martes, 19 de junio de 2012
CENIZA NARANJA. Por Flóbert Zapata
DOMINGO 17 DE JUNIO DEL 2012
7.40 p.m.
Cable Noticias: “…expertos
señalan que la explosión del volcán es inminente en días o semanas”.
Nos dicen que
guardemos la calma los que viven lejos a los que vivimos cerca del Volcán
Nevado del Ruiz.
Nos dicen que la
naturaleza tendrá compasión, lo cual puede caer en lo falso, a pesar de que la merezcamos: nadie debe
intentar predecir las consecuencias de una erupción. ¿Quién garantiza que un
movimiento de la tierra no arroje los edificios al suelo como a cajas de
fósforos?
Y nosotros aquí,
estoicos, preocupados, temerosos del éxodo de todos sin ser campesinos. Nos decimos
que la ceniza naranja no pasará a ceniza roja.
¡Qué truenos tan
luminosos, que luminosidad para oscurecer el ánimo natural.
−Ni modo de caminar por la calle, ¡La chimba, de pronto cae un
rayo y lo coge a uno! Yo creo que es mejor que desconecten los computadores, de
pronto los quema una descarga, que desconecten todo.
−¿Nos vamos para Neira ya?, cojamos el carro y nos vamos, esto
está maluco.
Sin embargo desde la
ventana veo bajar por una arteria vial, aunque no en las cantidades usuales,
parejas de farolas encendidas en movimiento hacia adelante, quizá a guarecerse.
Si el Volcán explotara
catastrófico y produjera una inmigración masiva, por fin mucha gente probaría
la lepra del desplazado.
7.57 p.m.
No impactan ya tanto
los truenos sino el hecho de que no cese de tronar.
Qué truenos tan atrevidos,
como si se negaran a morir y de pronto murieran con rabia, como si se negaran a
dar malas noticias, como si tocaran con fuego la eternidad.
Las calles volvieron a
su negritud por las constantes e imprevisibles lluvias. Los lavaderos de carros
no darán abasto. Hubo un tiempo de ceniza sin lluvia, techos, calles, vestidos
de un gris raro, hermoso, digno.
A ratos cadenas de
truenos, otras veces varias cadenas simultáneas.
8:03
Iba a escribir
silencio, cese, y a lo lejos se oyen truenos, aunque domesticados.
8:07
−A., ¿ya se puede volver a conectar o qué?
−Sí, yo creo que sí, pa, yo creo que
ya mermó.
Y de inmediato otra salva de truenos
partisanos, porque anuncian para que nada nos coja desprevenidos, me hace
desconectar por segunda vez
8.14 p.m.
Reconecto el
computador, los rayos llegaron para quedarse aunque su luminosidad se ha reducido a un potente
flash fotográfico.
8.56 p.m.
Silencio sin funeral.
LUNES 18 DE JUNIO DEL 2012
9.57 a.m.
En Lavautos X, por la
Avenida del Rio. Debemos esperar quince minutos, mucho carro.
−Esos truenos de ayer tan raros, tan
bravos.
−Y en seco, no llovió, ¿cierto? Eso
tiene que ver con el Volcán.
−En todo lo que he vivido en Manizales
nunca había tronado así.
−No, sí. Acuérdese que hace como un
mes una noche no pude dormir por los truenos, me despertaron de lo duros. ¿Se
acuerda?
−Sí.
−M. está muy preocupada que porque allá (La Enea) una vez tronó así,
seco. T. dice que igualito fue cuando lo de Armero. Mire esos carros como
llegan.
Todos con una capa de ceniza pareja.
Si no se lavan los carros se les
mancha la pintura. Cualquiera sabe que intentar quitar la ceniza sin manguera
hace algo peor, la raya.
La gente vive normal, piensa que la explosión
repetirá a la anterior, molesta pero no brutal con la ciudad.
−Mire lo que me contó el señor.
−¿Cuál?
−El que estaba ahí conmigo. Que ayer llovió
en el centro y cayó granizo, que las calles eran lisas por el granizo, que a
una tía de él se le desentechó la casa, que por San Joaquín se cayó un techo. Que
cayó un derrumbe en la vía a Neira. Que mantiene congestionada la nariz.
−Yo también, mantengo con dolor de
cabeza.
−Esto está muy verraco, los carros
vueltos mierda.
−Yo vivo por el sector de La Carola y por
allá no llovió.
−Sí, por allá no llovió, llueve por
partes.
Agradece S. que se vino ayer de Neira. Yo agradezco que A.
no aceptara la invitación de volarnos, nos hubiera podido tapar el derrumbe.
Cambios bruscos del tiempo. Sol y
luego lluvia.
−Ayer por la mañana hizo sol y en la
tarde lluvia y lluvia.
Se le engorda la cuenta bancaria al
dueño de X, que hoy patronea de tenis, bluyín, camiseta negra, cachucha negra y
gafas oscuras pero que en semana lleva traje y corbata.
11:07
a.m.
Salida del lavautos.
−Menos mal salimos temprano, vea esa
cola.
Apenas S. estuvo dentro del carro echó
de ver la pérdida de monedas.
−¿Por qué no las sacó antes?
−Cuando me acordé ya había entregado
las llaves y me dio pena. Por eso no les doy propina, B. les da mil.
−¿Como cuánto robaron?
−Nada, por ahí ochocientos pesos.
Creo que más, esta semana le he echado
mucha moneda pero ella no lo sabe.
−¿Todas las veces le roban?
−Hubo una que no, hace quince días. Ya
uno se acostumbra a eso. Jejejeje..
−jejeje…
−Les pone monedas para que se las
lleven. Jejejeje…
−Jejejejeje.
La anterior vez que la acompañé desapareció
la llave Bristol indispensable para desvararse de una pinchada.
3.48
p.m.
−Ya va a empezar a llover ceniza.
−¿Por qué sabe?
−Porque todos los días ha llovido.
Truena. La rutina va alejando los
espantos atávico e histórico.
Tendré que suspender la caminada
diaria de veinticinco cuadras, he comenzado a toser y a sentir la respiración
pesada, quizá todo obedezca a la sugestión: la gente anda sin tapabocas, distinto
al primer día que cayó ceniza, un médico anunció que sus componentes no produce
problemas significativos en la salud.
Aghata llora y llora inconsolable desde
hace varios días, como si tuviera hambre pero tiene comida, como si hubiera
enfermado pero no está enferma, como si estuviera en celo, como si temiera. Sólo
con caricias se debilita su llanto, como se sabe, más conmovedor que el de un
niño. ¿Los gatos advierten con antelación las erupciones? ¿Su llanto sale del desconsuelo y
la angustia de no poder huir, de que no se la lleven lejos? Esperemos que lo de
Ághata corresponda al celo, recordemos que la especie se convierte en adolescente
a los cinco meses.
A los gatos que mueven la pata
delantera mágica e inmarchitablemente, conocidos como zhaocai mao en China y maneki neko en Japón, los
precede una bonita leyenda. Un pobre estaba en su casa y al frente un rico se
escampaba de la lluvia bajo un árbol. Desde
la ventana de la casa del pobre el gato llamaba al rico con su mano, cuando este
acudió a acariciarlo al árbol bajo el que se escampaba lo calcinó un rayo.
©Flóbert Zapata
Arias. Junio del 2012