sábado, 29 de septiembre de 2012
POR UNA POESÍA SIN DINERO. Por Flóbert Zapata Arias
Tantos poetas
esperando premios que merecen pero premios no hay, van muriendo, y los que
quedan los vuelven bienales: Universidad de Antioquia, Ministerio de Cultura
(gracias a Álvaro Uribe Vélez), Gobernación de Caldas (gracias a Emilio
Echeverri Mejía y Juan Manuel Sarmiento). Prometeicos los que se sostienen
anuales.
Tantos poetas
esperando publicaciones que merecen pero editoriales para poetas no hay, nunca
ha habido, las colecciones o planes ocasionales alcanzan para unos pocos,
fungen como símbolos, caen en la antidemocracia.
Tantos poetas
esperando que los inviten a festivales
pero los festivales tienen el mismo destino que las revistas, morir después de
unos animosos números, y los que subsisten se comportan clientelistas,
elitistas y centralistas.
Tantos poetas
esperando ser publicados en revistas pero revistas siempre ha habido pocas y
cada vez las hay menos.
Pero quienes
niegan el apoyo a la poesía nos desbrozan el camino para la restitución de la
verdadera esencia de la poesía: trashumante, desapegada, abierta, solidaria,
independiente.
POR UNA POESÍA
SIN DINERO es una invitación a que los poetas hagamos muchas cosas abaratando
los costos al máximo y prescindiendo de todo lujo innecesario, dándole a la
poesía en vez de esperar que nos den para la poesía.
-Festivales de
poesía por canje, sin honorarios: el concurrente se paga el pasaje y duerme y
come invitado por un local, que luego recibirá retribución semejante.
-Premios de
poesía cuyo honor sea más grande que cualquier suma de dinero: publicación de
los poemas premiados en un grupo de medios, invitaciones a los festivales por
canje, alguna estatuilla que se gestione con un escultor filantrópico, etc. El
premio más importante de literatura de Francia no entrega ni un solo franco.
-Se juntan
diez poetas, dan de a $50.000 y ahí tenemos una revista, que publica a cinco
poetas de otra revista o región y esta les paga con la misma moneda.
-Libros en el
papel más barato para que los pueda comprar la sirvienta, el campesino, la
manicurista, el pobre.
Lo que no
hagamos los poetas por nosotros mismos no lo hará nadie, los baluartes ajenos
no renunciará a su discurrir de ajenos.
Sólo los
poetas podemos salvar a la poesía del marasmo y el anquilosamiento, de la
lentitud y la petrificación, del oropel y la dádiva.
Los viejos lo
sabemos muy bien: a la poesía la acabaron y vendrán cosas peores. Probamos que
las ilusiones siempre están al pie de un acantilado para que cualquiera las
pueda derrumbar. Que a la sangre de la poesía la volvieron sólida de
ambiciones, pastosa de egolatrías, coagulada de vacío, para que no recorra e
irrigue el espíritu de los hombres que toca. Que a los poetas y a la poesía la
consideran los buenos y los justos nietzscheanos como pienso inservible y
contaminado.
Oímos
propuestas. Esperamos mensajes. La poesía vuelve al territorio del trueque y de
la hospitalidad, de la comunicación y del viaje, del dinamismo y la
camaradería. Escucha nuestras ofertas de ánimo y amistad.
Tanto poeta
esperando, no perdamos más tiempo, hagámoslo nosotros mismos. No van a llegar
las invitaciones a festivales, no van a llegar las publicaciones, no van a
llegar los premios, no va a llegar nada más que lo que los propios poetas nos
procuremos.
La poesía no
sólo vive en la escritura sino en la difusión, el cultivo de más poetas, el cultivo
de más lectores, el encuentro, la mano
tendida, el goce colectivo, la hermandad sin corifeos.
La Carolita, miércoles 26 de septiembre del 2012.
©Flóbert
Zapata Arias, septiembre del 2012