Uno se preocupa de que tiene canas hasta que comienza a preocuparse de que no se pongan amarillas. Antes debía solucionar el conflicto entre teñirlas, ilusión de no envejecer, o dejarlas brillar, ilusión de arrojo. La ceniza en la cabeza, como la muerte, deliciosa perplejidad después del fuego, tonante desde el espigado cabello del varón.
Filadelfia, miércoles 26 de octubre del 2011.