El campesino lo colmaba de leche, verduras y frutas, el citadino de objetos fabriles, en todo caso el maestro colombiano era alguien apreciado altamente por todos los sectores de la sociedad.
Luego la historia cambió: los campesinos de aldea o de finca, empujados por la violencia terrateniente o económica, se sumaron al desbordamiento neurótico de las ciudades.
Hoy en día es difícil saber si el maestro es maltratado más por los padres o por los alumnos. Su autoestima se ha venido abajo, su importancia pública prácticamente no existe.
Se le ha reducido a simple empleado que a cambio de un salario entrega resultados medibles, despojando así a la profesión de todo su maravilloso e indiscutible misterio.
Sobrepoblación en los salones, responsabilidades crecientes en número y complejidad, hacen prácticamente imposible que pueda dar lo mejor de sí como profesional y como persona.
Este desmedro no vino solo, por supuesto: nació en las campañas de desprestigio de los recientes gobiernos para doblegar su humanista posición frente al prurito mecanizador.
Que dejaría libre el camino a las últimas, discutibles, reformas en la educación, las mismas que a nombre del cambio y al hacer borrón y cuenta nueva la condujeron a la peor crisis de su historia.
(Afectada por la crisis general del país, en la escuela se continúan los graves problemas que afrontamos, el ánfora de Pandora se cierra al momento de salir la esperanza.)
De ellas hizo parte quitarle los mejores estímulos, la pensión de gracia y las vacaciones especiales, en tiempos tan críticos que piden a gritos justamente lo contrario.
Se llegó a propalar que el maestro ganaba como príncipe, con lo que se consiguió que las comunidades pobres donde se desempeña le rayen los ojos con rencor y envidia.
El profesor Juaha Helvela reveló dos razones de peso por las cuales su Islandia natal es la campeona mundial en las pruebas Pisa: 20 alumnos por grupo, elevada importancia social del maestro. (Televisión Española, Antena 3, sábado 24 de octubre 09, 8.30 p.m.)
Para medir la calidad de la educación sobran decretos, profusos ensayos y memorizados discursos, basta simplemente preguntar: ¿los padres y los alumnos le llevan regalos al maestro?
© 2010 Flóbert Zapata