasar
para ir al cielo.
Ya no llueve.
Desapareció el que estaba estrenando
cadáver.
Se fueron los de levita.
Nota.
No quedó ninguna mancha en el aire.

CIERRE DE OJOS
Empecé esta crónica con el carburante de la intuición, sin plan de hoja de papel. Aquí voy, vadeando monte, de una para adelante seguro de que en el camino encontraré el hogar que me regale aguapanela para seguir. Titulé al primer fragmento Foto de mediolado, sugerido por la compañía de fotos del panorama físico que pienso agregar al final y porque en tres días y los sabrosos agites de aquí para allá rumbo a los actos de la programación, uno no tiene tiempo de mirar de frente a nada ni a nadie, es decir de conocer a través de la conversación serena o la lectura de obras de o sobre esa nada y ese nadie; de no quedarse en la desorientación  de los ladinos desmemoriados voluntarios y de los memoristas edulcorados. Cuando terminé el segundo fragmento, Cuadro al óleo, pensé que lo del cauce gráfico no se me daría y decidí cambiar los títulos pero los dejaría provisionalmente hasta que encontrara sus reemplazos y el acomodo conceptual. Mientras tanto vestí al inexistente tercer fragmento con el título pretencioso de Foto de frente. Y allí estaba. ¿Dónde? Exactamente en la sinsalida. Tenía una sola opción a la vista: hablar del Encuentro, con los problemas inherentes de verosimilitud, por haber participado, de no caer en la zalema, innecesaria para lo grande, y de evadir la crítica, la peor forma de gratitud. Estaba además la falta de tiempo y no sólo el desconocimiento de lo dicho por los otros protagonistas sino la carencia de sus obras. Entonces de entre las doce publicaciones que me traje, periódicos, revistas y libros, una me habló: Calarcá para leer. La tomé, sin saber para qué. Leí de un tirón el cuento o crónica de José Nodier Solórzano, que me gustó tanto, del cual subrayé fragmentos y me dije Algo debe salir, por lo menos un collage, que me permita continuar sin artificios y llegar.  Veremos.
(Domingo 19 de agosto del 2012)

FOTO DE FRENTE
Poesía es lo que nos dice algo que no sabemos y no sabíamos que necesitábamos, lo que muestra partes íntimas del vestido cuerpo de la sociedad, de la vida, de la naturaleza, de la historia, en el neogótico flamígero que caracteriza el espíritu de los tiempos confusos, dementes y crueles en que vivimos ignorando de dónde no venimos. El no-poeta ve lo que le muestran para guardarlo, el poeta se hace a su agujero voyerista para contarnos en el momento en que lo ve.  Quien quiera tomarle fotos a la otra ciudad, a la restante, la humana, la profunda, la que no ve el turista, debe hacerse a diferentes medios, por ejemplo el magnífico libro Calarcá para leer, compilado y editado por Álvaro López Cortés. Los escritores allí reunidos, excepto algún desliz neutro incluso necesario para el contraste, entregan una de las más altas realidades del amor, la esperanza de la comunicación, menoscabada en otros casos por la tendencia hiperartística.
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-“(…) desde entonces queda en mí esa memoria gustativa de la chancarina y el minisiguí, de las luisas, de los brazos de reina, las lenguas azucaradas, los tiples, los churritos, los mojicones y las peras de La Bogotana; los helados donde Chin-chu-lan-cha Sepúlveda. Recuerdo, nuestros cuadernos de escolar son Bolivariano, nos motilan Cosme o Chicle en la Bola Roja, aprendemos a nadar en la piscina Maiporé, compramos agua oxigenada, merthiolate donde Roberto Gómez y rellena donde Rebeca, don Ricardo nos cura todas las dolencias del cuerpo con Alhucema Bamby y Bay-Rum siete medallas, chupamos paletas de Cali, nos purgan con Quenopodio –su sólo nombre se recuerda con nauseas−  recetado por David Valencia”. José Jesús Domínguez Giraldo
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-“…Había también en Semana Santa procesiones imponentes con la participación de todos respetando los estratos: primero el cura y sus acólitos (…) luego las damas de sociedad seleccionadas con juicios de la más estricta moral, (…) y atrás (…) el pueblopueblo”. Orlando Montoya
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-“Y comentan en pérfido susurro:/ era sencillo, bueno, cordial y generoso./ Y haber muerto./ Dicen así los que restaron fuerzas/ a mis alas cuando iban en su vuelo,/ los mismos zoilos de la humana feria,/ los oscuros y sordos fariseos”. Baudilio Montoya
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-“Nada cambia. O mejor, todo da un aparente giro, pero de 360 grados. Quedamos en lo mismo: elecciones, malas administraciones, desempleo.” Beatriz Eugenia Gallego
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-“Este es Calarcá, mezcla de indios y españoles, tierra de escritores (…)”. Dora Tobón
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-“Alcaldes, en casi cien años de haber sido fundada Calarcá, ¡ha tenido infinidad! ¡Tantos!” Y tan malos.” Humberto Jaramillo Ángel
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-“Fui a la Escuela Girardot y al Colegio Robledo, tras una breve pausa en el Instituto Quindío que fundaron los liberales del pueblo, −entre ellos Marco Tulio Betancourt−, después del nueve de abril, en represalia con el sectarismo que acusaban el rector y algunos profesores conservadores del Robledo, y el apoyo político que ellos recibían de la Secretaría de educación en Manizales”. Jaime Lopera Gutiérrez
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-“Decir yo nací en Calarcá, no es decir gran cosa. Nacer en este o en otro lugar: ¡qué más da! Se nace cuando es necesario y donde es preciso, y punto.” Elías Mejía
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-“Calarcá, pueblo de políticos corruptos, de mujeres bonitas, provincia de seudoaristócratas, pueblo godo donde los maricas, los niños y las mariposas son los únicos seres vivos libres de la egolatría del calarqueño tradicional”. José Nodier Solórzano Castaño
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-“El marcado componente muisca, la ancestral vocación agrícola, el carácter introvertido del cundiboyacense colisionaron con la vocación comercial, el preponderante componente español y el extrovertido espíritu antioqueño. Las cosas no llegaron a la violencia étnica porque colonos todos, se necesitaban para enfrentar al enemigo común: las odiosas concesionarias de tierras Burila y Villegas obtenidas bajo la corona española y que luego, bajo la República, de manera fraudulenta y con anuencia del Estado corrían a su antojo los límites de sus enormes territorios”. José Yesid Sabogal V.
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-“Sin antecedentes conocidos, aparece una sombra que disfraza al monstruo llamado Burila, empresa de terratenientes y altos funcionarios estatales. Desata persecución en contra de colonos y aparceros”. Juan de J. Herrera González
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-“La diferencia esencial entre los rolos y los paisas era que los rolos les pegaban a sus mujeres más de lo necesario”. Rodolfo Jaramillo Ángel
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-“Dinamizada por la interacción entre estas dos culturas, Calarcá alcanzó a vivir una efímera pero dorada adolescencia. El eco de este ruido creativo desbordó los límites del Viejo Caldas y a Calarcá acudieron, atraídos por los viernes culturales, personajes de la vida nacional.” José Yesis Sabogal V.
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-“Desafiando el sempiterno Estado de sitio, asustados, expectantes y entre sombras, en cualquier esquina escuchábamos a Alirio Liévano hablar del comunismo. Algunos ya presumían de experiencias con la vareta, o habían recibido el primer pinchazo del Benzetacil millonario que formulaba el negrito Pedro Nel, con sólo describirle ciertas ardientes y dolorosas dificultades en la micción”. Libaniel Marulanda
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-“Desplazados o atraídos por la guaquería, las minas de oro y sal, la abundancia, extensión y calidad de los bosques nativos maderables, con buena agua y caza, la asignación o arrebato de tierras; algunos llegaron al sitio de Calarcá en la primera década después de su fundación en 1886” Hernán Giraldo Mejía
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-“Cada momento me sorprendo de continuar todavía aquí, en este mundo, entre tanta vida y tanta muerte, visible aun junto a cuanto se desvanece: aparentemente estable entre lo impermanente”. Humberto Senegal
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-“La fatalidad de nuestras provincias es que sólo reconocemos lo foráneo, validamos las modas impuestas por los centros de poder intelectual”. Carlos Fernando Gutiérrez
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-“Con este supuesto, numerosos ciudadanos defendieron su derecho a preservar su historia, su arquitectura tradicional. Contaba con tantas personas a favor como en contra, pero las que se oponían eran más beligerantes”. Enrique Barros Vélez
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-“En 1979 el gobernador Mario Gómez Ramírez me nombró alcaldesa, (…) mi nombre suscitó una gran controversia política. Fui víctima de insultos y desaires por parte de muchas personas (…) de tal manera que decidí declinar dicha distinción”. Esperanza Jaramillo
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-“Al destino agradezco poner mi nacimiento en Calarcá, (…) En el amado pueblo que ahora nombro, conocí a mis hermanos, a mi familia, a mis amigos, a la esencia misma de Calarcá. Soy calarqueño y reclamo ser uno de quienes más aman a su patria chica. Aquí me enamoré y aquí mismo amo entrañablemente mis recuerdos”. José Jesús Domínguez Giraldo

DETALLE DE FOTO
Formidable Casa de la Cultura. Auditorios técnicamente equipados. Cámaras al frente. Se extiende la programación a Caicedonia y Montenegro. Baja gente de Armenia. Siete invitados del Viejo Caldas. Veintitrés invitados del centro de la fama o los abolengos académicos. El Librero-Colombia. Cerveza. Roca, Darío, Piedad y los demás. Planetas, Alfaguaras, Normas, Malpensantes. Enguayabadita. Libros por centavos. Entrevistas en Telecafé-Armenia. Universidades Externado, del Valle, del Quindío. Bolsillospropios, Sineditoriales, Vedettedoméstica. Florence Thomas. Carlos Orlando Pardo, su suave esposa. Héctor Sánchez. La maldita primavera que no pudo venir por muerte de pariente. Juan Carlos, Juan Aurelio, Alejandro, Jaime, Rigoberto, Juan Felipe, Orieta, Julián, Ómar, Cristina, Carlos Alberto, su mona y su pelirroja. Los amigos de antes, Rossi, Cindy, Carlos Fernando, Janet, Jorge Julio. Los amigos nuevos, Carlos Ariel. Los paisanos, Ferney Antonio, compañero de mi hermano Alex en la Facultad de Derecho, ahora juez. Albert Deylan, Gañán riosuceño que saca la revista Punto Aparte y el periódico Culturarte, su coequipera de iluminado rostro. Egos. Dos cancelaciones a última hora. Ciclo audiovisual, ciclo musical y ciclo literario. Un pintadito único en la plaza. Obleas con arequipe del tamaño de hostias. Gente que cree que comida vegetariana es cambiar carne por huevo y adjuntar repollo picado con zanhahoria rayada. Exposición de pintura de Ómar. Eventos preparatorios. Talleres continuados en la cárcel. Un preso supieño. Puntualidad. Público abundante. Trato inmejorable. Atención hotelera de primera. Logística de relojería. Coordinadores idóneos. Sensación de equipo sereno. Te transportan, te recogen, te llevan, te orientan. Ángel, Johana, Juan Felipe, Rodolfo. Wilmer, que me permite orar treinta minutos en un templo tántrico sin esculturas ni iconos a la salida de Caicedonia.  Dulces honorarios. Programación en sitio web, plegable, cartilla y afiche. Este año Literatura, amor y erotismo. El entrante Literatura, memoria y conflicto. Meses de preparación. Enviados de La Patria, El Espectador. Yael Mahecha. La Crónica publicando reportajes y actividad diaria, dando primera página. Conversatorios. Preguntas  de los asistentes recogidas en papelitos. Lecturas de poesía. Facultades de literatura. Aquel que relega al nombre no mediático. Colegios. Profesores. Alumnos. Laicos.  Nelson G. B. elogia mis poemas por claros y quiere comprar el volumen al que pertenecen. Combo que los juzga predicadores y anarquistas. Preferible esta sinceridad al saludo de cajón y relaciones públicas. Ambiente. Torre de palabras. Árbol de ojos. Alma. Corazón. Inteligencia. Espíritu. Ansias. Dignidad. Fuerza. Horizontes. Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales, zona sagrada, cristalina reverencia solar de los desnudos pijaos. Luis Vidales canta. Calarcá le susurra a Colombia.
(La Carolita, Martes 21 de agosto del 2012)


(Juan Aurelio García, Juan Carlos Acevedo, Carolina Urbano, Flóbert Zapata)

(Flóbert Zapata)


(Cacique Calarcá)









(Flóbert Zapata y mi amigo vagabundo)



(Héctor Sánchez, Carlos Orlando Pardo, Flóbert Zapata, Janet Duque Cuéllar)

(Héctor Sánchez, esposa de Carlos Orlando Pardo y él, Flóbert Zapata)



 

©Flóbert Zapata Arias, agosto del 2012