miércoles, 4 de diciembre de 2013
El paraíso arruinado de la vida. Por Flóbert Zapata
(Obra de Marta Cecilia López Barrera, expuesta en la Biblioteca Ramón Correa Mejía de Pereira)
Escribe Rabindranat Tagore en La religión del hombre, Biblioteca de la
sabiduría Oriental (ISBN84-473-2339-0): “El espíritu malo se regocija y el
paraíso se pierde cuando Sati, el espíritu de Sat (la realidad) se separa de
Siva, el espíritu de la bondad”. En buen romance esto expresa que la fe se
corrompe cuando se dedica a los rituales y olvida la ética o moralidad, la
acción sobre los problemas cotidianos del mundo. En este ensayo titulado El
profeta Tagore exalta al persa Zoroastro o Zaratustra por su condición de
reformador, al humanizar la fe, al volverla al principio, ponerla al servicio de la transformación social, que traerá por resultado la
armonización de la mente individual con la Gran Mente o alma del universo, la
creadora increada, en un principio anidada en el sol o el cielo y luego en divinidades
representativas. La esencia de esta gran Mente Total, el ideal de esta Mente, siempre
significaron naturaleza y razón, con sus demonios personificados, la maldad y la locura que se oponen a la paz
y la hermandad entre todos los hombres: “¡Oh, vosotros los que anheláis aliaros
con la Buena Mente, sed amigos de la verdad; vosotros los que anheláis sostener
la Santa Causa, deponed toda cólera y toda violencia, despojaos de toda mala
voluntad y discordia! ¡A esos hombres benévolos, oh Mazda, los llevaré yo a la
Morada de los Cantos!”. La Morada de los
Cantos o Morada de la sabiduría resumida en su libro fundamental, el Avesta,
manual de Recto Orden, Buena Mente y Piedad: “”Oh, justicia, dignaos conceder a
nuestros discípulos alegría, dicha pacífica al hogar y la felicidad tranquila
en vez de la temible desolación que sufren”, “Dígnate concederme tierras que
posea con justicia, con justicia, sí, y libremente”.
(El Avesta o Cantos de Zaratustra)
Un proceso semejante sufre la poesía cuando el poeta la aleja de la
realidad para sumergirse en el ritual de la imagen, cuando la imagen se
convierte en un fin en sí mismo que batalla contra la realidad con la ilusión
de desaparecerla. Sin mencionar dioses y demonios, alguna de esta poesía llega así
a extremos de religión mesiánica: “Zarathustra fue el primer profeta que
emancipó a la religión de la mezquindad del Dios de tribu, del Dios de un
pueblo elegido, y la consagró al Hombre”. El ensimismamiento en la imagen por
la imagen, el No decir, llega a conseguir que la representación cree otra
realidad paralela, opuesta, una realidad que se declara única, una realidad
ritual insensible que niega la realidad real del dolor. Entonces podemos pensar
que el demonio de la imagen triunfa sobre la bondad de la poesía y la somete a
la oscuridad y la muerte. Esta forma de destrucción y de autodestrucción se
corresponde con su opuesta, la realidad que niega toda representación, la
efectividad de la imagen y su belleza, el
Decir sin ideal, sin la conciencia de la unidad con el universo y en el
universo, las palabras del canto como un ambicioso trozo de materia más. El poeta-Zaratustra hoy acoge la palabra justicia, divina en
sí misma, contigua, y no don procedente de un parnaso lejano e inaccesible,
aplica la esperanza al paraíso arruinado de la vida.
La Carolita, miércoles 04/dic/2013
© Flóbert Zapata, diciembre de 2013