viernes, 15 de mayo de 2009

DE CÓMO CONOCIÓ EL PROFESOR FERNANDO MONTOYA LÓPEZ A WALT WHITMAN


Estaba en quinto de bachillerato, corría 1973. Se fue de vacaciones a una finca por Cerritos, Risaralda, donde sus abuelos se desempeñaban como agregados. Era época de recolección de cosecha de café. Sintió ganas de defecar pero estaba ocupado el baño de la casa y buscó la silvestre letrina de los trabajadores. Sentado en la taza descubrió un libro colgado de una cabuya. Miró al recipiente donde se arrojaba el papel usado y observó que se estaban limpiando con sus hojas; le habían arrancado cinco y media. Lo tomó y lo abrió: “Hojas de hierba” de Walt Whitman. Como con hierro candente en la piel de la memoria se le quedaron estos versos supérstites y testigos de la media hoja perdonada: “El hombre que camina media cuadra sin amor teje su propia mortaja”.
Abrigado por un hondo pesar, tomó el libro, acarició su suave papel biblia, virtud de pétalo que dio pie a la condena, y su selecta encuadernación de ternero, terminó de hacer la necesidad, se quedó sin limpiarse, luego se duchó.
—Mire con lo que se estaban limpiando los trabajadores —le dijo a su cándida y amorosa abuela.
—¿Y qué es eso mijo? –respondió preguntando ella.
—Esto es una belleza, abuela.
Indagó. Hacía parte de una cajada de libros de un tío estudiante de un colegio de Cartago, que desertó y los dejó abandonados. Le pidió permiso para llevárselo. Ocupa hoy, más de tres décadas después, un lugar de privilegio en la carnosa biblioteca de Fernando. La que lo hizo uno de los más completos y heterodoxos lectores de que se pueda tener noticia.
Se le vino esta anécdota en un receso de una serie de conferencias requisitorias para la Certificación del colegio, sello neoliberal en la educación, en cuyo forzado proceso estamos hace meses. Laborábamos en sábado, el segundo, para pagar por adelantado los tres primeros días de Semana Santa, que uno de tantos Divinos Niños arrancó de las vacaciones de los maestros, sin que le alcanzara su inteligencia para prever que los tiempos que vendrían harían insensata cualquier privación de estímulos a una de las labores más duras y peligrosas que se puedan concebir hoy, ante la cual otras parecen juego y oasis en la gran estepa polvorienta y fiera. Más tarde me preguntaría por el autor de este milagrito.
Flóbert: ¿Quién fue el que nos quitó la Semana Santa?
Ana Otilia: Uribe.
Flóbert: Pensé que había sido Pastrana.
Ana Otilia: Uribe. Uribe es el que nos ha quitado todo.
Salí con Fernando a tomar café donde Eliécer.
Comenté que ese colegio de Cartago estaba certificado de grandeza, control de la calidad, desde antes que se inventaran el embeleco de la Certificación de la pobreza, calidad del control, agregado de maestros a la escena de Pink Floyd en la que los alumnos caen a la procesadora de salchichas. Nos reímos.
Manizales, Bosques del Norte, 21.03.09.

© 2009 Flóbert Zapata