domingo, 7 de octubre de 2007

BITÁCORA DEL ALIENADO

1
En el treinta, RCN, pasan “Misisipi (españolizado) en llamas”. Ya había visto esa película quince días atrás en “Film & Arts”, uno de los canales que vale la pena porque se rebela a ser sólo consumo y deprimentes masturbaciones mentales. Va en la mitad y decido repetirla, recordar ese estupendo giro de serpiente de los cristianos anglosajones inflados de xenofobia, amparados en el Génesis 9, versículo 27, como si la Biblia hubiera nacido de un huevo de araña. Lo que más me gusta de Estados Unidos es la lucha de los negros por los derechos civiles y la historia del jazz como voz desesperada y sobreviviente. Y su arte independiente de las cadenas de montaje. Que en su industria cinematográfica es escaso, comparado con las toneladas de celuloide para olvidar, receptoras del extraño perdón del dinero sin embargo. En este momento los agentes del F.B.I nadan en barro frente al Ku Kux Klan y el develamiento del crimen de los tres chicos defensores de los derechos humanos parece cerrado por falta de pruebas e irresoluble. El agente Anderson acaba de exprimirle los huevos a Frank Bailey, en un envión delicioso y catártico. Cuando hay propagandas lo paso a “Arts”, el canal canadiense sólo de clásica. Allí un concierto a blanco y negro, antiguo quiero decir, dirigido por Von Barajan (o Carajan, el carajo pro-nazi) con la Filarmónica de Berlín: el finalle alegro presto de la Quinta de Bethoven. Poderse evadir de la publicidad perversa con ópera o una rapsodia es una suerte. Definitivamente la publicidad de los canales privados sin alma (o sus pares estatales de alquiler) en el capitalismo desalmado es una neurotoxina de nuestro tiempo. Casi insoportable por sus excesos, sus estupideces, su impudicia; revulsivo que hace botar una baba fucsia y tonta. Sin embargo hay canales en los que uno acepta la publicidad. Porque es arte. Porque la merecen. Porque son respetuosos. Me refiero, por ejemplo, a “National Geographic” o a “Discovery Chanel”. No se evade la hora de la publicidad por agradecimiento con la calidad de programación, por su mesura, por su compasión. Y porque no embuten al televidente, como en un molino Victoria, con mugre barnizada, desmanes bacteriales ni desverguenza. Gracias Canadá por “Arts”. Gracias Allan Parker por “Misisipi”. Mi tributo es conseguirla, prestársela a mucha gente, para contribuir a que se haga coro como los negro espiritual.

2
Casi una ironía que no se aleja de la verguenza es que Telecafé no registre un programa dedicado sólo a la literatura y el arte. No de Telecafé sino de todos. Por culpa de ese vacío no contamos hoy con un video de Carlos Héctor Trejos leyendo su obra. Nuestro valioso, consagrado y hombre limpio Carlos Héctor. Qué consolador sería poder verlo en una grabación dedicada a él, sólo a él durante media hora, digamos. Pero no. Ese vacío no ahorra el silencio y ejercita en la tormentosa facultad de ignorarnos en lo que finalmente quedará. Helada y perversa autoridad deniega la memoria fílmica de nuestra cultura. ¿Quién será el quimérico que lo haga? Para que quede el registro de los otros que seguirán yéndose. Para que difundamos la literatura, para que dilatemos el alma, y que la esperanza deje de ser una tenaz polilla mecánica.

3
Debe hacer mes y medio que vi “Gallego”, la excelente película sobre la inmigración de esta franja española a la Cuba del XIX. Ahí auténtico sabor a sangre de España. No como en otra que vi dos años atrás, demasiado norteamericana para no ser en alto grado ajena. El camino es otro. Entiendo que los españoles son conscientes del conflicto que representa la europeización para su propia identidad (y la indirecta y a veces directa, norteamericanización), sostenida con vigor en caminos como el de la literatura.
La vi en “Cine latino”. Me gusta porque es un retrato de los muchos que conforman la fundación de Latinoamérica. Este canal debiera casi que programarse por ley. Ahí vemos lo que hemos sido, lo que no, lo que podemos ser, lo que debemos. Nuestro gran problema, en el caso colombiano, más que la dependencia económica en relación con los Estados Unidos, es el forzozo transvasamiento cultural devenido paralelo. Que nos puede hacer perder el rostro, ya bien desdibujado. Que nos puede enterrar el alma, ya bien torcida. Con omisión de su arte, de su ciencia, qué más nos puede aportar Estados Unidos que una tradición de xenofobia, de sicópatas, de asesinos en serie, de doscientos mil muertos en accidentes automovilísticos por año.
La cultura española es mucho más antigua que la norteamericana, la latinoamericana de igual edad. Es bueno pensar en la necesidad de continuar siendo nosotros. Tiene que ser evitable que en el contacto con el vecino aprendamos sus virtudes y también sus vicios en brutal condena.

4
En los cuarenta años que llevo vividos nunca había padecido un invierno de estos. Ya llevamos seis meses continuos y despiadados de lluvias. Y va para largo. Se dice que extenderá sus garras de nubes otros tres meses cuando menos. O será que sí los he vivido pero no los recuerdo. O nunca fui consciente de ellos. Recuerdo la infancia. La lluvia era un espectáculo. En una borrasca famosa en Santoral en el sesenta y cinco, que arrastró mesas de carnicería de la plaza y derribó dos madroños y un mango del parque y volteó furiosa un Willis 54, estuve fascinado; el miedo no era componente de la receta. En cambio el vendaval de hace tres días, que iba a arrancar las ventanas y finalmente no las arrancó, me puso nervioso y fuera de mí. Pero sobre todo este invierno torrencial parece hecho para que yo sufra con sus agujas de frío y la humedad que traspasa la suela de los zapatos y esta sensación trasferida a lo espiritual de que el sol viene con ímpetu burgués a decir: existo pero mi calor no es para usted y no puede comprarlo. Tener cuarenta años, o ser esa cosa que llaman adulto, es también haber alcanzado una ardorosa, diligente y masoquista capacidad para percibir los inviernos.

5
El poeta no es el que se defeca en la mitad del camino. Es el que ve la defecación en la mitad del camino que no ven los otros.

6
Más importante que el valor de la crítica hecha por el poeta es constatar que no es insensible frente a la necesidad de hacerla. Su ausencia generaría sospechas sobre su poesía más que sobre la propia capacidad crítica.

7
Sucede en todo lector que algunos libros que le parecieron buenos al principio de su vida le parecen malos al final y que algunos que detesta en los años calvos hubieran sido juzgados fabulosos en su juventud. “Este le gustaría a mi hijo”, se dice. Sentirá el deseo de coser a su pecho los libros que al comienzo despreció. Después de tales inversiones seguramente ya se habrá agotado el tiempo para pensar otra cosa respecto a ellos y, en general, sobre cualquier otro asunto.

8
La poesía cumple una función social.
Y una función epistemológica.
Y una función ontológica.
Son las mismas de la poesía todas las funciones de la materia y del espíritu.
¿El circo divierte? También la poesía.
Agrieta la poesía como la visión del cadáver cerúleo de un motociclista, con un charco rojo junto a la cabeza, a las nueve de la mañana en la carretera a Pereira, rumbo a Cartago.
Todo lo brinda la poesía. Todo está en sus entrañas.
Digamos para ella lo que Valery (en “Tel quel”) de la pintura en particular: que su objeto es indeterminado, es decir, infinito en sus posibilidades.

9
Todo es cuestión de tonos. Son infinitos. Sólo que los sentidos o el lenguaje son insuficientes para percibirlos y para nombrarlos. La muerte es la suma de todos los tonos. La vida es uno de ellos. Al arte impide que todos los tonos vayan al esófago de la muerte. Le arranca tonos ocultos.

10
Los llantos del amor que me produjeron risa. Las risas del amor que me produjeron locura. Las muertes del amor que me produjeron vida.

11
Quería ser viejo para que fueran creídas mis palabras. Ahora que lo soy no tengo interés en decir nada. Inútil sabiduría de verdades, atenderla equivale a no vivir.

12
Estoy exactamente a doscientos cincuenta pasos de la felicidad. Eso si no se ha cambiado de casa. No he podido llamarla porque tiene el teléfono cortado por falta de pago. No sabía que a la felicidad la afectaran problemas económicos. ¡Es tan etérea! Anda siempre entre las nubes. Su cuerpo es tan poco de este mundo que dice que nunca hará el amor conmigo. A menos que me case con ella. Le digo que la invierto y pierde así toda su belleza, que el amor es justamente redimir a una puta o prostituir a una santa. Que sólo ese proceso funciona. Me pregunto y me pregunto si la felicidad tira pedos. En ese caso la abandono de una vez y me enamoro del dolor.

13
Muchas veces me pregunté qué es ser hombre. Para responderme estudié la piedra. Para hallar la piedra más profunda fui un ahogado.

14
Estoy en una edad difícil. Se me confunden a veces los nombres de los poetas con los de los futbolistas. No recuerdo por ejemplo en este momento si Euclides da Cuna fue un vanguardista antropófago o un goleador del Botafogo. Iré a la enciclopedia. A veces olvido el teléfono de mi casa. No logro recordar el color de mis calzoncillos puestos. No me reproches que te ame desde lo alto. O que la vida haya hecho de mí lo que hacen las furias con las piedras del río.

15
Nunca tuve animales porque me enseñaron a odiar la exogamia de la mayoría de ellos. No soy un primitivo y siento que vivo como tal. Busco y busco la edad media para caminar desnudo.

16
Habían más burdeles que farmacias. Habían más burdeles que panaderías. Habían más burdeles que escuelas. En las farmacias ofertaban whisky con barbitúricos. En las panaderías pasteles de ron. En las escuelas chicha de corteza de piña con cerveza. En realidad hablamos de una ciudad que era un burdel con dependencias menores.

17
Me hieres con agujas de nube. Tejes mi amor con almas de gusanos, con cisnes que festejan arrojándose al agua desde uno a otro de mis ojos. Por donde andas siempre dejas olvidada la sombra de una hoja desconocida. Cuando me besas los cocodrilos piden silencio y los grillos se arrancan las antenas y hacen una pira y danzan alrededor.

18
Los enamorados se miran largamente. Intercambian agua los primeros minutos en chorros transparentes y ondulantes. Luego el agua cumple su ciclo y se convierte en alcohol. Después los enamorados se desnudan y al rozarse explotan en llamas.

19
Delirium traemens. Cientos de ratas te muerden y tú estás congelado. Después de llenar sus panzas miran al cielo. Delirios menores. Un pájaro azul pasa volando: la flor de Novalis con alas. Facilis est descensus averno. Sobrio como una lápida, alguien danza en los jardines de la leucemia.

20
Madre, me lavo los dientes con cerveza, eso dice mi mujer. Afeitarme es una tortura, me corto, me traiciona el pulso y eso que bebo sólo mi ración indispensable. Hay una ciencia que estudia la elaboración de los vinos, se llama enología. Esa debió ser mi carrera. Pero ya no estudié ni estudiaré. Soy la pobre estrella del sermón de un cura senil sobre la bebida. No alcanzo a ser una parábola. No sé si todavía soy un hombre. Madre, reza para que no me atropelle un auto.

21
(Medieval)
Hecho de los tiempos en los que bailar desnudo era cosa sólo de putas. En que ni siquiera las putas bailaban desnudas. De erecciones por besos en la mejilla.

22
Amo el papel. Amo el corazón del papel. No escribo. Voy al papel con una daga y busco su corazón. Es el centro el fluctuante lugar donde habita, mínimo Teseo oculto en el laberinto de la hoja. El ha matado a mi padre y voy en busca de venganza, con la tinta-mandíbula lo hiero. Sangra y se esparce el achiote en la hoja. Me he saciado. Está moribundo. No por compasión le doy primeros auxilios. Lo salvo. No puede morir de una vez. Debe ir mil veces su alma al borde mismo del vacío. Hago letras con las manchas de su sangre. Dibujo vida. Dibujo muerte.