viernes, 22 de febrero de 2013

MUCHO DONDE. Por Flóbert Zapata Arias

(Comuna San José)

Me llamo Florentino Flórez de la Rosa. Nací en 1958, en Filadelfia, Caldas. Entré en una competencia en la que no quería entrar. Tampoco quería ganar pero me obligaron a ganar. Recibí de premio una lustrosa medalla de ceniza falsa. Me dijeron inteligente. Me sentí mártir y tonto. Cuando menos pensaba me encontraba de nuevo en las mismas, compitiendo y compitiendo contra mi voluntad. Luego competía y competía sin recordar que hubo un tiempo en el que no quería competir. No ganaba y me sentía ansioso y triste por ello.  Ya no podía dejar de competir porque sin competir no era nadie. Perdía y perdía y me invadían las ganas de matar. Muchos como yo igual perdían y perdían y la ira y la confusión llegaban tan densas que se podían hacer bolas con ellas, capa por capa,  como con parafina de los alumbrados. Por supuesto que en cada competencia había un triunfador, que luego degeneraba en eterno perdedor, como nosotros. Tuve hijos a los que enseñé a competir y que ganaron también alguna vez y también luego perdieron y perdieron. Pronto ellos tuvieron hijos que calcaron su vidas como ellos calcaron la mía. Vomité una tarde. Dejé de competir, conté mi historia,  escribía para sanar, me gritaban enfermo. Me consideraron traidor, apóstata y blasfemo y me persiguieron y me calumniaron y me hicieron montajes. No es por dármelas pero trataron de matarme. Y eso que no decía nada aun, que me desnudaba en mi cuarto sin ventanas ni puertas ni tragaluces pero que no había caminado desnudo por las calles, las avenidas y las plazas, distinto a estas memorias baratas a las que cubre una hoja de parra, aunque sintética. Uno no elige dónde nacer pero puede elegir dónde morir. Elegí morir, afortunadamente comenzaba a haber mucho dónde, en un país donde no me pusieran a competir con los otros muertos a ver cuál era el más bonito, a ver cual tenía la tumba más cara, a ver cuál asustaba más a los visitantes, a ver cuál acumulaba más odio, a ver cuál creía más mentiras, a ver cuál... Morí en el 2058, exactamente de cien años, declarado hijo adoptivo, coronado poeta municipal,  en la mitad de un porro y al final de un polvo sin viagra, con ropas escandalosas y el cabello teñido del azul del cielo.

 

La Carolita, jueves 21/feb/2013

© Flóbert Zapata, febrero de 2013