miércoles, 2 de noviembre de 2011

MURIÓ BONEL PATIÑO NOREÑA. Por Flóbert Zapata

Murió Bonel Patiño Noreña la semana pasada. Nuevo mazazo la noticia entregada por Juan Carlos Acevedo a tres meses de la muerte de mi pobre hermano Henry, echa sal a la úlcera, ambos de ojos claros y edad parecida. Y más sal aun porque había nacido en La Merced, donde también un infarto se llevó a mi hermano Fáber aquel amargo hasta el vacío 25 de julio del 2006. Tanta sal que algo de ella cayó en el centro del desvelo y lo desbocó anoche, después de la feliz reunión del Día de Brujitos en casa de Felipe Agudelo Hernández. Todo sucedió rápido y fácil: dolor de cabeza súbito, tomografías, tumor cerebral, no hay nada qué hacer, internación, cuidados intensivos supongo, estado de coma, signos vitales conclusivos, en la Clínica Versalles. La muerte no se pone con compliques, se burla del gusto humano por la novela policíaca. Prosas elementales, editado en la neoliberalmente extirpada Imprenta Departamental, se lo dije personalmente, propuse la lectura de uno de sus ensayos en un curso para profesores, fue uno de esos libros iniciáticos que me gustaron y nunca me dejaron de gustar por la honda frescura, la alta sencillez y la decisión de su pensamiento. Hace unos cinco años quise llamar a Bonel para entregarle otro reconocimiento a un perspicaz artículo que publicó en la revista de los Juegos Florales sobre el escapismo en la literatura caldense viva, debilidad que con razón nos fustigaba, y no pude conseguir su teléfono. Supe por Carlos Eduardo Marín que andaba recluido escribiendo. Lamento no haber leído aun la novela suya ganadora del grato concurso nacional de Pereira. Últimamente sonaba como Secretario de Educación de Guido Echeverri, si lo elegían a la Gobernación, o sea que la vida reverberaba vigorosa sobre el follaje de los sueños. Aun hoy no tengo detalles del día y la hora de su inhumación, a la que hubiera ido, porque la solidaridad que no se manifiesta se parece mucho a la solidaridad que no existe. Fundó el Centro de Escritores de Manizales como acto de resistencia frente a una ciudad cuya dirigencia parece quererlos lejos, incapaz de instaurar un sistema de becas de creación o de comprarles un libro sin la exigencia de absoluciones. Director para Caldas de un censo nacional cuando yo garrapateaba letras de muchacho ignaro recién casado y con salario mínimo, le pedí uno de los contratos para mi señora desempleada y bachiller. Con una de sus cálidas sonrisas asintió y la dejó trabajando esa misma mañana: “Esto es para los escritores”. Luis Fernando Zuluaga Potes puede atestiguar que no fanfarroneaba. No lo podía creer. Me hubiera gustado alguna cercanía con él o por lo menos una larga conversación pero llega un momento de la vida del escritor en el que sólo le queda tiempo para la escritura, en que la lectura se convierten en la única forma de soledad. Con Bonel hiere una vez más la certeza de que muerto es aquel al que no le tocaba el turno de morirse. Sólo el tiempo medirá qué parte de grandeza le negamos o se negó por amor a la burocracia, el poder y el dinero, éste desgracia de todos. Paz en el lúbrico polvo atormentado por el tabú más lapidario.

Manizales, martes 1 noviembre del 2011.

Copyright © Flóbert Zapata 2011