

Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche y Karl Marx (nacido un 5 de mayo) son llamados por Paul Ricoeur “Maestros de la sospecha”. Por fundar un discurso crítico capaz de ir más allá de la realidad estancada en el racionalismo imperante de su época, al declararla anómala y buscar las causas de esa anomalía: la represión sexual, el pensamiento atado y la dominación económica, en su orden. Por desnudar la utopía falsa para proponer una utopía verdadera capaz de liberar al hombre y dar lugar a una conciencia auténtica que substituya la conciencia aparente que le han impuesto.“Pensadores de la sospecha” o “filósofos de la sospecha”, como los llaman otros, son el símbolo de la obra vital y vitalista por su inmensa capacidad de transformación de la sociedad y el pensamiento. Sin ellos no hay manera de comprender el mundo en que vivimos.
Pasar por la vida sin haberse por lo menos acercado a estos autores es haberse negado a mirar los crepúsculos más asombrosos de la inteligencia occidental: “La interpretación de los sueños”, de Freud, “Así habló Zaratustra” o “La gaya ciencia” de Nietzsche y, si no directamente, por la extensión de su obra, en el caso de Marx, a través de un texto introductorio como el de Marta Harnecker “Los conceptos elementales del materialismo histórico”. Anunciar a cuál de los tres sospechosos aludidos pertenecen los renglones que siguen es sin duda menosprecio al lector.