jueves, 28 de febrero de 2013

JULIO FLÓREZ SÍ. Por Flóbert Zapata Arias


“XXIV
La guirnalda que culmina
en la frente triunfadora,
huele a sangre, sabe a hiel;
siempre encubre alguna espina
punzadora
la caricia del laurel.
Julio Flórez
De Gotas de ajenjo”.

Triunfo, laurel, poder, dinero, importancia, competencia, los valores que se imponen hoy en Colombia, contrarios a los de Mo-tse (Dos maestros chinos. Alexandra David-Néel): “Ama a tu prójimo como a ti mismo para vuestro mayor beneficio común”. Sentado en la premisa del amor universal de que a quien haces el bien no le queda otro camino que hacerte el bien, entrada común en la aventura solidaria, sin la cual llegan el desorden y el caos a los reinos. Y que resumen estos versos de los libros de los antiguos reyes,  con la característica sencillez que dice más que complejos tratados: “Toda palabra encuentra su respuesta,/ toda acción se recompensa./ Me arrojaron un melocotón,/ devolví una manzana”. Si te coronan indica que sufriste e hiciste sufrir. Precisamente a la filosofía del maestro se oponen los letrados aduciendo que el amor universal debilita la necesaria devoción del hijo al padre, lo que significa querernos todos sin atender a los lazos de sangre, la desaparición de la diferencia social entre un humano y otro. Nos encontramos ante un poema que amplía la voluntad crítica de Julio Flórez en las fuentes mismas, a las que basta para definir un fragmento de El jugador de Dostoviesky: “la facultad de adquirir capital figura en el catecismo de las virtudes y méritos del hombre occidental civilizado y es posible que hasta se haya convertido en su artículo principal”. Donde el triunfo, de cualquiera que se trate, es sinónimo de capital. Sabemos de sobra que ejerció esa voluntad crítica en los torbellinos que esas fuentes producen como, por ejemplo, en el poema LXVI del mismo Gotas de ajenjo, tan insinuante si nos preguntamos por qué después del espanto venía la risa o qué le producía el espanto. Si se trata de no decirlo todo, o de generar sentidos, he aquí una muestra de cómo se logra.

“La ramera lloraba... y se reía
con una de esas risas espantosas,
con una de esas risas que podrían
espantar a los muertos en sus fosas.

Acababa de dar a luz, y en tanto
que alguien le preguntaba quién sería
el padre de aquel ser... llena de espanto,
la ramera lloraba... y se reía”.    

Este poema ha sido puesto en posición oblicua porque el tema de las rameras tiene complicaciones especiales,  porque afrontado con sinceridad hace temblar las estructuras mismas de la cultura occidental: los que las critican son los que las producen, los que las prohíben morirían sin ellas. Un tema que como todo en el mundo escindido tiene una cara buena y una cara mala. Sabemos que están ahí pero no hablamos de ellas. Julio Flórez sí, varias veces, con fortuna en este caso, con infortunio en otros.

La Carolita, viernes 22/feb/2013
© Flóbert Zapata, febrero de 2013