Treintauno de diciembre,
qué fecha tan especial.
Los que antes no saludaban
hoy te van a saludar.
Qué lástima que mañana
te verán indiferentes.
No en todas las ocasiones
pero pasa casi siempre.
Hay algo que no funciona
y se debe revisar:
al amor se le ha asignado
un carácter temporal.
Conocen los que han vivido
la realidad en cuestión.
Trentaiunos igualitos
llevo ya cincuenta y dos.
“Feliz año”, dicen todos,
unos pocos con verdad.
Para la gran mayoría
las guerras renacerán.
Vienen de distintas partes,
no falta el del extranjero.
Por fin la familia junta,
todo risas y recuerdos.
Alguno aprendió a vivir,
los otros creen no más.
Regresará cada uno
a su abismo individual
Indefensos como niños,
de miedo en miedo tan rudos,
sin poderse liberar
de los apegos del mundo.
El que viajó debería
mostrarse adentro muy rico.
Suele a veces ocurrir
que sólo creció el bolsillo.
Para variar de uniforme
—digo ahora qué es el ego—
pasar de reo a guardián,
volver de guardián a reo.
En los hermanos mayores
ese aire superior.
El que no lo haya ejercido
narre cómo se salvó.
Pocos conocen la gloria
de la era matriarcal.
Dos palabras no se entienden:
diálogo y autoridad.
Oraciones al hermano
que se murió de improviso.
Aunque no creía en nada
lleva tres milagros nítidos.
Madres piden que no caiga
por violencia hijo o nieto.
¿A cuál dará la camándula
ese raro privilegio?
Debajo de tantas vidas
late la cruel amargura
de aquel que nunca encontró
y por eso ya no busca.
Los hijos aprenderán
las inflexibles variables:
temer a la libertad,
torturar y torturarse.
Portan el alcoholismo
en los genes hace rato.
Descubrirán que el dinero
los hace bellos y santos.
Escarba un poco y encuentras
pobre gente confundida.
Lo peor, muchos de ellos
idolatran la mentira.
El índice de falsía
llegó a Marte y no paró.
Se le otorga una medalla
al tartufo superior.
Muchedumbres de hombres solos,
terco signo de estos tiempos.
Comunidad, la costumbre
que existía y fue muriendo.
En fecha tan esperada
no debiera haber heridos.
Como siempre andarán locos
el revólver y el cuchillo.
Treintaiuno de los pobres,
Treintaiuno de los ricos,
que nos das calor a todos
en invierno tan temido.
Si a nuestra historia la mueven
los valses de la apariencia,
invito a bailar un poco
la milonga calavera.
Copyright © Flóbert Zapata