lunes, 9 de julio de 2012

DESPUÉS DEL COLEGIO. Quinta parte (de seis). Por Flobert Zapata Arias



LXXIV
Hace falta un profesor
para que la risa llegue completa
Hace falta un profesor para aprender derecho
Para aprender las trampas
que le salvan la vida a los otros
Para que el llanto
se torne pradera dentro de una antorcha
Para que tu biblioteca personal destile vino
Para que a los dioses los ataque la gripa
Para hacer maromas en los cuernos de los astros
Hace falta un profesor
porque imposible probar todo menos la tristeza
Sin un profesor la vida no dejaría de ser a veces vida
El conocimiento no siempre sería equivocación
La indignación no sería una granada de mano
Las flores tendrían un excesivo perfume
Sería menor de edad
la magia de las historias que cuentas
Tu voz una enredadera de acero
Tu agua el agua de todos
Las manchas de tinta de tus manos
un arqueo de caja
Un profesor te enseña
los juguetes que mueven la fuerza
El pan oculto en un rostro que se enciende en llamas
Te enseña que para encontrar el oro debes buscar ojos
Que un componente del oro 
es el estiércol de serpientes
Un profesor es ese mal amigo que llevas muy adentro
El padre que odias porque el amor no crece solo.
El verdugo que deberás encarnar
Un profesor es tu hijo de alguna manera


LXXV
Profesor:casi todos los días
usted llegaba borracho
o enguayabado a clase
(y nadie puede negar que ebrio
su sabiduría brillaba más)
Fue mujeriego
infiel
se metió en líos de amor
con las alumnas
visitaba prostitutas
Es decir un antiejemplo
un atentado contra la ética
Han pasado diez años
e ignoro si la vida lo derrotó
o sigue haciendo de las suyas
Me hice químico gracias a su cerebro
pero su gran lección
se dio en el campo de la filosofía
o cosa parecida
Como si usted
siempre de pocas palabras
nos hubiera dicho
en la mitad de un laberinto de números:
La diferencia entre los buenos
y los malos
consiste en que los malos pecan en público
y los buenos pecan en privado

LXXVI
Profesor
esta mañana
durante el baño
las noticias de radio
dijeron que usted había muerto
en un desafortunado accidente de tránsito
No me sienta bien la idea
de que ya no hará fila
para recibir los días
o el sueldo a final de mes
En realidad le debo poco
sus clases nada me aportaron
aparte de la ciencia
De todos modos
no sé por qué
es triste
casi injusto
saber que un maestro ha muerto
y que será olvidado
antes de tiempo. 


LXXVII
Don Francisco
profesor de Historia
se dormía mientras nos explicaba
sentado siempre
Nunca reclamamos ni nos burlamos
callábamos
y nos ocupábamos en otras cosas
mientras él roncaba
Cuando tocaban 
para el cambio de clase
lo llamábamos
Se disculpaba
se desperezaba
se iba
Gracias don Francisco
por habernos enseñado poco
por habernos hecho menos daño
en aquellos tiempos
en los que la educación
iba por un lado 
y la vida por el otro

LXXVIII
Soy profesor
y yo también
como tu padre tu tío o tu vecino
gano el pan con el sudor de la frente
Poseo deudas debo cuotas
a la Cooperativa el Banco
el almacén el agiotista
Sufro jaquecas de vez en cuando
y por la noche camino muy rápido
para evitar el puñal y el atraco
Consumo medicamentos tengo artritis
días malos nervios
accesos de ira depresiones
Cometo errores a veces
olvido una fecha un nombre
no me da la respuesta me confundo
te califico con dureza
te sanciono sin justicia
Me equivoco lo acepto
no soy un enviado de los dioses
o algo así
Un hombre apenas
como cualquier otro

LXXIX
Pasan unas alumnas en sudadera
una profesora joven recién nombrada briosa
tres alumnas con el Coordinador de Disciplina
la Rectora inspeccionando unas grietas nuevas
la Secretaria con un fajo de hojas de vida
y aquel profesor lento canoso
que se dirige a un salón
donde hablará a los hijos
o los nietos
de sus primeros alumnos

LXXX
Un profesor con un sueldo corriente
admirado por discípulos y colegas
autodidacta sabio
Los fines de semana
se emborracha en su cuarto
con tangos de Gardel Magaldi Corsini
Un día la sobrina de la dueña
de la casa en cuyos bajos vive
(también alumna suya)
sorprendida de saber que vive allí
conoce por su tía de sus costumbres etílicas
de su ebriedad continua
de su persistente soledad
(Ha mermado el volumen del equipo de sonido
escucha la conversación que se filtra
por las uniones de las tablas)
Es un maldito borracho dice la tía
y a él se le humedecen los ojos
Tía tú no dejas de ser mala contesta la muchacha
A él le brilla la mirada
sigue tomando y llora
como quien ha recibido un beso
a la vez de amor y despedida
Nadie sospecha
que hace mucho tiempo
besó y dijo adiós a una alumna
a la que amó sin saber que para siempre

LXXXI
El profesor llega a las siete
se coloca el delantal blanco
obedece al horario
se despoja del hogar de los ruidos
del televisor del equipo de sonido
de tres o cuatro frustraciones
de las quejas de los hijos
el alto costo de los servicios
la cuenta del supermercado por las nubes
el Banco devorador inclemente
su mujer de senos que ya envejecen
y caderas muy anchas
asaltadas casi sin deseo
saluda y toma lista
y comienza a dictar su clase
en un salón que se sabe de memoria
y los alumnos
nuevos y en nada diferentes
quizá vean a un hombre sabio
inmune ejemplar solvente
no la gloria de enseñar
de sentirse un poco importante
un poco necesario 


LXXXII
Recibí sus clases
el último año de bachillerato
De usted queda la sabiduría
tan honda que no la recuerdo
Su figura maciza
sus dedos gruesos
entre los cuales se perdía la tiza
como una punta de lápiz
Su voz recia nasal
Sus maneras amables
a las que resultaba imposible no concederles  
un profundo respeto
Acabo de enterarme
que murió de peritonitis
hace quince años
y el vacío en el pecho irrumpe enorme:
hay mucho de injusto
de terrible en esa noticia
El mundo ha seguido desde entonces
con su agitación y su mala memoria
con sus enfermedades y sus paliativos
y sólo me sana un poco
contar a algunos amigos conmovido
su historia de treinta y siete
pero apenas me escuchan
y compruebo una vez más
que la alegría se comunica
pero el dolor es intransferible
Dentro de mí usted acaba de morir:
a los cincuenta y dos
una vida ya no tan corta
Lo que viene:
luchar por hacerme a la idea
de que aun no ha muerto
de que vivirá largos años
sin que yo lo sepa


LXXXIII
Maestro:
aquel
que aprende
y enseña
con un solo
cuerpo

LXXXIV
Cada año los alumnos son más jóvenes
y la misma cuesta fatiga el doble
El profesor envejece

LXXXV
En el delantal blanco
del profesor
hay muchas cosas no tan simples
El culto a la higiene
también reflejo de la búsqueda
de limpieza interior
La mística
Una sutil barrera
(de cristal puro muy delgado)
La renuncia a la exhibición
Cierto aire de médico forense
Un poco de mentira
de autoengaño
de disfraz
Ese poco de miseria
que todos llevamos dentro
y cubrimos con la apariencia

LXXXVI
Profesor:
antiejemplo
que
terminamos
imitando

LXXXVII
Profesor injusto:

que eres
tan escrupuloso
y puntual
has incumplido
todas tus citas
con la muerte

LXXXVIII
Vendrá la jubilación, a la vez fortuna y amenaza.
Te esperan las mesas de café, los tintos entre los tas tas de los billares, al fondo juegos de cartas o fichas que pueden romper un poco la monotonía.
Los parques buenos lugares, dolorosos como el silencio, sobre todo en la mañana. Por la tarde poblados de chicos estridentes, de parejas de enamorados que hacen de las suyas y te irritan.
Caminar regularmente, sí.
Deshacerse del pasado adverso. Recordar lo agradable implica un esfuerzo extraordinario, tortura quizá ingrata.  A esa edad la memoria engaña, entrega poco, preferible conformarte con dos o tres fragmentos.
Las hondas reflexiones sobre la vida que dabas a tus alumnos no las recibirán ni los nietos.  Las nuevas generaciones ambicionan la cómoda felicidad, pensar les molesta, el deber les estorba, los saca de casillas.
Las contrariedades te deterioran, así que mejor no encarar a nadie, enmudecer, adaptarse (ese verbo inhumano).
Ningún alumno se acordará de ti, no te hagas ilusiones. Junto a la gratitud crecen la mala memoria y el afán.  Uno que otro preguntará ¿Le debo algo? ¿Acaso no recibía salario?
En fin, la meta de vivir no cambiará respecto al pasado, entonces  tuyo: luchar contra el vacío.  Pero ahora te encontrarás solo, sin alumnos, sin risas, sin notas, sin fuerzas, desprovisto de ciertas ventajas, de aquellos gestos y motivos de orgullo.
Profesor, se avecina tu mayor problema: ¿Cómo dejar atrás la costumbre de enseñar, es decir la costumbre de ser?

LXXXIX
Profesor, esa risita extraviada, involuntaria y anárquica del día de pago.  Ese gesto que se sale aunque no lo quieras y te adorna el rostro sin que lo percibas.
Aprovecha el fulgor de los ojos, se insinúa en las mejillas y luego (esto sí difícil de apreciar)  te invade el cuerpo, te hace sentir diferente, mejor dispuesto, energizado.
Luces menos severo, generoso, superlúcido,  trasparente, limpio en todo caso.
Recobras cierto idealismo, te das licencias, frases de alegría, alguna broma.
El día de la consignación, el más grato de los días del mes.
Aunque cada vez concluyas que el salario no alcanza, que todo sube, que la moneda se devalúa con sadismo.
Un día bello en definitiva.
No importa que luego vuelvas a ser duro contigo y con los alumnos, que la vida te sitie de inmediato como acostumbra.

XL
¿Cuántas tizas
se necesitaron
para teñir
el cabello del profe?