sábado, 26 de junio de 2010

LA UNIVERSIDAD DE CALDAS EDITA LIBRO DE POESÍA DE JUAN CARLOS ACEVEDO RAMOS

Asombra de Juan Carlos Acevedo su porfiada energía, su pasión anegada, su empuje consumado, dirigidos al enfilamiento en las huestes de la esperanza que constituyen la poesía si la nostalgia se revela como la utopía que tuvimos en las manos, también de momentos pacifistas verticales. Palmarios cuando le canta al Señor de los fragmentados, al Señor de los remendados: “Redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres/ herederos ambos del miedo”. Como reses con hierros candentes nos marcan en la infancia con miedos, edad tan vulnerable que el mayor tonto puede malear su condición, desnaturalizar su inocencia, arreciar contra su misericordia natural con sólo perorar. Para que pertenezcamos, para terminar en oferta en el gran expendio, ahora de manera electrónica a través de la televisión y la radio irresponsablemente manejadas, sólo movidas por el rating o cuota de pantalla o parlante y los frutos económicos. Y luego los complementos: el miedo a decir, a saber, a la autodeterminación, a estar neutralmente informado, a perder el empleo, a no conseguir uno, en tiempos de delgada frontera entre seguridad e indigencia. Justamente los miedos que incuban a los Cisnes del silencio.

Todo este arsenal sensible le ha otorgado los reconocimientos que ha recibido, desde premios, esos accidentes necesarios en tiempos agónicos y sonámbulos, hasta inclusión en antologías de carácter suramericano para su generación, anterior a la mía.

Ha creído en la poesía y ha ido con ella hasta el fondo, haciéndola su proyecto de vida y no sólo su pasatiempo. Esta la diferencia central de su trayectoria frente a las de otros congéneres. Aunque lícito resulta que ejerzamos el arte con freno, a raticos, hasta ciertos límites o en secreto, para no perjudicar familia, intimidad, profesión o rendimiento. O simplemente para no correr los riesgos propios de quien decide hacerse público en vez de mascullar en las cocinas o mesas de café con sabor en la boca a cristal crudo de sábila.

Hay que jugársela toda por una causa, independientemente de que se triunfe o fracase, porque llegar es secundario, como bien lo define Constantino Kavafi en Itaca: “Mas no hagas con prisas tu camino;/ mejor será que dure muchos años,/ y que llegues ya viejo a la pequeña isla”. Entrenados en fracasos, con cayo, un nuevo fracaso, el de no ser grandes como un cantante de rock, no ser conocidos más que por amigos, colegas y parientes, no ser amados por el amor falso y dominante, causa pena menor, insuficiente para hacernos sangrar los hombros. Si triunfamos, cada vez a más tardía hora, ya la poesía nos habrá enseñado la humildad, el desapego y la belleza de la hermandad, como los entiende Erich Fromm en El arte de amar.

La Editorial de la Universidad de Caldas acaba de hacer una cuidada, merecida edición de Los amigos arden en las manos-Historias alrededor de un fogón. Quería amplificar esta noticia.

© 2010 Flóbert Zapata