miércoles, 10 de marzo de 2010

DE CARONTE A TIMONEL DEL BIGUEL

-Sobre la transición de la lectoría en papel a la lectoría en internet-

Nada ha cambiado de los tiempos del papel a los del internet en la relación entre el poeta y la lectoría. Tu poema publicado en la revista de quinientos ejemplares gozaba de difusión excedente si alguien la prestaba o lo difundía a través de fotocopias, excepto que se diera el milagro de que otro medio lo reprodujera.Tu poema publicado en internet sólo será leído por desconocidos si alguien o algo lo sugiere y da señas para su búsqueda en Google. De todos modos ahí está, esperando a que llegues o a que sepan que hace mucho llegaste.

La probabilidad de que los otros seis mil millones de potenciales lectores se encuentren con nuestro poema virtual recorre el mismo azar que el del tropiezo a dos metros de distancia de la mirada oscura de una chica estrato cero con la azul de un chico estrato cien. Al Estadio entran por puertas opuestas, él a preferencia, ella a sur. Ella vacaciona en Pereira donde una tía en Cuba, él en Amsterdan, por base el lujoso apartamento de su padre. Debían amarse pero nunca se encontrarán. O tal vez sí, algún día, cuando ella arruinada por la falta de oportunidades se convierta en su empleada doméstica, incapaces los dos de leer en una mirada las odiosas trampas del destino. Nuestros lectores seguirán siendo los colegas, los clientes, los pacientes, los alumnos, los conocidos, los familiares, los vecinos, que de todos modos nos abandonarán si no fungimos como personas y artistas convencionales en quienes ellos ven su reflejo. Los Lautremont, los Hikmet, los Bukovski, merecen nota aparte.

Un amigo adquiría el libro de poemas, a los días le lanzaba la pregunta por su contenido y lo veía diluirse en generalidades, me gustó mucho, tiene madera, muy interesante, lo felicito, sugerencia de que descansaba intonso en algún rincón de la casa, si no lo había tirado a la basura, hecho donativo para algún subordinado o compañero analfabeta estético o la biblioteca del colegio del hijo, poseedora de un estante de escritores caldenses que nadie leía, entre otras razones por su menosprecio de la realidad cercana y de lo nuevo. Sólo ha cambiado la forma de la dificultad, saben que escribes, la ortografía de tu nombre, que basta un clic del mouse para hallarte y sin embargo rara vez te dan la oportunidad de hablar. Igual que antes el círculo vicioso de para que te lean debes tener nombre pero no tendrás nombre si no te leen.

En los tiempos del papel era difícil hacerse a un nombre por las pocas publicaciones, porque el espacio para la poesía se empequeñecía cada vez más en los rincones, porque había tantos esperando turno, porque todo el número lo dedicaron a la muerte de tal o a tal evento, porque... En internet sucede atrozmente lo contrario, hay en la red tanta oportunidad, pero tanta, que tu poema puede contar con su propia Amazonía para ser arrojado como moneda, medalla votiva o neurona, que lejos de la antigua incertidumbre impuesta desde afuera, te debates en las marejadas de decenas de incertidumbres interiores propias.

Lo normal es que quien hubiera tenido lectores en los tiempos del papel los continúe teniendo en tiempos de internet, aunque surgen casos en que la apariencia no puede sostenerse más. A algunos de los que por privilegio y monopolio aparecían en los tiempos del papel nada les garantiza la lectoría en internet y deberán pelear como soldados rasos por ella o dar el paso al lado. A muchos que el papel les negaba la oportunidad de publicar, el internet les brinda la oportunidad de combatir de igual a igual, o dicho de otra manera, a quienes el papel les negó el puesto de Caronte, el internet les otorga el de timonel del Beagle.

© 2010 Flóbert Zapata