martes, 5 de enero de 2010

TUS LABIOS DE RUBÍ

Murió Sandro de América ayer lunes 4 de enero. Sonaba poderoso en todas las fuentes de soda de Filadelfia hasta que afloró Ondas del Nevado, la emisora de Todelar dedicada a baladas, donde seguía vigente aunque ya a la sombra de los recientes enjambres de vocalistas y grupos procedentes cada vez de más partes, Argentina y España a la cabeza.

Era la nueva ola, oposición a la música de cantina, a los acentos andinos, representación de la lucha edípica de generaciones, según la cual los ritmos de la vigente deben erradicar a los de la anterior sin clemencia. Cada nuevo cantante como un reclutado para la modernidad en la lucha contra el pasado, al que otra vez no habíamos enjuiciado, fieles a la tradición acrítica.

Se turnaba Sandro en el tocadiscos o la radiola con Beto Fernan, Leonardo Fabio, Leo Dan, Valen, Nino Bravo, Palito Ortega…, emparejados con los colombianos, Óscar Golden, Cristofer, Claudia de Colombia… Cada nueva figura aclamada en esa tímida y necesaria revolución de la ternura y el sexo, que aunque hoy nos parezca baladí fue homérica en su momento.

Sólo unos años antes el puritanismo dominaba todo tipo de relaciones sociales, a la vez que hacía de la atracción un acto confesional. El sexo previo al matrimonio devenía cosa de degenerados y demonios, el futuro palabreaba desde la acera con su novia asomada a la ventana y un beso en la boca, caricias, encarnaban faltas tácitamente consignadas en el Código Penal.

En este marco llegó la pléyade sonora, que entre “labios de rubí, de rojo carmesí”, abrazos, clandestinidad, demencia medida, confesiones desesperadas, le abrían la puerta al erotismo y comenzaban a calmar en la ensoñación tantas pasiones frustradas, tamaña libertad contenida. Revolución Francesa de las costumbres, primera cabeza cortada: la solemnidad.

En un mundo sin libros, donde la filosofía era reemplazada por la repetición, como si Sócrates no hubiera existido, las tonadas hablaban por hombres y mujeres, cumplían su papel de carteros de acetato. Las parejas se declaraban dedicando discos, atentas a cada nueva creación, reportante de otra manera de decir lo de siempre, ilusiones embaucadoras y embaucadas.

Presencia de un único tema general y generalizante: el amor y la pasión de la pareja, a la vez negación y afirmación, de unos matices anteriores y de una estructura incólume, respectivamente. Esta reconcentración daría pie a una conciencia colectiva demasiado sentimental, en detrimento de la racionalidad que debe equilibrar la balanza.

La mayoría de las canciones se hacían como pasteles, con el molde de la artesanía, al que le agregaban la superficialidad, por lo que pocas resisten un análisis estético severo. Que nada le dicen a los herederos lo confirma el propio Elvis Presley latinoamericano: “antes, mis discos eran populares en los albergues transitorios, y ahora son el hit de los geriátricos (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-138062-2010-01-05.html)”.

Recuerdan una época y su valor como estímulo condicionado permanecerá mientras duren los contemporáneos. De el Gitano me quedo con El amante, la interpretación del gardeliano Sus ojos se cerraron y Después de la guerra. Algo, en la era del ensimismamiento rosa, alejado de las diversas realidades de lo atroz o de la diversidad atroz de la realidad.

Gracias de todos modos mística del deseo vislumbrado, desde ese pueblo al que no llegaron ni el Rey ni los Beatles pero si la brutal epidemia del tabaco, que tantos artesanales enfisemas pulmonares sembró y a tantos corazones indujo al comercio de la medicina y la esperanza, por dejarnos turbados frente al alma ansiosa de ser revelada en su complejidad.

© 2009 Flóbert Zapata