martes, 23 de abril de 2013
DE VEZ EN CUANDO CAE BIEN INJURIAR AL ESCRÚPULO. Por Flóbert Zapata Arias Montes
Tres días sin bañarme,
pasando una gripa, sin cripa, debo tener olor de axilas pero por el flujo nasal
y los estornudos el olfato no me funciona y me deja pobre de recuerdos
animales, (“a los rumiantes, anuncia el peligro; a los carnívoros, la presa”,
enseña Darwin en El origen del hombre), una mujer se va a la sala de belleza y
se demora todo un día, el tinte del cabello produce esclerosis múltiple, por eso no lee, por eso se entrega a la televisión, otra
cosmética, Cosmetical Geographic Chanel, o tal vez no tenga olor de axilas, sellados
los poros por el desodorante-antitranspirante-nuevo-ultraseco-protección
continua-collnight-que no manca la camisa, sellado por el aluminio, ahogado por
los parabenos y el propilenglicol, tocan
mis manos el cabello, grasoso, protector en otras especies, en otros pueblos para
que resbale la lluvia intempestiva y brutal en la selva, no huelen los pies a
pecueca, el antibacterial no hizo lo suyo sino la quietud, la ausencia de sudor
cuyas bacterias se descomponen, decencia occidental como excusa para aceptar el
triste destino, perdimos el aseo simple de vivir cerca del río y hacer ablución
en él, nos quedan los químicos conservantes, los químicos olorantes, los
químicos colorantes, ya venden champú para genitales, que producen enfermedades para engordar la
cuenta de la dermatóloga , cuando no cáncer para engordar la del funerario, los
desodorantes causa probada del mal de Alzheimer, del cáncer de mama, del cáncer de
mamá, o de papá, los hombres también morimos de cáncer en la tetilla, uno de
cada noventa tumores de mama es masculino, tumor de mamita, toda la tecnología
mata, también la de los alimentos, pero morimos soberbios, callados y nos
burlamos de los indios remisos y los matamos para quedarnos con sus tierras,
muchas callados tesoros para minería extractiva,
no debemos estar limpios, debemos oler
ajeno, lo que dicta el consumo, matar el olor del cuerpo (“Los negros y los
indios pueden reconocer a las personas en la oscuridad por su olor ”, vuelve
Darwin, página 23, si no lo creen), avergonzarse del fresco sudor, la ropa
también debe oler a químico dañino vestido de alcurnia, a Soflán, a suavizante,
desnudo no es el que no lleva ropa sino el que no lleva pelos, los niños de
vientre en el sexto mes tienen pelusa lanosa, llamada lanugo, hasta en la cara,
alrededor de la boca posee mayor longitud que en la cabeza (“Eschricht ha visto
un bigote de este género en un feto hembra”), micos, orangutanes, chimpancés, cuadrumanos,
nunca conocerán la neurosis del destape, nunca se convertirán en sicópatas violadores,
en violentos, en virulentos, la vaca no se come la fábula de que con brasieres
resulta más sensual al toro, oh, los bonobos,
qué civilizados, alcanzaron la total libertad sexual, alcanzaron todo, todo
para nosotros que lo perdimos todo, nada para ellos que no perdieron nada,
entre los bonobos, también llamados chimpancés pigmeos, pero qué grandes, qué
admirables, hay todas las desviaciones
sexuales y viven felices, sin constituciones, sin códigos, el sexo su mundo,
tiran todo el día, orgiásticos y no hay hogueras y no los mandan a Siberia y no
caen víctimas de un disparo en Nueva York o cualquier otra ciudad, en Milk, qué
bien ahí Sean Penn el maoísta, el que lloró a Chávez, tengo la excusa de la gripa porque nadie que
huela a libertad muestra decencia, pero en el fondo me gusta este degenere
ocasional, porque me gustan los vagabundos, cada que puedo converso con ellos, les
comparto mi pan, mis monedas, los hago hermanos, el sueño más bello mío fue
durmiendo en la veintitrés en tiempos de cero muertes violentas por pobreza, o
sea nunca, cada vez más nunca, y voy
terminando esto porque puse involuntariamente música clásica, Vivaldi, Chopín,
Tchaikovski, puro orden, libertad y cetro, me pregunto estos genios qué música
hubieran compuesto si hubieran nacido en una sociedad libre del futuro, entre
los tarahumaras hacedores de tecnología nuclear como se hace el alimento o se
reza al peyote, cuando justamente la libertad es el desorden estético, ordenen
el universo pues, pongan a las estrellas a cumplir horarios, a los átomos a hacer
filas, allá el recluta, firme, no mire para otro lado, mientras los Pedros
Aguirres recuerdan que la maestra regañaba igual, que el maestro dientón Herodes Loaiza Arias le jalaba las orejas a
los niños y se las dejaba rojas, de
golpe se me acabó la imaginación, junto con las ganas de seguir, buscando embotado
la fecha sé qué hoy es el día del idioma, el día del libro, el día de la
lectura, de vez en cuando cae bien injuriar la apariencia, injuriar al
escrúpulo, injuriar al disociador, al hueco, al mortífero e inmortal
crepúsculo, poner a la vanidad en su sitio, recordar que vesículas de estiércol
somos y en vesículas de estiércol nos hemos de convertir, que de orines venimos
y en orines nos vamos (“La vesícula prostática, que ha sido observada en muchos
mamíferos machos, está hoy universalmente considerada como homóloga del útero
femenino”), y uno sabe que aquí también tiene razón, en todo tiene razón el
científico de la sospecha Darwin, después de tres días sin bañarme el olor y su textura genitales se me tornan clara e irrefutablemente vaginales.
La Carolita, martes 23/abr/2013
© Flóbert Zapata, abril de 2013