martes, 13 de marzo de 2012

QUE NOS RECUERDEN A LAS MARIPOSAS. Por Flóbert Zapata

“De acuerdo con el decreto 1722 del 16 de julio de 1942, todas las escuelas deben iniciar sus tareas el primer lunes de cada mes con un acto breve pero solemne durante el cual se ice el Pabellón de la Patria a los acordes del himno nacional entonado por toda la comunidad”.

Lo que se llama Izada de Bandera en las escuelas. Bien por el nombre, que la palabra pabellón se ha tornado lejana.

Nada más preciso: breve. Pero las maestras de B. U., como otras, las hacen extensas, hasta de dos horas, de una quedarían aburridas, con sabor de apátridas, y de apóstatas. ¿Qué cosas no les meten?, todas apolilladas, acartonadas, olorosas a alcanfor, pelucas con talco, generalmente en mezcla con números religiosos. Cartulinas con inscripciones leídas mecánicamente por dulces rostros inocentes. Canciones desafinadas porque no hay profesor de música. Obras de teatro insoportables porque no hay profesor de teatro. Poemas de los más alejados en el tiempo y la forma porque de eso se trata, de matar la poesía. Danzas de pobre ritmo porque no hay profesor de danza. El himno de rigor y tres de más: a Colombia, a Caldas, a Manizales, al colegio, y si pueden enciman otro. Etc.

Solemnidad, una palabra tan difícil que aun el diccionario viola el canon de que en la definición no debe entrar lo definido.

f. Cualidad de solemne:

la presencia del obispo revistió de solemnidad el acto.

Acto o ceremonia solemne:

se vistió de gala para la solemnidad.

Festividad eclesiástica:

solemnidad de Pascua.

Porque no hay nada más cercano al ridículo que ciertas solemnidades excesivas o viciadas. En todo caso la solemnidad buena excluye la rigidez y la fuerza. El amor nace de la seducción y no de la imposición, ¿o de qué otro sentimiento se trata, señoras energúmenas?

Y luego viene el Rector santanderista (si no lo invitan no las perdona, si no va no le perdonan) a ensalzar a las maestras, a ponerlas de ejemplo, las epónimas, las matronas, babeante de adjetivos huecos, elogiando la disciplina marcial durante el acto, alimentando el fetiche, haciéndolo ley, penalizando moralmente al que lo incumpla, incapaz de resaltar su verdadero valor: la oportunidad de que los niños salgan a escena, lo que podría conseguirse de manera más humana y sin tantos abalorios descascarados y con barniz. Continúa el vacío crítico, la incapacidad para generar vida y no sólo recuerdos. Como si la historia de Colombia y del mundo remansara en vez de incendiarse de guerras y dolor. Por supuesto que maestros de pensamiento distinto podrían hacer maravillas en este espacio pero no disponen del más importante de los recursos, el tiempo, sin el cual todo intento de creación termina en repetición

Este tipo preciso de inconvenientes izadas de bandera constituyen la tradición de más urgente escrutinio en los centros educativos, si queremos recobrar su significado más genuino y bello: oír una música que hable de libertad (“si el sol alumbra a todos, justicia es libertad”) y ver ondeadas por el viento unas telas de colores que nos recuerden a las mariposas.

© Flóbert Zapata marzo del 2012