sábado, 22 de septiembre de 2007

SOBRE LA POESÍA DE CIRCUNSTANCIAS

“Poesía de circunstancias”, a ti toda gratitud. Cómo me serviste para expresar el dolor de la muerte de mi hermano, el único gesto posible. Ahora que lo pienso, ¿hay alguna poesía que no sea de circunstancias o que no sea de la muerte? Veamos un silogismo: La muerte lo es todo. La muerte es una circunstancia. Todo es circunstancia (también la poesía, por supuesto). O este otro: En toda poesía está la muerte (por negación o afirmación). La muerte es una circunstancia. Toda poesía es circunstancia.
Más que “Poesía de circunstancias”, cada poema es circunstancia pura. ¿En qué estriba toda diferencia entre la llamada “Poesía de circunstancias” y la que pretende no serlo? Simple y llanamente en el tiempo. Las elegías (Ramón Sijé, Ignacio Sánchez Mejías) son hijas del futuro: cuando la sangre o la cadaverina van siendo chupadas por la tierra hasta dejar la poesía sola. Toda poesía que se precia de no ser de circunstancias es hija del pasado. Del ahogamiento de los hechos, bien sea en el inconsciente personal o en el colectivo.
Ahora escribo y publico con toda tranquilidad “Poesía de circunstancias”, sin el prejuicio general de que es mala en sí misma y sin el temor de que quien la practica desmerece laureles, que ya recibimos y eran falsos y producían alergia. Es tiempo de quitarle ese peso a la poesía que nunca se le endilgó a ningún otro género sino de manera secundaría.
Un novelista toma un suceso y lo recrea y su producto es llamado con boato “novela histórica” y un poeta hace algo semejante y escucha de manera despreciativa la referencia no hegeliana de “Poema de circunstancias”.
¿Qué es una crónica sino circunstancia pura y ya no sólo literatura de circunstancias? Alrededor del verso, por su accesibilidad, se han cimentado toda clase de infundadas mitologías. La de la “Poesía de circunstancias” va viendo su declive.
El problema con el verso no es otro de si es poesía o no y las circunstancias que toca o en que se recrea son elementos adjetivos y nunca determinantes (Su tumba son de Flandes las campiñas/ y su epitafio la sangrienta luna).
¿Qué es el hombre sino una circunstancia de la tierra? ¿Qué es la tierra sino una esférica circunstancia del universo? ¿Qué es el universo sino una mera circunstancia de la nada?
La única poesía no circunstancial es la que no ha sido escrita por la mano del hombre, la que no ha sorteado el trance de la tinta virtual o física, la que no ha retoñado en un cerebro, la que no ha cruzado la barda de los sentidos, en suma, la que no existe tanto que nos induce a pensar que un día llegará a existir.
Desde la libertad cimarrona esta descripción de un ego hinchado, de esos que convierten en genuinos infiernos los lugares de trabajo o estudio y las tristes existencias de la gente sencilla y vulnerable, que no tiene más remedio que verse llenar de úlceras o con la presión disparada, pedir traslado o renunciar para no convertirse en asesina. Todos hemos padecido un don Perfecto. Que expliquen los sociólogos y/o los sicólogos conductistas por qué en estos tiempos doña Perfecta es un espécimen menos común de lo que se cree.

DOÑA PERFECTA
Destruyendo a los demás
y cerrándoles las puertas,
con sus guadañas al hombro
allá va Doña Perfecta.

De perfecta inteligencia
el creador la dotó.
En todo lo que discute
siempre tiene la razón.

Es autoridad suprema
en cuanto tema se toque.
Propongan lo que propongan
ella ya se lo conoce.

Perfectas son sus acciones
y sus palabras perfectas.
Perfecto arroja a los otros
cagajón y ratas muertas.

Cagajón en las miradas,
ratas muertas en el chisme.
Por donde ella va pasando
todo queda sucio y triste.

Todo va quedando negro
con su prepotencia histérica.
Siembra eficaz la discordia
este ángel de la miseria.

Midas de la alcantarilla,
pudre todo lo que nombra.
Todo lo que nombra pudre
con los sapos de su boca.

Cuando aparenta silencio
se torna más peligrosa.
Por debajo del silencio
va su veneno de cobra.

En las bodegas de su alma
veneno tiene de sobra.
Veneno letal dos veces
por aplicarlo en las sombras.

“Alma”, dije por descuido
pero ella no tiene alma.
Así no puede llamarse
a una fuente de alimañas.

Cerca de Doña perfecta
compañeros imperfectos
que están a su lado vivos
y debieran estar muertos.

O cuando menos muy lejos
de sus jardines gloriosos,
donde no chupen su savia
como la chupa el rastrojo.

Lo menos que siente es asco
de sus tristes compañeros.
Por su condición divina
no suda ni tira pedos.

No tiene ano y no come
y no le da mal aliento.
Perfume de limpias flores
tiene por todo alimento.

Como todos por la tierra
camina y no por los aires.
Es ángel pero no vuela,
nunca ha tenido una caries.

Coronada de laureles
ahí viene Doña Perfecta.
Laureles que cultivó
con sus semillas perversas.

Por la cosa más pequeña
forma el mayor alboroto.
No mira su propio rabo
de andar mirando a los otros.

La opinión de los demás
le importa muy poquitico.
Al que se oponga a su leyes
lo elimina con un grito.

O lo enreda ante los jefes
con su saliva traidora,
pidiendo que lo despidan,
que lo que no sirve estorba.

Los verbos que más conjuga
son los que hablan de aplastar.
Un humilde es, para ella,
sucia mosca y nada más.

No debiera ser civil
sino más bien policía.
Después de quemar prestigios
va y busca el agua bendita.

Es una asesina en serie
de sueños y de esperanzas.
Por fuera viste de oveja
pero por dentro es araña.

Doña perfecta que dice
que su origen es el cielo.
Del cielo puede venir
pero va para el infierno.

Entrego a su perfección
estas coplas imperfectas.
Algo tienen de rencor
y todo tienen de ciertas.