miércoles, 5 de diciembre de 2012
SIN EN DONDE ESCONDERNOS. Por Flóbert Zapata Arias
1
Miércoles 5/dic/2012, siete y treinta de la noche. Teatro los Fundadores.
Privada academia Miluzca, Danzar es vivir. Estaba allí para ver a mi sobrina
Ana María, que actuaba en dos de las ventisiete coreografías tituladas Sol y
media noche, actividad de cierre. En la contracarátula del programa las
propagandas y en ellas Supercolor. “Al dueño de esta lo mataron el sábado, se
llamaba Javier Hurtado. Le iban a robar una cadena de oro en Chipre, no se
dejó, recibió un disparo en la clavícula y murió en la clínica pero no de la
herida sino de un infarto”. ¿Javier Hurtado? No se trataba de la citada sino de
Blanecolor, se lo aclaré a mi hermana. Quiérase que no, los impresores tienen
vital parentesco con los escritores, frente a ellos siempre la sensación de que en el
camino nos encontramos tarde que temprano para la simbiosis. Conocí a Jorge
temprano, hace treinta años, me hizo Profecías del pasado, mi primer libro. Lo
traigo a la memoria fuerte de músculos, enjoyado, claro, eficiente, preciso de
personalidad. Hacía poco se había retirado de La Patria para montar su propia
empresa. Rápido gano alto prestigio y cosecha económica. Nunca más lo volví a
ver. J. D., un colega profesor mío, cuando se emborrachaba por la noche salía
corriendo en pelota por Chipre. Impacta la escena de la mujer detrás para
rescatarlo del naufragio. A alguien le comentó Javier, habitante también de ese
barrio, que si se lo encontraba en una de esas le pegaba un riendazo.
2
Si supieran lo que se escucha en los
confesionarios.
Si supieran lo que se escucha en las estaciones
de policía.
Si supieran lo que se escucha en los juzgados.
Si supieran lo que se revela en secreto.
Si supieran lo que se escucha en la Fiscalía.
Si supieran lo que se escucha en la Defensoría
del Pueblo.
Si supieran lo que se escucha en la Personería.
Si supieran lo que se escucha en las salas de
cuidados intensivos y en el cuarto del paciente terminal.
Si supieran lo que se escucha en las salas de
urgencias de los hospitales.
Si supieran los que se escucha en Bienestar
Familiar.
Si supieran lo que se escucha en los barrios
pobres.
Si supieran lo que se escucha en las cárceles.
Si supieran lo que se calla por miedo.
Si supieran lo que se calla por honor.
Si supieran lo que se calla por maldad.
Si supieran lo que se calla por confusión.
Si supieran lo que se calla por debilidad.
Si supieran lo que se entierra en la noche.
Todos se irían, comenzarían a caminar sin rumbo
y sin detenerse hasta que una roca los detuviera y los albergara.
Estamos ahogados y ningún mar brama con más
decisión, ninguno es más grande y desbocado.
Se nos cayó el cielo encima como un ascensor desde
lo alto sobre el mecánico que lo arregla en la base.
La tierra nos ha dejado sin en donde
escondernos.
©Flóbert Zapata
Arias, diciembre del 2012