miércoles, 9 de mayo de 2012
DECLARACIÓN DE INCOMPETENCIA. Por Flóbert Zapata
Ya
había estado mucho tiempo antes en Panamericana comprando un all in one sin
efectivo, aprovechando los descuentos grandísimos, pero en ese momento de
regreso del cajero entré con un solo propósito: hacerme a La partida, de Miguel
Delibes, cinco mil pesos, desagravio a las Cinco horas con Mario que abandoné
hace mil años en las primeras páginas y retomaré no sé cuándo, pero además
porque me gustan los relatos cortos.
De
paso miré uno de esos microlibros llenos de color y buen lujo editados por la
misma Panamericana, el de la risa. Pensé en obtenerlo para trabajarlo con los
niños, pero me acordé que ya había gastado mucho. Relumbraba una frase de esas a las
que comienza a acostumbrarme Mahoma: “Quien hace reír a sus compañeros merece
el paraíso”, apropiada para Manuel Alejandro Pedraza y Jhony Serna, quienes
poseen el don de producir risas parejo al de hacer llorar con su crueldad y su
violencia a sus padres, a sus compañeros, a su maestro. Estos tiempos vivimos:
para demasiados no quedan casi caminos de entendimiento. Apuré la salida porque en una mesa el Gran Hermano fingía leer algo.
De
allí pasé al Éxito para hacerme a un poco de la otra comida, leche de soya,
aceite de oliva, germen de trigo que no había y miel que no había en botella de
litro. La registradora me dio unos segundos para mirar la solapa de un libro de
los que ponen al lado, cuyo título me llamó la atención: Estoy encantado de
haberme conocido, de autora de nombre sospechoso de colombiano, que resultó
antioqueña. No alcancé a leer el índice pero un epígrafe habló mejor: “Padres y
maestros, lo siento, pero desde hoy renuncio a ser lo que ustedes sentenciaron
que sería”, resumen del mayor acto de
libertad hoy y aquí.
Nuestra
cultura prohíbe la risa y la sonrisa, qué gente tan seria somos, los rostros
parecen ataúdes, los labios al abrirse de malagana suenan estridentes como puertas
de prisión. La gente más importante nunca ríe. Las estatuas siempre están
serias. Los personajes de los libros de historia se muestran graves para el
óleo. Los policías rezuman hiel en las mejillas. Ni un dictador acusa más dureza
que algunos curas que conocí, Javier Ramírez, por ejemplo. Monseñor Carlos
Isaza Mejía, maestro de religión en la Normal María Escolástica de Salamina, creía
en la amabilidad sin sonrisa.
Sólo
alargamos los dientes para burlarnos, el
honesto aparato bucal convertido en otra arma de la guerra cotidiana en
que vivimos, que se utiliza tan bien a través de los medios contra los que no
tienen acceso a ellos.
A
la risa, a la sonrisa las convierten en cadáver desde la autoridad. La
obligación de hacer sentir miedo petrifica los músculos faciales. Y si los dioses, los padres, los
profesores, los guardias, no ríen,
desautorizan con esa actitud a sus súbditos para reír. Sabemos que las sutiles
sugerencias del poder dan más duros azotes que las leyes si no se miran como
mandamientos.
La
semana pasada le pregunté a un niño qué era una maestra y me dijo: Una maestra
es una persona que nunca ríe. Un tiempo anduve extraviado como ellas. Conocemos las que se rebelan y padecen. Qué
triste comprobar que también a los maestros nos pagan para que enseñemos a no
reír.
En
este proceso de reaprender a reír y a sonreír he encontrado los más grandes
escollos en algunos colegas. No soportan que me ponga una nariz de payaso y enloquezca
de alegría a los niños con sólo vociferarles apretándome la nariz con los dedos:
Ay, mamá Carlota con narices de pelota. Les prohibieron participar en el
trencito que hacía en el descanso. Disfrazarme de punkero el día de brujitos causó
que Belsebú llamaran de urgencia al Gran Hermano, una de las personas menos
felices que conozco. No me despediré sin disfrazarme de mujer, lo que ya hice
en Bosques del Norte, con el Rector que sabe tomarse unos tragos e invertir la
rutina del dolor, José Manuel González.
La
relación sin risa de los padres con los hijos puede traducirse en la
experiencia más aterradora de la existencia. Lo sé porque a mi madre le
extirparon la risa como se extirpan un par de amígdalas. ¿Existe algo menos
prescindible para el lucro mental que las personas que no saben reír? Se ha
pensado que el lucro mental está al servicio del lucro económico pero se da
exactamente al revés: el lucro mental sólo finge estar al servicio del lucro
económico. Amargura equivale a monedas. Monedas equivalen a remordimiento.
Lo
que llamamos éxito y fracaso no son otra cosa que una serie de tácticas contra
la risa y de estrategias contra la sonrisa, innecesarias de enumerar: nos
adiestran en ellas mejor que como se adiestra a alguien para defender la vida. Y
alguna vez se comprueba que ciertos autollamados a defender la vida precisamente
la venden.
De
hecho, como todos los verdaderos libros de autoayuda, el mencionado de María
Cecilia Betancur debe consistir, si acierta, en un método para que las personas
aprendamos de nuevo a reír y a sonreír, tarea tan difícil como la de volver a
nacer sin morir, porque implica mirarnos hacia adentro sin la venalidad del ego.
La
sabiduría de la risa se conoce desde el origen mismo del hombre pero nuestra
civilización parece ir a su encuentro como un misil nuclear en busca de un peligroso
meteoro que fuera a envolver en llamas a Nueva York. Esta insensatez debe empezar a contarse como uno de los grandes
problemas de nuestro tiempo. Todas las farmacias del mundo son un chiste frente al poder curativo de la risa y de la sonrisa pero ¿cuál el insensato que quiere gente sana?
Para
usted querido lector de prisa he buscado estar perlas gratuitas. Me las
entregaron con la máquina para sacar copias y regalar. Se las regalo con la
máquina para sacar copias de las máquinas de sacar copias. En sus manos la
oportunidad de convertirse en un revolucionario, simplemente sonriendo y sin
aplaudir al desabrido. No olvide que su premio consistirá en un escupitajo y
una declaración de incompetencia.
*
La
sonrisa es el idioma general de los hombres inteligentes. Sólo son tristes los
tontos y los delincuentes. Víctor Ruiz Iriarte (1912 -1982). Dramaturgo
español.
No
hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa.
Alejandro
Casona (1903-1965). Dramaturgo español.
Empieza
cada día con una sonrisa y mantenla todo el día.
W.
C. Fields (1879-1946). Actor y cómico estadounidense.
El
tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasa con los dioses. Proverbio japonés.
La
risa no es más que la gloria que nace de nuestra superioridad.
Thomas
Hobbes (1588-1679). Filósofo y tratadista político inglés.
Afortunado
el hombre que se ríe de sí mismo, ya que nunca le faltará motivo de diversión. Habib
Bourguiba (1903-2000). Abogado y político tunecino.
Peligrosos
son los grandes hombres de los que uno no se puede reír. Giovanni Guareschi
(1908-1968) Periodista y escritor italiano.
Una
sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la
ofrece. Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra. Anónimo
Son
necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para
sonreír. Swami Sivanand
Manizales,
sábado 5 de mayo del 2011
©
Flóbert Zapata mayo del 2012