sábado, 23 de junio de 2012

ENVEJECER. Por Flóbert Zapata


No he robado, no he secuestrado, no he matado, no he herido con arma blanca o de fuego, no he extorsionado, no he violado mujeres, hombres, niños o niñas, no he abusado sexualmente de personas o animales, no he tenido una relación homosexual (pero defiendo los derechos del y la homosexual), no he impreso billetes falsos, no he traficado drogas, no he lavado capitales, no me he apropiado de tierras ajenas, no he desplazado, no he puesto bombas. Que quede claro.
   Me han robado, me han estafado (serví de fiador y casi pierdo lo poco que tengo), no me han secuestrado, viví muerto (era fatuo, tonto, ridículo, buen esclavo, no me rebelaba sino en lo secundario, no tenía nada qué decir, carecía de opinión, trepaba enajenado el árbol del apego), no me han violado, no me abusaron sexualmente en la infancia (aunque estuve cerca una vez), me han metido billetes falsos, me han discriminado, me privaron de mi destino campesino y del pedazo de tierra que me tocaba al desplazar a mi familia gaitanista en la Época de la Violencia. No me han atracado ni una sola vez porque salgo poco y casi nunca de noche. Conocí la pobreza extrema y la orfandad. Padecí calumnias como tumores. Conocí en carne propia el furor de una conspiración religiosa, que me hará renunciar antes de alcanzar la Pensión de Derecho e irme.
   Participé hasta los cuarenta en la guerra general del sexo para tomar con la seducción un poco de lo que es de todos y unos pocos nos lo prohíben, salí maltrecho y mutilado. Como consuelo espero a Spencer Tunick para colaborar en la fotografía suya en Colombia. Nunca participé en la guerra del dinero, tan solo me defendí. No tendría problema en cambiar a vagabundo si me tocara (como un asceta hindú, como Lucho en Riosucio).
   De todo subsistieron un cuerpo enjuto, tres achaques, una casa estrato dos, un hijo y una hija maravillosos, buenos, limpios, claros, orgullosos de mí, que quieren parecerse a mí mientras yo quiero parecerme a ellos. Dos amados hermanos muertos de infarto. La renuncia a las convenciones y a la moda. Un encierro de seis años. La costumbre del sombrero y el pelo largo. Cuadros depresivos que palié con yoga y meditación. Los amigos buenos de los tiempos malos. Libros inéditos y por escribir. El ansia de vivir en el extranjero para curar mis úlceras. El éxito frente al alcohol y los fracasos frente al tabaco.
   No miento, eliminé toda mentira de mi vida, aun las pequeñas mentiras necesarias. No mentiría ni para salvar una vida. No mentiría ni para salvar a mi hijo o a mi hija. Me someto a todos los polígrafos de la tierra. El cáncer no vendrá de la falsedad. Cuando se activa el piloto automático de la invención, que tan bien me instalaron, de inmediato lo destruyo, corrijo y me alivio. Moriría hoy tranquilo si me llegara la hora pero sé que el universo me dará tiempo, que esperarán el disparo o el infarto, que viviré y venceré.
    Mis memorias dirán el resto, los detalles de una vida  triste que se resuelve en dignidad, lo que otro hizo mal y uno no pudo evitar, alguna descortesía que pudo dar lugar a equívocos, una navaja y una chaqueta impermeable por pagar, etc. Ya escribí el primer capítulo, se llevó cuarenta páginas a doce puntos y doble espacio. Desbordarán los restantes las estrechas cien páginas que había calculado.     
   Ahora, de barbas blancas felices y libres, limpias y sinceras, desencantadas y serenas,  voy por los campos después de que terminan las batallas y recojo las sobras. Casi nunca encuentro nada, no pido limosna y no me la dan.
Manizales, 23 de junio del 2012


© Flóbert Zapata junio del 2012