viernes, 1 de febrero de 2013
VIAJE A PIE POR UNA ESCUELA. Por Flóbert Zapata Arias
Como todo, no hay un
gremio de maestros sino dos.
El primero: los
maestros librepensadores, heterodoxos, lectores consumados, diletantes o
creadores, humanistas, amantes de la ciencia y el asombro, del diálogo, de la
escucha, de la convicción y no de la imposición, que ya quedan pocos, que los
van exterminado, que los van echando, que los van encerrando, que los van
aherrojando. No podían desplegar sus dotes, aunque a veces burlaban a los
sabuesos naturales tipo Francisco
Herodes Laissa o Beata Péress pero ahí estabán, ahí están. Con la ferocidad controladora
de la Ley 100, que tiene a los maestros amaestrados y a ignoro cuántos
rectorcitos y rectorcitas en el cielo de Nerón, en breve no se conseguirá uno ni para
feria.
El segundo: los ultramontanos
beatos de conciencia militarizada. No se mueve un párpado ante ellos, gritan y
al niño se le enfría la pajarilla, se le paraliza la voluntad y se le cierra la
garganta. Enseñan canciones en las que
declaran que son soldados de Cristo, como si a Cristo le gustaran las armas y
no la paz. Belicosos, supersticiosos, bobos algunos, fanáticos, avaros, sosos,
sádicos, prohíben a Los Símpson, no leen. Por eso el Viejo Caldas se rajó en
lectura el año pasado (http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-402347-colombia-entregado-al-analfabetismo-titulo-periodico-frances).
No le permiten usar el internet a los niños porque se corrompen y bajo el
pretexto de que hay delincuentes en la red. Entonces que los niños no salgan a
la calle porque en la calle también hay delincuentes. Velada malicia.
Han limpiado la
libertad de cátedra y a la visión griega y racional de la realidad la reemplaza
la visión teológica y de la usura y la trasmisión de contenidos uniformes,
estandarizados y normalizadores. Las diferencias individuales constituyen
imaginaria burbuja del pasado. Casi no queda disconformidad entre un colegio
privado y uno oficial. Y a veces resultan más tolerantes los privados que los
oficiales: en el Lans aceptan los pirsing, en el Instituto Paulo Sexto los
persiguen a muerte. Asistí a una reunión el colegio La Asunción en la que al
menos discutieron sobre el derecho de
los alumnos a portar una manilla, que dos eso si no. Entre los que se oponían en
otra parte había un ludópata, que ya abundan. Se los ve el resto del día en los
bingos y frente a las maquinitas que crecen leporinas.
La inferioridad crítica
que de todo esto se desprende consigue su fin de repetir mecánicamente la trama
sociocultural decadente y profundizarla. En la práctica han desaparecido a
veces los profesores de filosofía y han sido reemplazados por Licenciados en
Ciencias Religiosas, como ocurrió en el Liceo Isabel la Católica cuando estuve
allí.
El arte no existe, no
ha existido y no existirá en las escuelas pero se aparenta lo contrario
nombrando en contratos de meses un profesor que debe atender mil alumnos y
varias instituciones. Lo que sí existe es la artesanía y la producción de
bagatelas, le rinden culto.
Desde cuarenta años
atrás en la educación han cambiado algunas cosas materiales: el tablero
acrílico y el marcador de tinta en vez de tiza, sillas en vez de bancas, etc Pero la conciencia de este maestro no cambió
sino de atuendo, tenazmente odia toda posibilidad de lo nuevo. Una educación
liberadora, o siquiera liberal (“El liberalismo
es un sistema filosófico,
económico
y político
que promueve las libertades civiles
y se opone a cualquier forma de despotismo,
apelando a los principios republicanos”.),
parece ya una lejana e inaprensible utopía.
Nadie va más donde el
adivino y el manosanta que la maestra. Y sin embargo afirma que enseña ciencia.
En algunas comunidades hierve la superstición porque en vez de apagar la llama la
encrespa.
Llenar y llenar
cuadernos, ejercitar la memoria, hacer el relieve en plastilina, dirigirse a la zona de la creatividad del supuesto
mentecato y el primate, preparar a los niños en el palabreo para la paciencia
y el amor y en el fondo para las guerras del mundo atroz que nace de los
pueblos con escritura: los imperios y las ciudades. Esto lo puede hacer
cualquier bachiller sin costosos y abstractos postgrados. Pareciera que educar
consiste en hacer de la decepción y la incredulidad un dogma.
Diría un conde español de
1928, el año del Viaje a pie de Fernando González Ochoa, al ver al neoespecimen
beato y rancio de hoy: Este es el maestro que me gusta para mis hijos. Que me
lo traigan del futuro.
La Carolita, jueves
31/ene/2013
© Flóbert Zapata, febrero
de 2013