martes, 15 de enero de 2013
ARCESIO ZAPATA VINASCO, DIABLO DEL CARNAVAL. Por Flóbert Zapata Arias
(Fotografía: arte urbano, Manizales, entrada a La Carolita)
Quería
leer cosas sobre Arcesio, saber de él adentro,
saber de su pensamiento, su obra, un balance con amor, un recuento
lírico, un homenaje. Hoy se me ha cumplido ese deseo al leer Memorias de un
combatiente de la cultura, de Jairo Hernán Uribe Márquez, y las letras que le
hizo Ociel Gartner Restrepo, para músicas conocidas por casi todos, interesante experimento si se hace con el tono
periodístico de Fernando González o de su par Gonzalo Arango con que se hace en
Riosucio. Ambas actuaron en canciones y publicaciones en el Carnaval de ahorita
la semana pasada, en homenaje a Arcesio, según veo. A Carlos Héctor Trejos, el Isidore
Lucien Ducasse caldense, como certeramente lo significa Harold Alvarado, lo
hicieron centro en otra edición de la fiesta, lo vi en un documental y me estremecí. Late la
patria en el lugar que exhuma lo que otros entierran, en el lugar que mitifica
la creación. Me remuerde no haber ido al Ingrumá a hacerme de paso una foto
besando a mi amigo Satán pero hubo razones, no me gusta viajar solo, no me
gusta dormir en carpas y me da pena molestar a los conocidos diciéndoles que me
dejen dormir en sus casas, padezco el síndrome del invasor. Sueño en este
momento con que algún día tenga plata para separar un hotel bueno desde una
semana antes del Carnaval hasta una semana después y así captar toda su
esencia. Entraría en mí como una lealtad a Arcesio y a Carlos Héctor, que
tanto lo amaban y por los que ahora en comunión comprendo su grandeza. Lo de
escribir algo sobre este evento del espíritu es un anhelo personal que tenía
callado, que ahora no se me debe convertir en compromiso, porque funciono
anárquico. Nunca pensé que pudiera concebir una nota decente sobre Supía y lo
logré. Puede ocurrir que donde uno tiene más motivaciones para la copla o la
décima, si este camino se impuso, no ocurra nada en la creatividad. Sin embargo
esto resulta poco probable en un universo tan prodigioso como el carnaval de
Riosucio.
Alguna
vez, en el supermercado Confamiliares, iba Arcesio con su esposa, me mostró en
instantes toda su nobleza y un inmenso cariño. Entonces había sobrevivido a un
derrame cerebral. Quedamos de vernos y yo lo hubiera escuchado para aprender pero
la muerte se atravesó. No puedo entrar en detalle, porque son las diez y media
y debo irme a la cama en un rato, de por qué no fui en alguna etapa amigo de
Arcesio, el hombre que ahora sé mi hermano, me lo dicen la bella elegía de
Jairo Hernán y los versos jubilosos de Ociel. Sólo puedo adelantar que hasta
hace no mucho lustros yo no merecía el tiempo de un intelectual y padecía aun la
educación que había recibido, la de la curiosidad sacrificada, además de la
pobreza material y de gente que tuviera algo de dignidad no comerciada en la
cabeza, lo que casi me hace renunciar a la búsqueda. Más adelante quiero
desentrañar los mecanismos por los que lo alejan a uno de la filosofía, de la
verdadera historia y de la literatura más humana como de los individuos más
valiosos. Esto me enseña que hay un culpable en la víctima que no se reconoce
como tal. Qué grandeza la de Riosucio al exaltar el carácter contestatario del
diablo. Qué grandeza la del diablo al no olvidar a sus hermanos. No morirá
mientras tenga por alimentos el retozo, la solidaridad, el conocimiento y la
celebración de la vida.
La Carolita, lunes
14/ene/2013
©
Flóbert Zapata, enero de 2013