Siempre que veo un libro de ficción brevísima en una librería lo compro. Me seducen de esta propuesta sus procesos y misterios de condensación y relámpago. La cultivé con asiduidad antes, no la he abandonado nunca. Eran los tiempos de experimentación total con los géneros y la nueva invención. Recuerdo a un incauto asegurando que surgía de la incapacidad para afrontar la novela. Haikú narrativo, esta especie que ha dado páginas memorables a la literatura universal, se cultiva por fuera de deficiencia o saciedad como lo que constituye un universo en sí mismo. sábado, 15 de marzo de 2008
SEGUNDA ANTOLOGÍA DEL CUENTO CORTO COLOMBIANO
 Siempre que veo un libro de ficción brevísima en una librería lo compro. Me seducen de esta propuesta sus procesos y misterios de condensación y relámpago. La cultivé con asiduidad antes, no la he abandonado nunca. Eran los tiempos de experimentación total con los géneros y la nueva invención. Recuerdo a un incauto asegurando que surgía de la incapacidad para afrontar la novela. Haikú narrativo, esta especie que ha dado páginas memorables a la literatura universal, se cultiva por fuera de deficiencia o saciedad como lo que constituye un universo en sí mismo. “Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada” dijo la hipérbole tensa hasta el límite de Ricardo Reis y Saramago la suavizó: “Somos cuentos contando cuentos, nada (ISBN 84-204-2862-0, p. 245)”. En la una o en la otra, sin duda encaja mejor lo miniado que lo extenso, su esencia misma en vez de su escalón previo.
Bien, Harold Kremer y Guillermo Bustamante Zamudio, dos escritores por vía doble (creadores y difusores) han publicado con la Universidad Pedagógica Nacional la “Segunda antología del cuento corto colombiano (ISBN: 9789588316468)”. En este banquete variopinto figuran los caldenses Orlando Mejía Rivera, Octavio Escobar Giraldo, León Darío Gil, Flóbert Zapata, nacidos en Bogotá, Manizales, Caramanta y Filadelfia, respectivamente.