lunes, 26 de agosto de 2013
Un vivo fervor. Por Flóbert Zapata Arias
Le comenté a F. V. C. que la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía
había sido tan grande como es el Festival Internacional de Teatro y agregó: “Y
más grande porque dio poetas, en cambio el Festival no ha dado teatreros”. La
razón estriba en que la Casa funcionaba como una escuela permanente y el
Festival funciona como un evento puntual.
Sin embargo, o por ello, la Alcaldía y la Gobernación, sus sostenes, le
quitaron todo el apoyo para que muriera. Si al Festival le sucediera esto mismo,
con o por la buena salud de que goza, Manizales en materia cultural se
parecería a un campo después de la batalla. Todo ha desaparecido o ha sido
diezmado, excepto alguna institución que
apenas sobrevive. A la gloriosa Imprenta Departamental, que cuento como uno de mis
lugares míticos, nada la reemplazó ni nada quiere reemplazarla como
prometieron. Entre ellos los hijos y los nietos de la Casa, los escritores
andan por la Veintitrés con el libro bajo el brazo sin opciones, y se sabe que
un refuerzo oportuno puede potenciar una vocación para siempre.
Focos mínimos autofinanciados por los escritores y
la labor de uno que otro profesor y una que otra profesora en las aulas secundarias
y universitarias hacen resistencia para que la literatura no desaparezca como
práctica viva común y quede relegada a la práctica histórica e individual,
coherente con su sociedad en ruinas por los efectos de un neoliberalismo de
fiereza antioqueña en sus últimas administraciones. Por algo llaman a los
antioqueños los gringos de Suramérica; aunque no sobra aclarar que esta alusión
no va dirigida a todos sino a quienes manejan el billete grande por encargo o
lo poseen. Los hechos hablan más que las palabras: el último censo arrojó una
merma de la población en Caldas, lo que significa que la gente se está yendo
por falta de oportunidades y de felicidad. Los lugares públicos y privados comienzan
a utilizar el alambre que corona los cercos de las prisiones, llamado alambre
de cuchillas, al frente de la mía lo llevan tristemente la casa de doña L. D.,
porque se le treparon por la terraza, y la guardería Angelitos, a la que no le bastó
el sistema de alarmas. En Bosques de Norte a una alumna de A.L. le mataron el hermanito.
En visita domiciliaria la profesora conversaba con la madre mientras la alumna
planchaba y oía, tan atenta que en un descuido se pegó un quemón tremendo en el
brazo. Entre la mezcla de los gritos y los llantos la profesora le pidió a la madre
una papa. Profesora, no hay papas, respondió la mamá. Tráigame pues la crema
dental, replicó la profesora. Profesora, no hay crema dental, volvió a
responder la madre. Miles y miles de caldenses se están muriendo de hambre. Cunde
la desesperanza, por eso hoy en las elecciones para gobernador la abstención
llegó al 70 por ciento.
Manizales es hoy un Medellín pequeño como Caldas es
una Antioquia menor, lo que se asevera en el hecho de que la última propiedad
que falta por poner en venta es la Industria Licorera de Caldas, sabido ayer en
la sala del Hotel Soratama que La Patria pertenece al mismo grupo económico
dueño de La Tarde. Al quedarse uno sin nada ha perdido la voluntad y la manija,
algo así como montar en un vehículo conducido por control remoto sin que se nos
pregunte a dónde queremos ir y sin que podamos sugerir nada. Sin embargo
Manizales, debilitada su personalidad, en materia de cultura no copia o no
obedece a Medellín, hervidero estético sin comparación en Colombia, capital
nacional del goce colectivo simbólico,
la otra cara de ese mundo ceniciento que no se cansa de repetirse en noticias
como la de esta semana, en la que encontraron asesinadas a una mujer y sus dos
hijas en el interior de una vivienda. O
esta de Q´hubo del 22 de mayo: “Autoridades detectaron una red de tráfico de
armas desde Estados Unidos a Medellín. Cuatro fusiles de asalto y una pistola
venían a combos de Castilla y Bello”.
En el Viejo Caldas de la ebullición literaria se empieza
a quedar Manizales con el pasado porque el presente lo ocupan hoy dos ciudades,
Calarcá y Pereira, la primera con su portentoso Encuentro Nacional de
Escritores Luis Vidales y la segunda con el Festival Internacional de Poesía
Luna de Locos, que se consolida como el segundo del país después del Festival
Internacional de Poesía de Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco. Más que por
las banderas, habidas también en otros, que los hace una especie de cercana y múltiple Naciones
Unidas lírica, porque en los colegios, en el Banco de la República, en la
Universidad Tecnológica, en Quinchía, lugares donde integré el grupo de poetas
lectores, y en los otros igual según relatos, se siente, se palpa, se respira, un
vivo fervor, una expectativa, un ánimo creciente, un sustento, una siembra
afortunada y feliz.
La Carolita, domingos 25/ago/2013
© Flóbert Zapata, agosto de 2013