lunes, 13 de mayo de 2013

EL ASNO DE ORO (Lucio Apuleyo). Por Flóbert Zapata

El título me desanimaba, un asno de oro, no, no me gustaba la idea, cuestión personal, asociaciones que no tenía cómo borrar. La metamorfosis, su otro nombre, tampoco se desmarcaba, porque siempre lo asocio con la metamorfosis de la mariposa.

Esta semana lo leí de un tirón, tanto envuelve, delicioso, superlativo. Nos muestra las vísceras del mundo romano con sus edemas y sus metástasis, única vez que no se ocupa de sus galones, su mapa en proceso de engorde y sus conspiraciones. 

Lucio, por un error de brujería, resulta convertido en asno cuando esperaba convertirse en ave, en un asno corriente, con orejas, rebuznos, cascos y grandes dientes. En ningún momento se convierte en un asno de oro, ni siquiera su piel tiene espectro rojo. Luego comprobará que el oro es amarillo pero tiene el alma roja, porque se alimenta de sangre como las acémilas de cebada, cuando cuentan con suerte. Para salirse del embrujo debe comerse unas rosas, pero se le vuelven esquivas y sólo las encuentra al final del libro en una procesión con ecos de Semana Santa cuando niño, a manos de un sacerdote instruido por la diosa Isis. La historia del asno, intercalada con el conjunto de las microhistorias de sus dueños y de otras de la narración oral, crónica novelada o novela cronicada,  sí es de oro, vale mucho, enseña más que un profesor de historia, aunque cualquiera enseña más que un profesor de historia, para eso le pagan, para que no la enseñe, para que enseñe sólo su urna cineraria, sin abrirla por supuesto. Qué triste la historia convertida en la insufrible lista de nombres y fechas en desperdiciado esténcil del profesor Ramiro.

La casa donde se encuentra Lucio, que de asno no tiene sino el cuerpo porque conserva su personalidad y percepción humanas,  sufre un asalto de ladrones, quienes también se lo llevan como bestia de carga. Desde ahí comienza una vida atroz para el asno, llena de férula, heridas y llagas, intentos de homicidio y castración, esclavitud y hambre, como nadie lo puede imaginar y que muestran más la maldad del hombre que la evidente mala conciencia del hombre frente al animal, en el fondo resumen de la mala conciencia del hombre frente a sí mismo.  Al lado de lo que padece, todo lo que ve y lo que oye nos lo cuenta en el libro y esa ristra de relatos constituye su valor excepcional y vidente.

En el teatro de Roma los actores cómicos usaban sandalias humildes y los actores trágicos usaban zapatos altos y ostentosos llamados coturnos. De ahí la expresión Cálcese los coturnos, o sea póngase serio. Podemos decir que en El asno de oro Apuleyo, o de quien quiera que se trate porque se habla de una adaptación del griego, cuenta la tragedia con sandalias, sin duda para evadir la censura. ¿Qué tragedia cuenta? En general la tragedia de la cultura romana: la mezcla explosiva de la usura, su vástago la misoginia, y la religión,  compartimiento de la usura o a la inversa,  cuando destruye la fe y se da la ascensión de la falsa fe y la conversión del fin de la religión en un medio para satisfacer los caprichos y las perversiones de un ego colectivo escabroso y canallesco. En lo particular cuenta los pensamientos y acciones íntimos de los dominantes plebeyo de alma con plata y plebeyo de clase en su lucha por sobrevivir, aunque no falta por allí el personaje noble, idealizado o no, junto a las divinidades de entonces: Cupido enamorado de la humana Psique nos muestra que a los celestes los mueve las mismas pasiones humanas, que las divinidades deben entenderse finalmente como hipóstasis de lo mundano templado hasta el fondo de la imaginación y la enfermedad. Pasando de dueño en dueño, como un hombre pasa hoy de trabajo en trabajo, el asno como el hombre encuentra algún jefe bondadoso pero la mayoría no pasan de rufianes sin remedio. Todas esas vidas, sus salvajadas fuera de cause y sus fechorías macabras las ve y escucha el asno, con el que por parejo compartimos los azotes y la curiosidad. Soy tú, parece decirnos el asno, a dieciocho siglos de mi historia todo sigue igual, sólo que ahora tú eres el asno. Y le damos la razón, nada hay de diferencia entre la miseria terrosa y la crónica roja de hoy, pública y privada, y los sucesos y noticias de entonces: venimos mal desde la raíz. Así por encima podemos hablar de envenenamientos, chantajes, codicia, sobornos, falsificaciones, traición, hipocresía, mansalva, calumnia, mentira, violencia, agüeros, supersticiones, torturas, sadismo, incautos, negociantes de la fe… que sólo han cambiado de ropaje. A la par con esta constitución de podredumbre, inseguridad y terror la  religiosidad obsesiva de los romanos.  Lo que hicieron al desembocar en el nuevo credo no pasó de un cambio de denominaciones, preciso en el catolicismo, en los últimos capítulos sin dificultad en Isis vemos a la Virgen María y en Osiris a Dios.   Para rematar, Lucio fuera de la piel del asno se va a La Ceja para iniciarse en los misterios de la sagrada oscuridad, baja a las fronteras de la muerte, pisa el umbral de Proserpina, pero finalmente el propio Osiris le recomienda que continúe su carrera de abogado y escritor y se sobreponga a la envidia y la difamación que se habían ensañado criminalmente con él.       

La Carolita, lunes 6/may/2013

 

© Flóbert Zapata, mayo de 2013