domingo, 4 de diciembre de 2011

TUVE HIJOS Y NO SABÍA CÓMO SE EDUCABAN. Por Flóbert Zapata

Tuve hijos y no sabía cómo se educaban, yo, que era maestro, qué maestro, qué Normales, qué Facultades.

Entonces se los entregué a otros maestros para que los educaran, a ellos que también tuvieron hijos y no sabían cómo se educaban, qué maestros, qué padre.

Y otros maestros me entregaron sus hijos para que los educara yo, qué maestros, qué padres.

Quizá alguno sabía pero no lo conocí.

Vaya pregúntele a un laico si sabe cómo se educa un hijo y todos responderán afirmativamente. Vaya pregúntele a un maestro cómo se educa un alumno y todos responderán afirmativamente. Si algo de verdad latiera en esos optimismos cándidos no tendríamos el mundo que tenemos: crimen, dolor, angustia, hambre, desempleo, desconfianza, recelo, envidia, cárceles atiborradas, odio, desencanto, psiquiatras con demasiadas citas, funerarias y clínicas que cada día deben contratar más empleados y ampliar sus sedes, cementerios infelices…el infierno. ¿Si nuestros padres nos educaron bien por qué vivimos en el perfecto infierno?, ¿si sabemos educar a nuestros hijos por qué el infierno sigue creciendo voraz?

En cambio conocí muchos a los que habría que preguntarles si se educa un hijo repitiendo el mundo o transformándolo, si se educa un hijo con la sobreprotección, si se educa un hijo implantándole ideas intolerantes, si se educa un hijo sin dedicarle tiempo, si se educa un hijo imponiéndole actitudes de rechazo a la diversidad, si se educa un hijo con la sola información, si se educa un hijo mintiéndole, si se educa un hijo escondiéndole nuestro pasado personal, si se educa un hijo condenándolo a la soledad, si se educa un hijo con gritos, si se educa un hijo sin diálogo, si se educa un hijo con sólo darle cosas materiales, si se educa un hijo inculcándole trampas, si se educa un hijo desde la superioridad, si se educa un hijo negándole que piense distinto, si se educa un hijo negándole que se vista distinto, si se educa un hijo haciéndolo una copia fiel de lo que uno es, si se educa un hijo sin pensamiento científico, si se educa un hijo diferente a como se educa un alumno, si se educa un varón distinto a como se educa una hembra, si se educa un hijo cerrándole la curiosidad o poniéndole límites, si se educa un hijo negándole la historia cierta del país y del mundo, si se educa un hijo mostrándole sólo el lado tierno de la realidad, si se educa un hijo adiestrándolo en el egoísmo, si se educa un hijo entregándolo fielmente a las leyes de la esclavitud moderna, si se educa un hijo cuando sólo encuentra sentido a la vida en la obtención de cosas materiales, si se educa un hijo en el apego, si se educa un hijo preparándolo para ver a los otros como enemigos, si se educa un hijo negándole la divergencia, si se educa un hijo con el chantaje y la manipulación y no con las comprobaciones, si se educa un hijo con el miedo, si se educa un hijo con la superstición, si se educa un hijo en la incomunicación, si se educa un hijo en el alcohol...

Tuve hijos y sólo treinta años después comprobé que no sabía cómo se educaban ni los alumnos ni los hijos, tanto dura embutido un entramado de antiutopías pequeñas y desmesuradas. Ahora mis hijos están grandes y mis primeros alumnos tienen retoños y hasta nietos y sólo me queda pedirles perdón y clemencia, agradecerles si me saludan, contarles mi fracaso de haber posibilidad y tiempo, y sugerirles libros que impidan que repitan en sus hijos lo que yo repetí en ellos porque mis padres y maestros lo repitieron en mí. Sólo me queda decirles que a veces lo que en ese tiempo consideraron equivocaciones fueron mis únicos aciertos y que en medio del galimatías alguna brizna de verdad me acompañaba a fuerza de intuición, gracias a su resistencia, por lo que más merecen ellos que yo.

Aun soy maestro, de salida, y he cambiado: sé que un alumno se educa como se educa un hijo, que a un hijo se educa como el cielo educa a las estrellas y las estrellas educan al cielo, oyendo al río como lo oía el barquero de Sidharta de Herman Hesse, viendo caer las whitmanianas Hojas de hierba, y que el maestro debe ser primero amado por sus alumnos si pretende educar, en vez de creer que por imponer y tatuar secos datos en las fisuras cerebrales debe recibir amor. Por ello soy defendido por los alumnos y por las madres y los padres y malquistado por algún padre sin sueños y algún macho con senos, alguna maestra turbia y ofuscada y algún pariente sin espíritu dinámico. A los 53 años y no a los treinta y tres, avergonzado y humilde, esperador y callado, claro y sincero, limpio y sereno, le pido a la vida tiempo para disfrutar del perdón y acaso para recoger algunos frutos del nuevo amor, eterno e inútilmente encortinado. Creo que lo merece el haber descubierto que un engaño tolerado mucho tiempo se convierte en autoengaño y que para que lo desembrolles demasiado tarde te pagan con corazones falsos.

Manizales, sábado 3 noviembre 2011

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