viernes, 29 de noviembre de 2013

El tonto maestro de colegio y la alumna tonta. Por Flóbert Zapata

Dedicado a Carlos Alberto Castrillón
 
Me gustaba con el cabello largo, lo lleva corto.
Me gustaba con la nariz aguileña, se la hizo corregir.
Le gustaba de cabello negro, tengo canas.
Le gustaba convencional, me volví casi hippie.
Tenemos dos hijos adultos,
ya no tenemos fuerzas para abandonarnos.
Evitando enloquecer, cada tanto hago algo que la enoja;
cada tanto hace lo que más me enoja:
humillarme sexualmente.
Cuando ya he olvidado la forma de sus nalgas
llega como quien se ha tornado pacífico para siempre,
gata que me soba las pantorrillas.
Me entrega de nuevo su cuerpo para que no me vaya,
acepto de nuevo su cuerpo mientras me voy.
No me importa su humildad, aparente porque la conozco;
no le importa mi cinismo porque no me reconoce.
Así volvemos otra vez al principio:
el tonto maestro de colegio que se enamora de la alumna tonta.
 
Me gustaba con el cabello largo, lo lleva corto. Me gustaba con la nariz aguileña, se la hizo corregir. Le gustaba de cabello negro, tengo canas. Le gustaba convencional, me volví casi hippie. Tenemos dos hijos adultos, ya no tenemos fuerzas para abandonarnos. Evitando enloquecer, cada tanto hago algo que la enoja; cada tanto hace lo que más me enoja: humillarme sexualmente. Cuando ya he olvidado la forma de sus nalgas llega como quien se ha tornado pacífico para siempre,  gata que me soba las pantorrillas. Me entrega de nuevo su cuerpo para que no me vaya, acepto de nuevo su cuerpo mientras me voy. No me importa su humildad, aparente porque la conozco; no le importa mi cinismo porque no me reconoce. Así volvemos otra vez al principio: el tonto maestro de colegio que se enamora de la alumna tonta.
Montería, miércoles 4/noviembre/2013
 
 
© Flóbert Zapata, noviembre de 2013