martes, 26 de febrero de 2013
¿Julio Flórez está vivo? Por Flóbert Zapata Arias
Manizales,
sábado 24 de febrero de 2013
Querido
Florentino Flórez:
Ayer
justamente, en una librería de usados, vi una Antología de poesía colombiana firmada
por David Jiménez a través de editorial Norma. No estaba incluido en ella Julio
Flórez. Julio Flórez está muerto. No existe. Valoro en este caso la compasión,
¿para qué exhumar cadáveres en vez de dejarlos en paz? Mas cuando no está en
cuestión su fin natural, sabido a ciencia cierta que lo acabó un cáncer bucal
que en sus últimos días no le permitía hablar y que tampoco le permitió hacer
un discurso de agradecimiento cuando lo coronaron poeta nacional sus hematófagos
enemigos. Agradezcamos al cáncer que evitó esta pifia de un gigante bueno vencido.
Gigante, opina mi desvarío. Vencido parcialmente, opinan los desvaríos de otros.
No
obstante, si insistes en ver con tus propios ojos al menos el cadáver de Julio
Flórez, ve a sus libros originales, ahí se conserva a la vista de todos. Si no
encuentras los libros originales entonces definitivamente tendrás que aceptar
que está tan muerto que de él ya no existe siquiera su cuerpo.
En
caso de encontrar los originales, quizá te lleves la sorpresa de que los restos
se muevan durante el examen y compruebes que no está muerto, que existe, que
sólo lo adormece la morfina aplicada para el dolor que produce vivir.
Rueda
la leyenda de que una parte del necrófilo está viva y otra parte está muerta. Cierto
o no, muestras y antologías te lo entregarán mutilado. En ellas comprobarás, de
haber verdad en ello, que las cosas se dan generalmente al contrario: lo que
muestran por muerto está vivo y lo que muestran por vivo está muerto. Algunas,
desde luego, le jalarán a la sinceridad temeraria y te mostrarán vivo lo que
está vivo y muerto lo que está muerto.
Sé
que con estos renglones no respondo a tu pregunta sobre sí Julio Flórez está muerto o está vivo, si alguna vez
existió de manera distinta a una alucinación colectiva, perdóname. Me he
limitado a mostrarte una entrada segura y económica a la selva para que tú
mismo te hagas el camino. Llegarás bien a su tumba o a su cálida casa, sin término
medio. Tarde que temprano nos hiere la realidad de que hay prejuicios, tabúes,
intereses, que cada cual ve, oye y dice lo que le conviene y tiene una fe a
través de la cual se expresa su voz. Quizá tu viaje te demuestre
fehacientemente esta cruda realidad. Te adjunto mientras tanto dos poemas de su
libro Gotas de ajenjo.
Con aprecio, Flobert Zapata Arias
*
DOS GOTAS DE AJENJO
XXXIII
Si yo fuera serpiente
de esas que en el camino
al sentir el errante peregrino
ávidas le hincan el agudo diente,
a cuántos monstruos viles,
de almas inmundas en que hierve el
cieno,
les hubiera infiltrado mi veneno
así como esos pérfidos reptiles.
(¿No es este XXXIII una fotografía
extraordinaria del mundo en que vivimos, de ese mundo de aguas tranquilas que
una vez revueltas nos entregan monstruos asesinos que fundan nuestra primera
tradición, la del odio? ¿podemos despreciar esta equimosis ejemplar los amantes
de la fotografía de los golpeados?, ¿se ha decolorado, se ha borrado con el
tiempo esta fotografía, han sucumbido los líquidos fotográficos sobre el
cartón?, ¿han desaparecido las causas de esta ira en sepia natural?, ¿no
anhelamos ya retirarnos a vivir lejos de la decepción?, ¿amamos más que antes
esta felicidad que nos mata? Preguntitas)
XXXIV
Después de los excesos
de aquella noche de pasión, mi amada,
tras los últimos besos,
tal vez rendida pero no saciada,
−rojas como un incendio las mejillas−
hermosa, jadeante,
apoyó la cabeza en mis rodillas,
y se puso a pensar... en otro amante.
(Una
de las debilidades de Julio Flórez es la visión demoníaca de la infidelidad
femenina. Incluso recuerdo un poema en el que el protagonista considera
maculada a una mujer porque un pretendiente anterior le había besado los labios
de la cara. Como Erich Fromm considera al pecado original el primer acto de
libertad del hombre, podemos considerar a la infidelidad como el primer acto de
libertad de la mujer, y no sólo sexual sino afectiva. A este XXXIV, otro
retrato, goyesco si se quiere, maja desnuda sin espejo y con amante, no le agregó
más versos Julio Flórez porque en aquellos tiempos puritanos la sola mención de
la infidelidad hacía el papel de linchamiento, cuyas consecuencias vendrían
solas. Vi en mi tiempo, en mi aldea, mujeres destruidas moral y físicamente por
esta desobediencia, peor que si las lapidaran en las arenas de Oriente Medio.
Al orden del día se encuentra el crimen pasional, de raíces tan españolas, otro
de los regalos a los que les debemos honda y eterna gratitud. Puede decirse
también, sin caer necesariamente en el ridículo, que ella no pensaba en otro,
que el protagonista acusaba paranoia. Hoy, que el pensamiento único no reina
como entonces, el poema se vuelve sugerente de forma involuntaria, permite otra
lectura. A la delación de la infidelidad la reemplaza la aceptación de la autonomía.
El desenfado consiguiente, afirmado en la ausencia de sanción o de
vocabulario negativo, nos permite
incluso pensar en una concesión de derechos a la mujer desde una ampliación de
la mente del hombre. Quizá no pensó su autor en estos beneficios pero los
consigue.
Mas
atrás de la infidelidad se muestra otro tema crucial, herético: el del placer,
tan bien traído con los jadeos. A mí me enseñaron, ¡y qué bien enseñaban!, a considerar
el placer como una debilidad de la mujer y a la frigidez como una virtud.
Arduamente hubo de conquistarse esta otra libertad, en mi pueblo ayudados por las
baladas de los sesenta. Este poema fue pionero de esa lucha sesenta años antes,
en 1909, rodeado de una infinita soledad y movido por un arrojo suicida. Parecería
un poema histórico pero hablamos de un poema de total actualidad, sólo un
sector de la población ha salido de las tinieblas, el otro las cultiva solapadamente).
La Carolita, domingo 24/feb/2013
© Flóbert Zapata, febrero de 2013