sábado, 1 de marzo de 2008

LOS AÑOS DE COLORES. Héctor Juan Jaramillo


(A partir de Después del colegio de Flóbert Zapata)


Un crítico sólo debe escribir sobre lo que ama: he aquí un feliz pensamiento de T. S. Eliot a propósito de un libro de Ezra Pound, y que no deben olvidar los críticos que no aprecian la obra que abordan, en las dos acepciones de aquel término. Me he decidido a escribir sobre Después del colegio de Flobert Zapata ya que veo en él a uno de los mejores libros de poesía colombianos de la época (1993). Porque discurre en medio de un panorama soleado y pleno de alegría, entreverado también con los momentos sombríos de una generación que pasa por su etapa iniciática y en la cual se halla aquel futuro que parece perdido para Colombia y que, para no seguir atrapados en el reino de la mentira, es allí dónde puede encontrarse. Se trata aquí de un conglomerado bullicioso que hace palpitar el corazón como un solo de batería, a cuyo son pareciera danzar.

Este calidoscopio abarca panorámica y puntualmente toda la vida que gira alrededor del colegio, desde la vivacidad del colorido de los amores de estudiante, hasta la solemnidad de ese gris que se diluye mientras el maestro envejece. Fuera de los muros del colegio también asistimos al tumulto de los recuerdos de los exalumnos; lo mismo que a la proyección en la práctica de la vida de un estudiante que casi no se gradúa por culpa de la química y hoy es un fabricante de buñuelos, para quien lo realmente importante/ es la calidad del queso/ la receta secreta; y todo aquello que hace que “sus buñuelos sean esponjosos/ y apetecibles. ¡Qué ligereza la de esta página para saltar los muros de la academia y aterrizar en forma mullida en el diario vivir!

En estas páginas caben, por igual, desde la actitud implacable con un profesor injusto: tan escrupuloso y puntual: Has incumplido todas tus citas con la muerte, tal como sentencia un narrador impersonal, que en su carácter de personaje de este libro, hace crecer la estructura de la obra y le sirve al autor para expresar unos puntos de vista que, con la magia de la poética como transustanciación del mundo, acrecientan su perspectiva porque son, a la vez, de todos y ninguno. Cabe también, por otra parte, la radicalidad de una actitud ante el "Síndrome de lunes" (un espanto que con puntualidad de fantasma británico causa periódicamente angustia a todos los estudiantes), que hace jurar a un corazón rebelde:

un día de estos
no obedecerás
al reloj despertador
aunque sea lunes
dejarás esos tres o veinte
problemas sin resolver

En función de la riqueza de este mundo escolar, brillan destellos sobre la vida que se desenvuelve en torno a él. La alternación de puntos de vista profundiza su perspectiva, concediéndonos una mirada que, al operar en forma simultánea y de manera más abarcadora que la de un espectador individual, sólo puede poseer una obra de arte.

En la polifonía de este libro, fuera de la del protagonista y otras voces diversas, a la citada voz impersonal que hace poco sentenciaba a muerte a un profesor injusto, se unen otras en primera persona. Pertenecientes ellas a personajes bien diferenciados: la del que vende paletas y helados para costearse su estadía en el colegio, y que aprende tanto de sus materias como de la calle y de su relación con el clima y su negocio. El poema remata con una suerte de brindis por la vida, por la ciencia y por el triunfo: Aprendo mucho más fácil/ cuando es buena la ganancia/¡Qué viva el sol/ el estudio y la plata!

En Después del colegio se reúnen, a través de la visión multidimensional del narrador-nosotros (enfocada en un punto que interesa a la unanimidad de las miradas de los alumnos); el ahora y el después; el afuera y el adentro; lo mismo que el yo, el otro, y el nosotros y los otros. Veamos esto puntualmente. Al recorrer estas páginas; va desfilando el pendejo de la clase, del que decían sus compañeros: “se las pisa”; y, al que, puesto que se ha enriquecido, le han perdonado ahora.

También admiramos aquí a una estudiante joven y hermosa a la que en el Parque de los enamorados el viento ha levantado la falda hasta que se dejan ver unas tangas blancas, haciendo que para los hombres, que por allí pasan en una buseta, esa noche los muertos del noticiero serán menos tristes.

Pero hay que volver a la rutina del colegio: El profesor llega a las siete/ se coloca el delantal blanco/ obedece el horario/ se despoja del hogar de los ruidos, etc. Y con la policromía de una estampa, el narrador-nosotros muestra como es posible que esta rutina de comienzo de la jornada también tenga su embrujo:

De golpe el paraíso nos sorprende
en una buseta
de las siete de la mañana
llena de muchachas
con uniformes y libros
recién bañadas
esplendorosas
adheridas a la fascinación
como un tatuaje
que bien puede durar
el resto del día
o la vida

Entre todas estas muchachas podemos imaginarla a "Ella”, ella por exelencia, el ideal de ese amor romántico, ingenuo, puro, absoluto; que sigue aleteando en el pecho de las últimas generaciones, a pesar de los compungidos anuncios de su muerte como una víctima más de la segunda guerra mundial.

Ahora mirémosla a ella, la estudiante sin nombre que trae hipnotizado y en medio de la alucinación al hiperbólico protagonista; que a pesar de ser pequeña sobresale por encima de todo el mundo; además de ser dulce, alegre y un poco triste como una nota bajita, y la más linda del colegio, por supuesto. Este campo está sembrado de apelaciones jocoserias, sabroso fruto del despecho que lleva consigo la gran afectividad de nuestro colegial. Y en una comparación donde el cariño se reparte y se expande, le declara, por otra parte, con su característica emotividad: “Eres tierna como la profe de idiomas”. Entre la indignación y la perplejidad le dirige este reproche:

Te reíste como loca perversa
cuando en plena clase de urbanidad
tropecé con un pupitre y rodé

En medio de su ingenuidad y picardía, este chico recuerda en otro instante juguetón:

Escribiste (...)
Que La María pertenece
al género femenino


Y remata, como para que tiemblen las feministas:

eres tan brutica
pero tan linda

Este libro mira su entorno con la mirada de los jóvenes, porque se trata de una visión desprevenida, descomplicada y desenfadada, sin interponerle velos al lector, lo que le permite un acercamiento emocional y directo a este universo en período de formación. Por el lenguaje que en ocasiones utiliza, y sin recargar la jerga, preservando su ligereza, es asimismo representativo de las mocedades de esta época.

Es natural de todos modos que el protagonista cuente que porque llegó al extremo de decirle boba a ella: “le tuve que cascar al pesado de Vanegas porque se burló de ti.” Comparando sus aproximaciones a ella con el vuelo de Ícaro hacia el sol, aquél refiere que “Estuvo tan de malas el tipo/ que se le derritieron las alas de cera/ y fue a templar/ al mar Egeo”. Concluye que cada vez que se acerca a ella se le derrite el valor y cae en las aguas del miedo, se pone rojo, saluda como si nada, y sigue de largo. Ante el preconcepto de vacuidad que se ha querido vender de todos sus coetáneos, en Variación Bíblica aparece esta reivindicación hecha a través de uno de ellos, con una contundencia y una sutileza difíciles de reunir

Bienaventurados
los que leen
porque
de ellos
es el reino
de los chéveres

Ante este trozo y ante todos los citados se advierte que Después del colegio no sólo representa a las <> que nos rodean, sino que en cuanto al tono coloquial que encierra, él también expresa a las de todos los tiempos. El gran salto al ruedo de este libro es que por moverse en el marco de la cotidianidad, frente a la poesía hermética y a la divulgada por la academia, la capta todo el mundo por estar hecha de impresiones frescas y recién salidas de la interioridad de los personajes que en él alternan, sin elaboraciones cultistas.

Ya lo hemos visto, el genio que utiliza el autor para introducirnos en la botella donde mora es Ella. Tierna, frívola y cruel, y tan contradictoria que, en palabras de su despechado galán, siendo fría como los malos de las películas, te dejó absorta la clase sobre el pecado. Deslumbrado ante la hermosura de esta muchacha que lo ha escogido sin él sentirse nadie (¡fecundas paradojas del amor pasión!) y rebosante de inquietud ante este espectáculo del <> nuestro protagonista en su dubitativa pubertad se pregunta: “¿Cómo hago yo con quince años para quererte si eres tan rara?

Un rasgo característico del amor pasión es el ser una fuerza centrípeta. Así todos los puntos de referencia del protagonista muestran que él y ella son el centro del mundo, sobre todo ella. Si él ve desfilar las candidatas al reinado del colegio con todos sus atributos, al fin dice que todo ese montaje le interesa muy poco porque:

La que amo
la que me trastorna
la más hermosa del planeta
no participa en reinados
ni cosas por el estilo

Como este par, que todavía no es una pareja, colma todos los lugares con su amor, el narrador impersonal nos cuenta que se han mirado en el examen(...) en las izadas(...) en la misa(..) y nadie sabe que se han mirado. Este “amor secreto” no cabe en los muros del colegio y llena de sentido con sus ocultas correspondencias todos los espacios en que ellos se encuentran, al punto de que todos saben de él, hasta el portero. Es así entonces como se ilumina una cámara oscura para enriquecer la picaresca de la obra. El sello de la autenticidad de esta relación afectiva se presenta cuando el adorador da una de las mayores pruebas de la verdad del amor romántico, que es sufrir el dolor de las heridas del otro, cuando se conduele de esta enormidad:

El uno que sacaste ayer en trigo
hoy me tiene triste


Con las características aludidas queda visto que en esta primera parte de Después del colegio se tipifica y representa ese amor - pasión que hoy puede llamarse amor romántico; resumido en los versos clásicos: amar con esperanza es medio amor/ y amar sin ella verdadero amor. Un amor en el que se atraen los enamorados tanto como se acrecienta en medio de la inaccesibilidad y el misterio hasta llegar a la obsesión del uno por el otro, igual que por el amor mismo.

Quiero hacer justicia a la polifonía de esta corriente llena de recodos, revuelta y festiva, pero más honda de lo que se juzgaría de prisa, y cambiar entonces de voz y de ámbito para escuchar a un contestatario que trastoca la monótona colección de fierros de la disciplina escolar y acaricia la libertad entre el amor y la rabia y se rebela contra el Déjate llevar/ no analices.

Dicha rebelión le permite diluir como arena entre las manos ciertos estereotipos. Es el caso del alumno modelo que es los otros/ no es casi él. O el de otro colegio donde la disciplina es tan despiadada que Es más fácil engañar a Dios que a las normas. Esa maquinaria desprovista de humanidad por tanto produce unas alumnas que son fotocopias unas de otras. Ante este cuadro de las mismas figuras y colores sombríos podemos apreciar la fortuna de haber parado en este oasis de la diferencia y la vida que es nuestro colegio, donde se mueven con agilidad el vendedor de paletas, el fabricante de buñuelos y aquel alumno que condena rotundamente a un profesor injusto, y donde se atisban los adolescentes románticos.

Frente a ese romanticismo y esa disciplina represiva se levanta el erotismo que con la lúdica y el placer que implica, en esta obra subvierte aquel pensamiento clásico que se exhibe en las aulas como un peso muerto y descarnado. Lo que sucede en las Variaciones, que son unos juegos del lenguaje que traen consigo tanto frescura como liberación, por ejemplo al hacer en una de ellas unas cosquillas irresistibles ante la rigidez hecha para el terror y la ignominia de un “1” erecto e implacable.

La Variación a Descartes es una lección práctica sobre el curso del pensamiento actual donde la razón toma carne:

Me
besas
luego
existo


La Variación a Arquímedes es la proposición de un enamorado que busca un <> en el cuerpo de su amada para desarrollar con una suerte de contacto milagroso toda su potencia: Dame una noche/ contigo/ y moveré/ el mundo.

Decir: Hace falta un profesor/ para que la risa sea completa es recordar a una figura sin la que tampoco el colegio sería acabado y sin la que no se concebirían las travesuras que burlan la disciplina en una edad que derrama energía. Añadir: Un profesor te enseña/ los juguetes que mueven la fuerza es dar a entender que la vida de colegio es un juego que sin la presencia de los profesores no adquiriría seriedad.

A propósito de Después del colegio llego a concluir que un profesor, que es un hombre apenas/ como cualquier otro es un contrapunto que al no encajar en su modelo les enseña entre brumas y por contraste a sus alumnos una tierra prometida donde si se liberaran del <> que en su imperfección el profesor encarnaría, la vida puede ser abierta como un cielo de verano.

Luego de recorrer con Flóbert Zapata los espacios presentes en la vida del colegio donde nos hemos movido a través de estas líneas, adquiere toda su solemnidad la lenta marcha que en medio de la indiferencia de la rectora, de una profesora joven y de algunos estudiantes, emprende un anciano profesor hacia un salón donde hablará a los hijos/ o los nietos/ de sus primeros alumnos.

La vida de un colegio cabe en un libro como el de Flóbert Zapata, ya que gracias al arte en esa obra se condensa y revela un universo y los estudiantes y sus relaciones toman una sustancia con sabor a festín, involucrados en una ebullición en la que se siente sumergido el lector. La disciplina es asimilada en Después del colegio por medio de dos o tres rasgos trazados con mucha gracia. Los profesores son comprendidos dentro de un marco de debilidad y hasta de heroísmo cotidiano, que “empieza cuando cierta pesadez es vencida” para decirlo con una frase que ahora se me viene a la mente.