domingo, 26 de agosto de 2007

¿Y AHORA QUIEN PODRÁ DEFENDERNOS?

A una rata de laboratorio le aplican choques eléctricos y corre por el laberinto a buscar la salida. Pero no hay salida. Le aplican un segundo choque con iguales respuesta y frustración. Así varias veces. Al sexto choque la rata se queda quieta. En los siguientes igual réplica. Debilitada, ya no le importa nada. La muerte sería cosa grata. Así el colombiano. Por eso ¿quién podrá defendernos?

I. LA PROFECÍA

—No nos morimos, nos matamos —advierte la milenaria tradición nipona. No en el sentido de la codicia directa colombiana, en uno peor y más triste de lo solapado.

El adagio (también en el sentido musical, dado que se trata de una contaminación lenta la mayoría de las veces) exacto es “No nos morimos, nos matamos con lo que comemos”.

Una niña perdió su infancia. A los diez tenía senos de mujer hecha y derecha. ¿El motivo? En un tiempo el papá le llevaba mucho pollo frito o asado. ¿Cuántas especies más son desarrolladas con hormonas y/o esteroides? Aunque esta niña está viva y sin mal grave a la vista, ¿qué secuelas le esperan en el futuro a ella o a su descendencia? ¿La han enterado de que los pollos, objeto de experimentación en los laboratorios, son forzados a un peso tan alto que sus piernas se rompen o que les lastimaron el instinto del cortejo y buscan a la gallina sólo para matarla?

Dinero, rendimiento, dinero, hiperproducción, dinero, forzamiento de las especies naturales, dinero, cerdos sin grasa, dinero, novillos más grandes, dinero, maniobras, dinero, pérdida total de escrúpulos...

Lo que debiera alargarnos la vida nos la acorta.

Las rebanadas de tomate tienen el indisfrazable sabor del Manzate. ¿Sólo en la cáscara y basta un hervor o el lavado con cloro o vinagre? No, también, o sobre todo, en las semillas. Una receta de bebida de manzana, más curativa si se utiliza la de la propia tierra donde se vive, recomienda no utilizar las semillas porque es en ellas donde se da una más alta absorción de los mortales venenos asperjados.

Ese mismo tomate puede contener los residuos nucleares de una planta francesa o rusa. El ártico, donde un rayo de sol puede fulminar un oso, recibe desperdicios industriales traídos por las corrientes de aire desde lugares remotos (“Planeta carnívoro”. Discovery Chanel. Julio del 2007). El plancton los absorbe. La foca ingiere el plancton. El oso devora la grasa envenenada de la foca, enferma y cae. No exclusivamente los que defecan sobre el planeta se comen su estiércol. Si esto le sucede al membrudo oso, qué decir del cada vez más frágil, sedentario y vulnerable organismo del sapiens.

Las manzanas, al igual que las salchichas que en empaques de papel y no refrigeradas duran meses, son sometidas a radiaciones que eliminan todo resto de vida, o sea los microorganismos que permiten los naturales procesos de maduración y posterior descomposición. Almacenamiento, transporte, bodegas, refrigeración… Casi han perdido su capacidad de podrirse y más bien tienden a secarse. El consumidor se siente feliz de que dure y perdure en el frutero, sin saber que entre el momento de la recolección y la compra han transcurrido meses y que, en consecuencia, no comerá otra cosa que un seco cadáver.

Los preservativos de los alimentos (productos de frigorífico, salsas, quesos, etc.) en dosis pequeñas son tolerables para el organismo humano, se nos dice. ¿Y la acumulación qué? Una simple arepa lleva una salsa de benzoato de sodio, propionato de calcio y sorbato de potasio

Los nitratos (sales) y los nitritos de los enlatados son a la larga causa fija de hipertensión arterial, llamada el enemigo oculto, además de otros males.

¿A quién le gusta el agua detenida? Pues bien, eso es una gaseosa o un jugo en caja o en botella. Por su parte tomarse tres gaseosas equivale a ingerir un vaso de azúcar. Vivan las glicemias. En la medida en que sea posible, los azúcares del cuerpo deben ser proveídos de manera natural, esto es a través de las frutas.

¿Qué nivel de pureza posee la caña de azúcar con la que hacemos nuestra proverbial aguapanela o aguadepanela?

Y claro, los de abajo imitan a los de arriba, que es lo que sucede en general en este país con el crimen, la corrupción y las demás plagas. ¡Si ellos pueden por qué nosotros no! En Neira doña Julia Betancur le compraba las arepas para el desayuno a una viejita muy pobre, distribuidas por su muchacho hijo, porque eran caseras e indemnes. Una mañana varios miembros de la familia sintieron mareo, vomitaron, etc. Supieron la razón cuando en la tarde el muchacho pasó recogiendo las arepas vendidas, devolviendo la plata y pidiendo excusas que porque a la anciana se le había ido la mano en formol.

Ingredientes semejantes, sólo detectados en promedio por uno entre diez mil olfatos, son utilizados en panaderías, restaurantes, etc. Cualquier ampleadito le puede dar sus nombres coloquiales. Por ello periódicamente las autoridades revisan el pan en los hipermercados. La textura permanentemente blanda del pan pude tener un pecio muy alto en términos de bienestar.

Nos morimos porque queremos. Porque fingimos no saberlo.

Se comenta, y esto debe ser desmentido, que Manizales es la ciudad del país con mayor incidencia de cáncer gástrico. ¿La causa? El agua que bebemos. Es purificada, ignoro que parte de ella, mediante un proceso de aguas termales. Los residuos minerales serían los causantes de esta grave morbilidad proliferante.

En Colombia hay 6000 nuevos casos de cáncer gástrico cada año. Donde más se da es en la zona andina (Fuente: Noticias RCN, emisión del medio día del 6 de junio).

Estamos sólo comenzando.

Me describe mi paisano Diego Duván Osorio, agrónomo de la vida, un cafetal al otro día de fumigado con los químicos de la Bayer: “Usted encuentra todo tipo de animales muertos: mariposas, ratas, ardillas, insectos, pájaros…” y una despiadada lista entomológica, además de las especies vegetales menores. Mas si ese mismo café es intentado exportar a Alemania, se verá rechazado por tener trazos del químico que ellos mismos nos venden. Hay que llevarles cafés limpios. Como el que liofilizan en Chinchiná.

Inflexibles, puntuales, controles de laboratorio y medidas operan en los puertos de los países enriquecidos, antes de que sean descargadas las importaciones agrícolas provenientes de los empobrecidos, a los que han reducido, en lo tocado, a huertas de cultivo.

Los sudacas y en general los habitantes de los países llamados del Tercer Mundo producimos alimentos sanos y alimentos contaminados. Los sanos van al exterior, los contaminados se destinan para el consumo interno.

Los salubres bananos de Urabá no se cansan de curar el estreñimiento que les produce el estrés a los correlones rubios. Por supuesto no van sobresaturados de potasio.

Otros productos gourmet semejantes son desconocidos para los colombianos comunes. Yo por lo menos nunca probado el tal palmito del que tanto hablan.

La mejor carne va de turismo por paladares al otro lado del mar.

En un folleto sobre el cáncer de próstata, editado por Santa Sofía, advierten que una de las causas del cáncer de próstata es el cadmio, con el que fumigan el tabaco. Usted se tranquiliza porque no fuma. Pero toma chocolate o despacha chocolatinas, helados, pasteles, cuyas plantas productoras son fumigadas con el mismo cadmio.

Buena parte de los restos de químicos van a dar al colon, que ha sido convertido en la cloaca de la experimentación y la tecnología. Casi nadie hoy se libra de hemorroides, estreñimiento y el cáncer de colon abunda.

La era del conocimiento es también la de los tumores y los tejidos corrompidos: la sangre contaminada recorre e irriga hasta la última célula de los organismos. Las substancias intrusas no quedan contentas hasta llegar al alma misma de los sistemas.

El cáncer de vejiga se ha popularizado por razones semejantes y otras extensiones del mal proliferan: en Aranzazu, por carcinoma, a un paciente le debieron amputar tres centímetros del pene.

Y cáncer en la cabeza y en la lengua y en el esófago y en el escroto y en…, que asombran, sorprenden y desconsuelan a médicos de todas las especialidades. Y que, por supuesto, alegran a los comerciantes de medicinas, de ataúdes, de servicios, de camas de hospital, de lápidas...

La primera causa de mortalidad infantil en Colombia es el cáncer, al lado de los problemas cardíacos.

En Colombia hay en todo momento 500.000 enfermos de cáncer. La rara palabra oncología ha entrado a hacer parte del vocabulario cotidiano. Todo órgano o tejido extirpado es sospechoso y enviado a patología, cuando debiera ser al contrario.

Sabemos de qué vamos a morir, no está lejano el día en que podamos saber con precisión la fecha, es decir el tiempo que tardará nuestro organismo degenerarse por causa de factores externos. No se tratará de una profecía sino de un simple cálculo.

Bueno, se dirá, pero hay gente que no se muere a pesar de todo. Claro que sí, es la especie resistiéndose a desaparecer. Son los mecanismos de supervivencia hereditaria. Sin embargo un alto porcentaje de la población se quebranta y lleva existencias desgraciadas y dependientes de medicamentos.

¿Pasaremos algún día de la medicina preventiva a la curativa?

¿Quién será el valiente que demuestre lo sabido: que la mayoría de enfermedades son evitables?

Cuando muere una persona casi no es necesario preguntar de qué. En la mente uno escucha los ecos anticipados: “De cáncer”.

Cánceres que no se curan ni rezándole a la Virgen de Fátima o a la de Lourdes o a los más de doscientos papas que ha habido, casi todos certificados milagrosos por la canonización. Papas que también murieron y que lo hicieron de las mismas enfermedades que el vecino.

No come tomates pero come salsa, que está hecha con ellos.

Su base nutriente son frutas y verduras. Pero ¿intervinieron factores nocivos en sus procesos de siembra, crecimiento y cosecha?

En el delicado restaurante vegetariano un afiche habla con voz hindú: “Que tu alimento sea tu medicina”. Doña Luz Dary, su dueña, no se resigna: “De lo malo lo menos malo”. Admirable comienzo.

De estas formas, sin darnos cuenta, llevamos a nuestro cuerpo substancias depravadas. Los abonos químicos (la redundancia es indispensable) están hechos de químicos. Ellos entran en la yuca, la papá, la caña de azúcar, el maíz, el arroz, el banano y un larguísimos etcétera y a través de ellos al organismo.

Los químicos con que se hace crecer el pasto se los come la vaca y después nos comemos la carne o bebemos la leche. La conclusión es obvia. Igual para los huevos.

Un honesto maestro de cocina advierte que ni por el chiras comprar brócoli o espinacas de cierto supermercado porque vienen condimentadas con los 25.000 elementos químicos que degradan al río Bogotá y en cuyas riberas se cultivan. Obviamente no sólo las espinacas, y no sólo Bogotá es nodriza.

Una estudiante de odontología comenzó a perder pelo y peso y por poco muere. Registraba todos los síntomas de envenenamiento. Entre más especialistas visitaba menos razones le daban. Se salvó porque un examen de sangre arrojó la presencia de una alta dosis de mercurio. ¿Cómo había ingresado al cuerpo? ¿En las amalgamas de los dientes? No, a través del pescado, los mariscos y otros productos de mar, que consumía con frecuencia devota. El mar es el colon del planeta. Los ríos ni se diga. Hay que ver lo que han hecho con el pobre Magdalena. Y en lo que están conviertiendo al Cauca.

Se trata de algo más que un dilema: lo que me alimenta me mata, sólo lo que mata me alimenta.

A veces uno se pregunta si no somos más que campos de experimentación de la ciencia o ni siquiera eso y un Malthus superficial aplica sus recetas de control de la natalidad.

Pepinos del tamaño de brazos, mangos y aguacates como cabezas adultas, insípidos bananos que revientan las cáscaras como en la conversión a verdoso El Hombre Increíble sus camisas, sobresaturados de lo habido y por haber.

Aceites polisaturados, mantequillas nitrogenadas, que a veces lo advierten en letra de contrato (¿por qué no siempre?), peligrosa no precisamente por diminuta.

Polisaturación, lo más parecido a una amenaza. Consumidores americanos exigen la salida del mercado de ciertas marcas de margarinas y aceites.

Miremos los componentes no naturales de Caldo de Gallina Knorr: sulfito, aceite parcialmente hidrogenado de palma (el nitrógeno es certeramente cancerígeno), glutamato monosódico, inosinato disódico, saborizante idéntico al natural, anticompactante de fosfato tricálcico y dióxido de silicio.

Ojalá fuera este producto no más. Todo lo que comemos está saturado de esto o de aquello. Llega uno a la conclusión de que está vivo de milagro.

Alex es tendero y modesto exfinquero. Esto dice: “El banano lo aceleran y lo cosechan más grande que el tamaño natural y en la mitad del tiempo normal para sacarle más plata a la tierra”. No lo aceleran con padrenuestros o a punta de consejos. No, con mantillos artificiales.

Sin embargo, hasta ahora no ha pasado en nada. Sólo hemos visto la punta del iceberg, para utilizar el lugar común tropológico al uso.

Sumemos a todo este círculo la contaminación electromagnética (transformadores, generadores, antenas parabólicas, de telefonía celular). Saben los ingenieros eléctricos que estar cerca de un transformador de luz expone al riesgo de padecer leucemia y que madres embarazadas que vivan a menos de cien metros de antenas de telefonía celular pueden engendrar criaturas malformadas o con daños cerebrales.

II. LA INMOLACIÓN

La joya de la corona del infierno en que se ha convertido el universo de los alimentos son los transgénicos.

Les menciono la palabra “Chulavita” a los niños y les parece graciosa. También “transgénicos” parece inocua.

No voy a hacer una larga exposición sobre el tema. Remito al lector a miles y miles de consultables artículos y capítulos electrónicos y de papel que nos revelan cómo la soberanía alimentaria de un país no sólo se refiere a la cantidad de los alimentos sino a su calidad.

Hechos como este hablan por sí solos y estremecen. Monsanto le ofreció a Inglaterra la semilla de maíz genéticamente manipulada G-340 (y puede fallarme la memoria con el código). El gobierno les dijo: “Un momento muchachos la revisamos”. Y mandó a probarla en la Universidad de Cambridge. El resultado: la sangre de los ratones que consumieron ese maíz se alteró de gravedad y el hígado de las crías fue más pequeño que el estándar.

En un artículo publicado en la prensa nacional Edgardo Orozco informa que: “El departamento de ingeniería genética de la Universidad de Caen, Francia, ha elaborado un nuevo estudio en el que se demuestra que las ratas de laboratorio alimentadas con maíz modificado genéticamente, producido por Monsanto, tiene un alto grado de toxicidad a nivel renal y hepático. Otro estudios son enfáticos en afirmar su capacidad oncogénica; recomiendan además que, por los efectos nocivos demostrados el maíz de Monsanto, no debería llegar nunca a la cadena alimentaria”. ¿Es el que usamos aquí?

Se sabe que en general los animales de laboratorio alimentados con transgénicos entran en procesos degenerativos y mueren más pronto que los que no.

Transgénica es la mayor parte de la soya o soja, tan de moda ahora y no sólo en las dietas vegetarianas. Aterra conocer la cantidad de productos de los cuales uno de sus componentes es la soja. Las margarinas, para citar uno solo ejemplo, tiene entre sus componentes su lecitina.

“¿Usted comería veneno?” “Claro que no”. Y sin embargo lo hace. Y no sólo eso: paga.

Una de las ventajas ruidosas de las semillas transgénicas era que no necesitaban fungicidas, herbicidas o plaguicidas. Se sabe que no es así. En Argentina, donde se cultivan miles y miles de hectáreas de soja, corren parejo por el aire glifosato y parientes destruyendo a su paso cuanta especie animal se atraviese y dejando a los humanos maltrechos en su salud (documental de la televisión alemana, DW-TV, por parabólica EPM, junio del 2007).

Como vemos, es necesaria una reflexión desde los vegetales comestibles hasta los comestibles destructores.

A pesar de que puede producir todos los alimentos, tristemente Colombia importa: suplicios del mercado. ¿Cuáles son las características de lo importado? De cualquier manera poco cambia la situación respecto al tópico que nos ocupa. Continúa el citado Orozco: “Monsanto ha logrado penetrar en el mercado criollo comercializando dos de sus semillas; una llamada Yieldad, formada por una combinación genética que mezcla los genes del maíz tradicional con los de una bacteria, el bacillu thuringiensis. De esta forma la planta adquiere la propiedad de producir una proteína que resulta mortal para el gusano barrenador, principal enemigo de los cultivos de maíz en el mundo. La otra semilla se encuentra arreglada genéticamente para ser resistente al glifosato, herbicida que se fabrica y se distribuye en Colombia con el nombre comercial de Roundup”. ¿Y esa bacteria qué pelos en el organismo humano? Preguntas. Preguntitas.

¿A quién no le gusta la ciencia ficción si se la dan bien? A nadie. Infórmese sobre estos temas y véala recorrer sus venas y su destino o, mediante un pequeño desdoblamiento, obsérvese en su papel de pálido y desamparado protagonista.

La mezcla de genes vegetales es común: zanahoria a la que le incorporaron arroz, no popularizada. Quién sabe porqué. Supongamos resignados que porque difieren los tiempos de cocción. La de vegetales y animales comienza a dejar de ser procedimiento raro. El rojo tomate de su ensalada puede tener algo de pez, de rana, de serpiente o de zancudo.

Transgénico, aquello a lo que le fue cambiada su naturaleza. La leche vacuna transgénica invadió el planeta convertida en polvo.

Hombres buenos y limpios y mujeres sanas y de cristalinas costumbres, sin entender nada, una tarde reciben el dictamen: cáncer. Como reses sin ojos son sacrificados sobre una piedra, con un cuchillo de carnicería, sin saber por qué ni por quién, igual que en El Proceso. Sin embargo el quién y el por qué han estado siempre frente a sus ellos.

III. LA ESPERAZNA

La contaminación está al orden del día, invade no sólo cada rincón de nuestros cuerpos sino de nuestras vidas. Con su presencia multicolor y de la mano de la sicodelia publicitaria tramposa, hace del hombre el insecto feliz en su telaraña. Cada sociedad escoge la forma de matarse. Parece que la nuestra es inevitable y parte importante de ello es no saberlo.

Sin embargo algo puede hacerse. Ciertos sábados, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas, son ofrecidos productos agrícolas transparentes.

Panela granulada La Palestina, orgánica, se exhiben en cualquier supermercado. En su lujoso empaque los exóticos y puntuales sellos de garantía que le permiten viajar lejos si lo desea.

Bananos inocentes de pequeño sello verde con ilustración y letra amarilla se consiguen en La Catorce.

Da tristeza pensar: ¿Por qué sólo bananos y panela? No ha sido posible el milagro de una tienda de agrosanos en Manizales.

Lo cierto es que sentimos que muere demasiada gente. Que un escandaloso número de personas se enferma de gravedad. Que va siendo cada vez más un milagro la posesión de una salud normal.

Los conductos sanguíneos cerebrales y cardíacos y los otros parecen debilitados.

En Estados Unidos una famosa actriz, produce industrialmente y con fines ecológicos y sociales, unas acreditadas galletas cuyo gancho es “Hechas a base de productos orgánicos y no transgénicos”. Las ventas son multimillonarias.

Estados Unidos, ese país en el que la prevención está por debajo de la curación, en el que la enfermedad y la muerte son un negocio como cualquier otro. Nuestro ejemplo.

IV. PRIMEROS PASOS

¿Y ahora quién podrá defendernos?

No Superman, porque sólo ampara a los gringos. Aunque malamente debido a su mal de Alzheimer. Si algo registra la buena televisión norteamericana es la verosimilitud. A juzgar por los dramatizados, para no ir a las espantosas cifras estadísticas y a lo que ocultan, este pueblo recorre un destino parecido al colombiano. En cada serie alguien resulta con un sarcoma, un linfoma, un Borman cuatro o cualquiera otra de las formas de la millonaria oferta de degeneración celular que nos ofrece la desesperada, insaciable y paranoica sociedad de consumo.

No el Chapulín Colorado, porque, además de que está muy cucho, tiene muchos problemas que resolver en México, entre ellos que los manitos tengan acceso a una tortilla asequible al bolsillo de todos. Hace días hubo una rebelión nacional por la subida exagerada de su precio.

La incitación a preguntarnos qué estamos ingiriendo, cada que traguemos un bocado, será el primer acto de defensa.

Después de alguna andadura se descubrirá que lo dicho es una gota en el mar de las sorpresas. Que también en el mundo de los alimentos reinan la impunidad y la mentira.

Discúlpeme lector por haberle dañado la próxima comida. Pero debemos erradicar la inseguridad de que algo tan querido, necesario y placentero como lo que humea en el plato nos esté dañando la vida sin mencionar la muerte.

Manizales, junio del 2007

POST DATA

Vendo artículo. Tardé cuatro semanas en escribirlo (desde luego que trabajaba al tiempo otras cosas). En concebirlo e intuirlo meses. En corrección posterior otros treinta días. Había querido afrontar el tema pero no encontraba el acceso. Una mañana hice, digamos, el vaciado en bruto. La siguiente semana reescritura. Claro, habían pasado meses pensando y leyendo sin buscar. Dejar dos semanas para poder ver como ajeno. Releer. Cambiar giros, expresiones, fundir la claridad y la precisión sin empalar la naturalidad. Aquí está. Como nadie compra lo regalo. Como en materia de literatura no reciben ni lo regalado lo dejo por ahí hasta que alguien lo recoja y quizá lea un poco mientras lo lleva a la basura. En eso consiste lo salvaje: abandonar la vida por lo que es sólo su reflejo. Los colombianos leemos menos de un libro al año. Sin leer no podremos salir del hueco en que caímos. Y si salimos será para caer en otro peor. Nos descuidamos y nos devuelven a la Edad Media, no sin antes convencernos de que el Siglo de las Luces no pasó de ser una entelequia. Aleluya hermanos.