Si todos los compañeros de trabajo de repente se dijeran las verdades.
Si todos los compañeros de trabajo de repente abandonaran la hipocresía.
Si todos los compañeros de trabajo de repente renunciaran al secreto.
Si todos los compañeros de trabajo de repente dejaran de traicionarse.
Si todos los compañeros de trabajo de repente pararan el ciclo interminable de chismes y juicios.
Si todos los compañeros de trabajo de repente anularan el fastidio y el recelo.
Si todos los compañeros de trabajo de repente no se envidiaran.
Si todos los compañeros de trabajo de repente no acosaran, no enturbiaran, no enredaran.
Si todos los compañeros de trabajo de repente no subvaloraran al otro para brillar ellos.
Si todos los compañeros de trabajo de repente rompieran su etérea credencial de espías.
Si todos los compañeros de trabajo se limitaran a cumplir eficientemente con sus responsabilidades sin compararse con los otros ni competir.
Estallaría una guerra que lo arrasaría todo.
El universo se detendría con una interrogación.
Reconocerían que están enfermos y que pueden salir de la enfermedad.
Volverían a nacer como esas plantas que crecen milagrosamente en el desierto, como las que crecen en las rejas de las alcantarillas o como las que crecen en el polvo acumulado entre el pavimento y las aceras.
Luego quedarían desempleados porque en la sociedad en que vivimos no sirve la gente libre, sana y feliz.
Manizales, jueves 19 de abril del 2012
© Flóbert Zapata abril del 2012