sábado, 3 de julio de 2010

LA COPLA: UN LUGAR EN EL CORAZÓN DE LA GENTE

Escribo y escribo coplas, un día lejano la selección, en estado de entresueño o dolor de cabeza: la que despierte o anestesie va en una primera fase. Del 2009 quinientas, que anoche en el mazamorreo dejaron 150 pepitas, muchas, reducidas en el futuro a la mitad, según calculo. Había pasado un año para algunas, para las menos seis meses, suficiente olvido, distancia, desasimiento, en pos de mirada neutra, ajena, despiadada. Trescientas cincuenta que implicaron minutos, horas, días de forcejeo, búsqueda, ansia, van al cesto porque los remiendos cuestan más que hacerlas nuevas o al ofrecer poco.
Invertido en el breve, sencillo chispazo más de lo que se cree. En mí caso desde la poliperspectiva: memoria, retrato, ironía, circunstancia, fiesta, hasta la eminentemente creativa, académica, de pensamiento, lirica.

La copla, sencillo es,
funciona como la luna.
No puede haber media copla
ni haber dos coplas en una.
F. Z.

Un sombrero tengo blanco
y un sombrero tengo negro.
Con negro parezco novio,
con blanco parezco suegro.
F. Z.

No grabé un nombre en un árbol
o iniciales en la piel.
Nunca la fui fiel a nadie,
nunca nadie me fue fiel.
F. Z.

Como los poetas hoy no escriben con rima me inhibí de explorar la fascinación que sentí por el género de adulto, de niño no existía sino por desgracia el artefacto del chiste rimado, excepto las ocasionales chapolas de trovadores naturales describiendo crímenes atroces, cuando esto podía hacerse, no porque fueran inocentes los tiempos. Esta anónima del XIX, en la edición de Sobre los ángeles de Visor, exaltada por Rafael Alberti, tiembla de sencillez:

El anillo que me diste
fue de vidrio y se quebró,
el amor que me tuviste
fue poquito y se acabó.

Díganme si la miniatura extrema que sigue no contiene el universo de la libertad y el viaje, también sin autor conocido, con la que hice la letra de una canción.

Que no la llame,
que ya no viene,
que tiene otro
que la entretiene.

Entonces dejé de depender de los demás, de soñar con la inmortalidad y esas cosas metafísicas y di comienzo a la experiencia, tan difícil que por un tiempo renuncié. Me divierte mucho, ofrece grandes posibilidades, día a día las hago con menor dificultad, aunque no con maquinita, porque cada una ofrece aventura y angustia distintas. Mucha gente sin suficiente dedicación forja mediocridades y espanta a los lectores pero ante una copla decente, en el sentido artístico, se guarda silencio.
Nos sacude al recordarnos que a veces escribimos más pensando en un lugar en las enciclopedias que en un lugar en el corazón de la gente. Porque evadimos la realidad de esperanzas sin empleo y cerebros sin proteína, porque la ensimismada realidad ideal o nostálgica suplanta en el verso a la realidad del momento histórico preciso que nos toca vivir. No digo que haya que escribir de una forma pero si que debemos interrogar de manera constante lo producido en relación con la sinceridad, que para hipocresías ya estamos en el reino.
Sin embargo todos los poetas aman la copla. De la mitad para arriba del libro suelen incluir una.

Entre bomberos no
se pisan la manguera
y entre poetas no
se pisan la tristeza.
F. Z.

Manizales, viernes 03-07-10

© 2010 Flóbert Zapata