sábado, 17 de diciembre de 2011
UNA ANTOLOGÍA. Por Flóbert Zapata
Miro una antología y no cabe duda de que en su construcción intervinieron palancas, poder, golpes de suerte, sentimentalismos, recomendaciones, miedo a las autoridades, a las políticas y a las poéticas, compasión, paisanaje. Podemos hacer cosas con rigor o sin él pero aumenta la falta de rigor no decirlo.
Hay caciques en la poesía, que siempre han estado ahí como en listas de presidentes, sonando, siendo buenos algunos, sino que buenos hay muchos y no aparecen, los invisibles de cada generación, la generación invisible de cada tiempo, los tímidos o mansos, los que no tienen plata para relaciones públicas.
Caciques con piquetes de áulicos, casi se me sale un nombre de la boca pero mejor evitar, una vez lo mencioné y me pegaron una palmada en las nalgas, como cuando estaba chiquito, una palmada retórica. De la sinceridad faltante intentaré hablar otra vez. Por ahora preguntémonos si puede haber poesía sin sinceridad.
El mundo de la poesía cayó en la democracia representativa. Padece sus mismos vicios: inequidad, falta de oportunidades, rapiña, arte de la calumnia, desdén por la mayoría, una guerra como cualquier otra, una política poética, una diplomacia de la mitomanía, un comercio movido por las leyes de la globalización desde la más miseria de las miserias, en su sentido espiritual y monetario, pedestales de abolengo social y/o literario. Debemos volver a la democracia participativa.
La bella, pequeña colección de 13 millones de ejemplares por autor a veces peca de bienpensante, tiene lunares cancerosos, sabor a lobby. Hay ahí incluida una persona que nunca aprendió a escribir, cuyos poemas tienen la calidad de un colegial mediocre, ya un pleonasmo. Hay también poetas indiscutibles como otros de provincia de lo desconocido a los que ni se mira.
Por el lado de los premios si que se escuchan cosas malucas.
Las revistas igual: amistades, canjes, intereses, cercanías, fetichismos.
El establecimiento nos quiere meter, con sus Goebbels diletantes, como único a un poeta que no lo es. Y él se cree el cuento bien serio.
A alguna la han publicado en el extranjero, hay calidad en sus versos pero ¿tanta? Alejo Carpentier utiliza un refrán: Un par de tetas jala más que un par de carretas. Aquí: Un par de tetas jala más que un par de poetas. También en el sentido metafórico masculino o femenino de puestos de potestad o señorío, influencias, don de contratos, invitaciones.
Por aquí, por allí repúblicas independientes, republiquetas del elogio mutuo. Cotilleo de la burla y el derribo, chismes extraliterarios condenatorios sin oír al enjuiciado, en vez del sabroso cotilleo de la rica dinámica del libro de versos a pesar de todo, de la negritud de toda sangre y de lo blanco de toda negritud, fascinación inevitable si escuchamos lo que va del versículo al versícola.
Llueve tristeza en todo esto porque hablamos de poetas, donde se espera encontrar egos en doma, solidaridad y no el Síndrome de Desconfianza Existencial Corrosiva que lamentablemente encontramos. Síndrome de Desconfianza Existencial Narrativa, jejeje.
¿La poesía como poder? Oh, qué triste que un poeta no asuma a Keats: “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua”. A muchos les escriben el nombre en bronce vivo antes de tiempo, a otros en el bronce funerario. No sé por qué pienso que la mejor poesía colombiana se pudre en cajones y naufragios. He visto libros inéditos magníficos que nunca volví a ver, lo juro.
Y qué pedrería arrogante, pareciera que no existe la palabra sencillez, cuánta falta de interés en el otro, cosecha de desdén, qué cuadro triste de rivalidades peleando por Baratarias, y por botines de invitaciones y todo eso, a veces en grupos, algunos en francas, impúdicas pandillas. Chicos que ya piden reverencias porque han sido incluidos en antologías y viajado al extranjero invitados. ¿Cómo hacen?
Qué fácil hemos caído en la trampa del individualismo y qué tristemente la aceptamos como hábitat y la decoramos con lujo. A veces no nos diferenciamos en nada de esos tontos que hablan sobre el éxito, los falsificadores de Deepak Chopra por supuesto, los que no saben que Tus zonas erróneas es un libro taoísta. Una vez a Zuzuki, el gran divulgador del zen en Occidente, le mostraron un fragmento literario y le preguntaron si lo consideraba budista. Respondió que sí, no había duda. Preguntó por el libro de donde había sido tomado, se lo dijeron: El capital. ¿Quién había tenido la idea? Erich Fromm, otro de los judíos inmensos.
Publico esta glosa en el desvelo porque o si no luego me arrepiento, la guardo para pulirla, lo que puede significar ampliarla, agregarle hipocresía, debilidad, si no caer en la tentación del ensayo. Qué complicados nos volvimos, queremos hablar siempre en ensayos, no podemos hablar, aunque sea a veces, simple como un futbolista o un cantante. Qué falta nos hace. Esto influye en la tacañería para mencionar los libros de los demás, acaso un renglón, o sus esfuerzos. Ni siquiera un twitterazo. Oscuro silencio en el oscuro rincón del olvido mutuo, nos ayudamos a caer y en privado maldecimos la caída. Pero no, siempre la pérdida del derecho a lo imperfecto, lo simplemente humano, el miedo a perder un poco de la inmortalidad, de la excelsitud, de la asepsia, que de paso sirve como excusa para caer en la incomunicación.
Nos olvidamos en la vía que escribimos para alguien, para un lector, lo alejamos, impugnamos su lenguaje, su imaginario, hacemos festivales para poetas, revistas para poetas, poesía para poetas, por lo que nuestro único público son los poetas, frustrados o en carrera. ¿Quién no ha experimentado una lectura de poemas con dos espectadores u otra cancelada porque no fue nadie?, ¿mejor para los poetas que no tienen nada que decir y mejor para sus posibles espectadores? Algo parecido les pasa a los poemas, los dejamos en remojo hasta que se pudren, a la espera de un premio que no llegará, de una oportunidad editorial que no llegará y no siempre pero en ocasiones esto significa que lo estás haciendo bien. O de que los rescaten cuando muramos. Ya para qué. Mejor dejarnos de güevonadas ilusorias, llega una nuera o un yerno y deja perdidos en un trasteo los manuscritos de toda una venosa y ósea novela de sacrificios dignos y esperas de justicias. Jejeje.
Buena idea mandarlos a Derechos de Autor, parece un lugar seguro. Mientras tanto hagamos una poesía evasiva de lo concreto, de los nombres, como esta glosa, hasta llegar a la dimensión metafísica o hermética, gaseosa, lo que llaman poesía pura, garantía para volvernos importantes y para que el mundo no cambie, para que los carniceros sigan enviciados matando a su antojo todo lo que tiembla o habla con las estrellas.
Con todo y este panorama verracos los que hacen antologías o colecciones, los que animan concursos, los que editan revistas, los que convocan festivales o encuentros, esa otra forma de hacer poesía, esto solo les merece un lugar en el parnaso, aunque pareciera que sirven para avanzar en la poesía de letras pero no en la de la comunidad, la tolerancia y la convivencia, que fracasan en su tentativa de construir un país poético menos parecido al país real.
Manizales, domingo 28 de diciembre del 2011, dos pasadas de la mañana
Copyright © Flóbert Zapata 2011
Hay caciques en la poesía, que siempre han estado ahí como en listas de presidentes, sonando, siendo buenos algunos, sino que buenos hay muchos y no aparecen, los invisibles de cada generación, la generación invisible de cada tiempo, los tímidos o mansos, los que no tienen plata para relaciones públicas.
Caciques con piquetes de áulicos, casi se me sale un nombre de la boca pero mejor evitar, una vez lo mencioné y me pegaron una palmada en las nalgas, como cuando estaba chiquito, una palmada retórica. De la sinceridad faltante intentaré hablar otra vez. Por ahora preguntémonos si puede haber poesía sin sinceridad.
El mundo de la poesía cayó en la democracia representativa. Padece sus mismos vicios: inequidad, falta de oportunidades, rapiña, arte de la calumnia, desdén por la mayoría, una guerra como cualquier otra, una política poética, una diplomacia de la mitomanía, un comercio movido por las leyes de la globalización desde la más miseria de las miserias, en su sentido espiritual y monetario, pedestales de abolengo social y/o literario. Debemos volver a la democracia participativa.
La bella, pequeña colección de 13 millones de ejemplares por autor a veces peca de bienpensante, tiene lunares cancerosos, sabor a lobby. Hay ahí incluida una persona que nunca aprendió a escribir, cuyos poemas tienen la calidad de un colegial mediocre, ya un pleonasmo. Hay también poetas indiscutibles como otros de provincia de lo desconocido a los que ni se mira.
Por el lado de los premios si que se escuchan cosas malucas.
Las revistas igual: amistades, canjes, intereses, cercanías, fetichismos.
El establecimiento nos quiere meter, con sus Goebbels diletantes, como único a un poeta que no lo es. Y él se cree el cuento bien serio.
A alguna la han publicado en el extranjero, hay calidad en sus versos pero ¿tanta? Alejo Carpentier utiliza un refrán: Un par de tetas jala más que un par de carretas. Aquí: Un par de tetas jala más que un par de poetas. También en el sentido metafórico masculino o femenino de puestos de potestad o señorío, influencias, don de contratos, invitaciones.
Por aquí, por allí repúblicas independientes, republiquetas del elogio mutuo. Cotilleo de la burla y el derribo, chismes extraliterarios condenatorios sin oír al enjuiciado, en vez del sabroso cotilleo de la rica dinámica del libro de versos a pesar de todo, de la negritud de toda sangre y de lo blanco de toda negritud, fascinación inevitable si escuchamos lo que va del versículo al versícola.
Llueve tristeza en todo esto porque hablamos de poetas, donde se espera encontrar egos en doma, solidaridad y no el Síndrome de Desconfianza Existencial Corrosiva que lamentablemente encontramos. Síndrome de Desconfianza Existencial Narrativa, jejeje.
¿La poesía como poder? Oh, qué triste que un poeta no asuma a Keats: “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua”. A muchos les escriben el nombre en bronce vivo antes de tiempo, a otros en el bronce funerario. No sé por qué pienso que la mejor poesía colombiana se pudre en cajones y naufragios. He visto libros inéditos magníficos que nunca volví a ver, lo juro.
Y qué pedrería arrogante, pareciera que no existe la palabra sencillez, cuánta falta de interés en el otro, cosecha de desdén, qué cuadro triste de rivalidades peleando por Baratarias, y por botines de invitaciones y todo eso, a veces en grupos, algunos en francas, impúdicas pandillas. Chicos que ya piden reverencias porque han sido incluidos en antologías y viajado al extranjero invitados. ¿Cómo hacen?
Qué fácil hemos caído en la trampa del individualismo y qué tristemente la aceptamos como hábitat y la decoramos con lujo. A veces no nos diferenciamos en nada de esos tontos que hablan sobre el éxito, los falsificadores de Deepak Chopra por supuesto, los que no saben que Tus zonas erróneas es un libro taoísta. Una vez a Zuzuki, el gran divulgador del zen en Occidente, le mostraron un fragmento literario y le preguntaron si lo consideraba budista. Respondió que sí, no había duda. Preguntó por el libro de donde había sido tomado, se lo dijeron: El capital. ¿Quién había tenido la idea? Erich Fromm, otro de los judíos inmensos.
Publico esta glosa en el desvelo porque o si no luego me arrepiento, la guardo para pulirla, lo que puede significar ampliarla, agregarle hipocresía, debilidad, si no caer en la tentación del ensayo. Qué complicados nos volvimos, queremos hablar siempre en ensayos, no podemos hablar, aunque sea a veces, simple como un futbolista o un cantante. Qué falta nos hace. Esto influye en la tacañería para mencionar los libros de los demás, acaso un renglón, o sus esfuerzos. Ni siquiera un twitterazo. Oscuro silencio en el oscuro rincón del olvido mutuo, nos ayudamos a caer y en privado maldecimos la caída. Pero no, siempre la pérdida del derecho a lo imperfecto, lo simplemente humano, el miedo a perder un poco de la inmortalidad, de la excelsitud, de la asepsia, que de paso sirve como excusa para caer en la incomunicación.
Nos olvidamos en la vía que escribimos para alguien, para un lector, lo alejamos, impugnamos su lenguaje, su imaginario, hacemos festivales para poetas, revistas para poetas, poesía para poetas, por lo que nuestro único público son los poetas, frustrados o en carrera. ¿Quién no ha experimentado una lectura de poemas con dos espectadores u otra cancelada porque no fue nadie?, ¿mejor para los poetas que no tienen nada que decir y mejor para sus posibles espectadores? Algo parecido les pasa a los poemas, los dejamos en remojo hasta que se pudren, a la espera de un premio que no llegará, de una oportunidad editorial que no llegará y no siempre pero en ocasiones esto significa que lo estás haciendo bien. O de que los rescaten cuando muramos. Ya para qué. Mejor dejarnos de güevonadas ilusorias, llega una nuera o un yerno y deja perdidos en un trasteo los manuscritos de toda una venosa y ósea novela de sacrificios dignos y esperas de justicias. Jejeje.
Buena idea mandarlos a Derechos de Autor, parece un lugar seguro. Mientras tanto hagamos una poesía evasiva de lo concreto, de los nombres, como esta glosa, hasta llegar a la dimensión metafísica o hermética, gaseosa, lo que llaman poesía pura, garantía para volvernos importantes y para que el mundo no cambie, para que los carniceros sigan enviciados matando a su antojo todo lo que tiembla o habla con las estrellas.
Con todo y este panorama verracos los que hacen antologías o colecciones, los que animan concursos, los que editan revistas, los que convocan festivales o encuentros, esa otra forma de hacer poesía, esto solo les merece un lugar en el parnaso, aunque pareciera que sirven para avanzar en la poesía de letras pero no en la de la comunidad, la tolerancia y la convivencia, que fracasan en su tentativa de construir un país poético menos parecido al país real.
Manizales, domingo 28 de diciembre del 2011, dos pasadas de la mañana
Copyright © Flóbert Zapata 2011