viernes, 20 de enero de 2012

OLÉ. Por Flóbert Zapata

Normalmente en Bogotá pido un pintadito, me lo dan y me preguntan casi afirmando si soy paisa. Bogotá florece políglota desde el vientre, millones de desplazados de tantas guerras de todas partes llegan a refugiarse en sus calles, que a muchos les entrega un préstamo de aceras. Votan por la izquierda siempre, aunque a veces alucinan con luz de pantalla, porque saben que si no les sana las heridas al menos no les produce otras.

Hoy en Juan Valdés, acompañado de Daniel Larva y Leandro el Exquizito, pedí un pintadito. “Un café con leche”, tradujo sin corregir la amable chica de la registradora. Sin enojo, aunque ella se turbó, le repetí que un pintadito, le pregunté si sabía qué era un pintadito, quería un pintadito, saber si los vendían. No me entendía lo que quería decirle, detrás de mí una larga cola, no era políglota, pagué, me remitió con el recibo al lugar de las entregas, a mis manos llegó la imagen triste de un pintado. Tampoco seguramente sabía qué era un pintado. También le habían hecho olvidar lo que era un pintado, a ella, la dulce obrera que no fabrica, tan obediente si no quiere perder el empleo, afuera millones que lo sueñan.

Resulta claro que en Juan Valdéz desaparecieron las palabras pintadito, tanto que no lo brindan, y pintado, por guisas, sisbeniadas, estrato cero. Y resulta claro que desaparece algo porque alguien o algo lo hizo desaparecer. Lo que quiere decir que padecemos el complejo del sucio y pretendemos limpiarnos con compulsivas duchas de una hora. Pintadito, pintado, se balancean en las ramas del cafeto y los pezones de la vaca llenas de belleza inocente y sana identidad.

En Cali si quieres un pintadito debes pedir un pintado y si quieres un pintado debes pedir un café con leche. La diversidad encanta en su salsa. Olé.

Manizales, viernes 20 de enero del 2011.

Copyright © Flóbert Zapata enero 2012

martes, 3 de enero de 2012

SABRÁS, JULIANA. Por Flóbert Zapata

Negacionismo del cambio climático, causa de las tragedias invernales en Manizales, el país y el mundo. Negacionismo del holocausto nazi. Negasionismo del holocausto palestino. Negacionistmo del holocausto colombiano. Negacionismo. Negacionismo. Negacionismo por aquí. Negacionismo por allá. Y, por supuesto, negacionismo taurino.

Juliana X., alumna final de psicología y practicante en mi grupo hace dos años tiene tío administrador de la mismísima Plaza de Toros de Manizales, donde también vivía según exigencia laboral. Tras haber pasado días y noches de vacaciones allí, por haberlo visto con sus propios ojos, me aseguró con énfasis exclusivo que a los toros no les hacen nada malo antes de salir al ruedo.

Por esta afirmación puede deducirse que al toro lo perfuman, le dan Ensure, le llevan estilista de peluquería, manicurista, terapeuta animal, diseñador de modas, tanatólogo, que incluso el toro acepta gustoso su destino, a su lado Sogyal Rimpoché… En conclusión que los antitaurinos mienten acerca de las ocultas torturas de la antesala de la muerte tal en el resto o portan verdades inútiles.

No falta sino que se niegue que la espada llega a los pulmones y hace salir la sangre a chorros por la trompa, que justamente nos encontramos ante espada virtual y sangre de cine. Miren la fuerza, la belleza y las buenas intenciones expresadas en los discursos de Hitler o cualquier dictadorzuelo y análoga vehemencia encontrarán en los discursos de los amantes de la Fiesta Brava.

Julianas y Julianos nos quieren hacer creer que el toro se torna violento y agresivo por siniestra naturaleza, que adentro lleva a un demonio al que hay que exterminar y por tanto el matador encarna a un exorcista, que no ataca para defenderse, que no ataca por humillación, que no ataca para que lo dejen en paz, que no ataca por el infinito dolor de las crueles banderillas.

Que no ataca por el fragor de la lanza en su espalda, que no ataca por el desconcierto que le produce la masa, el griterío, semejante falta de nobleza, que no ataca por el desarraigo súbito de su ambiente forzadamente silvestre y alejado de la civilización, que no ataca porque quiere que lo destruyan de una vez para evitar tantos y tan atroces sufrimientos en moñona vertiginosa e ininterrumpida.

Cualquiera sabe que al pobre artiodáctilo lo matriculan desde el nacimiento en la Universidad de la violencia, la irritabilidad y el instinto, en otras palabras, que estimulan la zona reptílica y brumosa de su cerebro en vez de la zona inteligente y sensible que comparte con los humanos, que lo preparan para la desazón y la locura negándole los caminos de la convivencia y el afecto.

Cuarenta tigres a los que los cazadores furtivos dejaron huérfanos fueron criados en el monasterio tailandés Wat Pa Luangta Bua Yannasampanno a base de leche y cereales. Nunca muestran agresividad y meditan con los monjes. Los turistas se hacen fotos con ellos mientras los acarician. ¡Oh, quien eligiera este destino para los toros del circo español que copiamos, deseosos aun del romano!

Un amigo miembro de la policía secreta, en ajenas labores de investigación por la pérdida de un niño, esto vio en el estrecho cuarto oscuro del que el toro huye cuando le abren la puerta porque cree encontrar la libertad del campo abierto y que lo lleva traicioneramente al suplicio: “A los toros para que salgan más bravos les pelan los cascos antes de sacarlos al ruedo y les echan sal para que les arda”.

Convéncete de una vez Juliana que para llevar a un toro de casta hasta el momento en que está frente al lidiador, víctima gloriosa y privilegiada, se aplican todos los tratados del arte del engaño y que el arte de la guerra es el arte del engaño, según Sun Tzu. En este caso una guerra de miles contra uno, de miles de hombres anuros contra un hombre astado. Los códigos jurídicos lo llaman linchamiento.

Ayudan más las leyendas que la academia en la creación de un mundo compasivo. Las Bermúdez se convirtieron en almas en pena que vagan por las noches rurales caldenses expiando el placer y la risa que en vida les producía observar las carreras de los sangrantes terneros desesperados después de que en respuesta a sus ruegos su propio padre les cortara los labios para echarles sal en la carne viva.

Objetivamente no hay diferencia entre el hábito de las Bermúdez, repudiado, y una corrida de toros, impuesta al inconsciente colectivo. Cuando vivas un poco más, Juliana, cuando te cambies del medicamento a la prevención, comprobarás de lo que se trata la justicia: premiar a unos y castigar a otros por la misma acción. Entonces sabrás que no fuiste menos engañada que los toros.

Manizales, lunes 2 de diciembre del 2012

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lunes, 2 de enero de 2012

NOS DESPEDIRÍAMOS DE BESO Y ABRAZO. Por Flóbert Zapata

A Fernando Vallejo

El sábado 24 de diciembre del 2012 monté por primera y última vez a caballo en el municipio de casas blancas y puertas verdes Villa de Leyva, en compañía de mis dos hijos y su madre. Quería calmar la curiosidad sembrada desde niño cuando levantaba la cabeza noventa grados para mirar el rostro del caballero perdido entre la inmensa taza azul como si el cielo hubiera bajado o el mar hubiera subido, a cambio de lo cual debía soportar en carne viva el malestar arrogante de relacionarme así con un caballo como si no se tratara de un humano con distinto cuerpo, única realidad aun hoy lastimosamente pervertida por la justificación desesperada.

Qué hermoso el caballo libre por la pradera y qué triste el caballo con freno y silla. ¿Por qué seguimos esclavizando al caballo en tiempos de bicicletas, motocicletas, camperos y camiones? ¿Cuándo comprenderemos que el sistema nervioso, la sangre, los huesos del caballo son primos de nuestro sistema nervioso, nuestra sangre, nuestros huesos? ¿Cómo dejaremos de olvidar que a la libertad del mundo le hace falta la libertad del caballo? ¿Nos gustaría que nos pusieran implacables frenos de acero en la boca hasta hacernos perder la voluntad y la razón?

Tendría un caballo para dejar de ser su dueño impidiendo que nadie más sea su dueño, para caminar con él, para hablarle, para escucharlo, para verlo comer junto a mí, para que me vea morir en mi cama o para verlo morir en su establo, para que su establo sea mi alcoba y para que mi alcoba sea su establo. De la mano caminaríamos por calles y caminos mientras la gente me llama loco y él comprende y calla porque nadie conoce más la intravenosa insidia de quienes viven por fuera de la hermandad y se enorgullecen de ello. Nos despediríamos de beso y abrazo cada que nos tocara separarnos.

Acaricié su maravilloso cuello, junté mis mejores palabras y se las entregué con ternura, lo monté durante una hora sabiendo de su perfecto dominio de mis pensamientos adoloridos y de su piedad. Al despedirme me extrañaba y nunca lo olvidaré, sabemos ambos por el sufrimiento común que para trasmitir el amor resultan innecesarios los mórbidos y habituales años y esfuerzos para vencer la desconfianza y el miedo. Nos alegramos y sentimos la tibieza de la esperanza cuando Alejandro dijo: “¡Qué pesar, nunca vuelvo a montar en caballo!”. Por primera vez se apeaba del caballo teórico de la tortura.

Manizales, lunes 2 de diciembre del 2012

Copyright © Flóbert Zapata 2012

LA GENTE DE MANIZALES.Por Flóbert Zapata

La gente de Manizales
queda muy bien con sombrero
pero sólo se lo pone
en la Feria, por enero.



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